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Mikel Gurrea: “El conflicto no es sano, pero es un vínculo que mucha gente mantiene aunque no le haga bien”

El director Mikel Gurrea posa este lunes en el 70 Festival de San Sebastián, donde su película "Suro" compite en la sección oficial.

Maialen Ferreira

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La cooperativa en la que Iván y Helena trabajan en Barcelona echa el cierre y, al quedar ella embarazada y heredar una finca en el campo, deciden embarcarse en una aventura para refundar sus vidas. La idea que tienen es la de reformar la casa y contratar a un grupo de temporeros que trabajen en el corcho. Sin embargo, los problemas que acarrea la relación también viajan con ellos, y las ideas preconcebidas de cada uno, él por convertirse de la noche a la mañana en un terrateniente y tratar de gestionar a los trabajadores desde el compañerismo y la igualdad, y ella de darse cuenta de que es la que lleva la iniciativa en los grandes proyectos de la relación, les hace enfrentarse cada vez más.

Todo esto, sumado a que utilizan a los personajes que van apareciendo, como Karim, el temporero joven que duerme en una casa abandonada, desconoce el idioma y el resto de trabajadores lo tratan mal o Maurici, el jefe que tiene a sus trabajadores sin contrato y sin darles de alta en la seguridad social, como foco de nuevos conflictos, hace que la brecha entre ambos sea cada vez más grande.

Ese es el contexto en el que transitan los personajes de 'Suro', la ópera prima del cineasta donostiarra Mikel Gurrea, presentada en la sección oficial del 70 Festival de San Sebastián. “En una pareja de una trayectoria mínimamente larga, una discusión es casi como la extensión de muchas micro discusiones que se han producido a lo largo del tiempo”, explica a este periódico. Para el cineasta, quien se inspiró en sus propias vivencias como temporero durante un verano para crear la película, esos conflictos, de alguna manera atan, porque implican un vínculo.

Rodada en catalán, aunque con escenas en castellano, francés y árabe, 'Suro' es un viaje sensorial a la naturaleza, al trabajo en el campo, la discriminación, el racismo y, sobre todo, hacia la contradicción del ser humano. Las personas que interpretan a los trabajadores del corcho no son actores, ni siquiera lo es Ilyass El Ouahdani, el joven que interpreta a Karim. Decisión que Gurrea tomó para lograr un mayor realismo en las escenas, y que el trabajo en el campo, fuera completamente real, como el que él mismo vivió durante su verano trabajando en el corcho.

Iván y Helena, ante el cierre de la cooperativa en la que trabajaban deciden dar un giro a su vida e irse a vivir al campo. ¿Es una realidad que se ve cada vez más?

En realidad es algo que siempre ha sucedido, yo se lo comentaba a mis 'aitas' cuando empecé a escribir la historia y ya en los 60 se tenía la idea de que en el campo se puede presentar una forma de vivir diferente. Es una idea, y luego, en el caso de Helena e Iván, está la contradicción de esa idea y lo que implica llevarlo a la práctica.

A pesar de llevar años juntos y de estar esperando una hija, es cuando marchan al campo cuando se dan cuenta de sus diferencias. ¿Por qué ocurre esto?

Cuando trabajamos con Vicky Luengo y Pol López, los actores, intuíamos que en la relación esas tensiones ya las tenían. Lo que sucede es que cuando se van a refundar su vida, lo que hacen tiene un punto de huida hacia adelante. Lo que pasa es que, en su caso, como en la mayoría, si huyes de los problemas normalmente te acompañan en el maletero.

Las tensiones empiezan a ser visibles cuando Helena le dice a Iván que no meta a “extraños” en su propiedad, enfatizando en que la casa es exclusivamente suya, cuando él decide acoger en ella a Karim. Al ver que ella se niega, él le pregunta si “antes era así”, visiblemente decepcionado.

Sí. En esa secuencia se verbalizan muchas cosas y hay un punto en el que de pronto ya no se pueden callar o silenciar cosas que quizás llevan intuyendo mucho tiempo el uno del otro. En una pareja de una trayectoria mínimamente larga, una discusión es casi como la extensión de muchas micro discusiones que se han producido a lo largo del tiempo. No es que de repente se les caiga el telón y que se den cuenta de que la otra persona es distinta a lo que creían, no. Es una confirmación dolorosa de que en su caso es algo que no se puede sanar o cambiar.

Helena e Iván creen que su relación funcionará una vez materialicen el proyecto vital que han emprendido, pero puede que aunque lo consigan los problemas sigan ahí

¿Puede existir el amor, y sobre todo, mantenerlo entre personas con distintas ideas e ideología?

El amor es un concepto muy amplio, pero yo sí que diría que en su caso tienen una energía muy fuerte que la vemos desde el inicio de la película. Es una energía atractiva, ellos se atraen a muchos niveles y saben que juntos son atractivos para el resto. Eso da mucha fuerza y esa energía se vuelve conflictiva. Si fuesen honestos consigo mismo y dijeran 'hasta aquí', quizás sufrirían menos. El conflicto no es sano, pero es un vínculo y hace que mucha gente mantenga estructuras aunque no le hagan bien.

¿Por qué cree que eso ocurre?

Porque la experiencia humana es contradictoria. Helena e Iván creen que su relación funcionará una vez materialicen el proyecto vital que han emprendido ya, que es el de reformar la casa y tener el bebé. “Una vez que tengamos todo, entonces sí que vamos a poder estar bien”, dicen, y lo que ocurre es que puede que cuando lo materialicen los problemas sigan estando ahí.

¿Puede que en el campo esté más definida la brecha entre rico y pobre?

Yo no diría que en el campo se note más que en la ciudad, porque la diferencia de clases, el machismo o el racismo se dan tanto en la ciudad como en el entorno rural, porque la sociedad padece esos síndromes, pero sí que diría que quizás, en su caso, estar con los elementos en contacto hace que no puedan vivirlo exclusivamente desde las ideas y teorizar al respecto, sino que tienen que enfrentarse a ello y descubrir quiénes son.

La idea de escribir sobre temporeros del corcho le vino porque usted mismo se dedicó a ello durante un verano. ¿Cómo fue esa experiencia?

Yo trabajé en 2010 en el campo, justo cuando había acabado la carrera y estaba esperando que me dieran una beca para irme a Londres. Ese verano acepté una oferta de los familiares de mi pareja de entonces para trabajar como temporero. Ahí descubrí el mundo del corcho, que me pareció muy cinematográfico y me interesaba para contarlo en alguna película mostrando las texturas, los sonidos y las formas. También tuve esas sensaciones contradictorias de venir de parte de los propietarios, pero no serlo; de hablar en catalán, pero no serlo; trabajar de temporero, pero saber que estoy de paso cuando para ellos era su forma de vida. A la vez me di cuenta de que era un trabajo de grupo, colectivo, de sacar cuantas más toneladas al día mejor, y querer formar parte de ese engranaje. Esas sensaciones son el magma de la película.

¿Vivió las mismas condiciones laborales que se plantean en la película?

No. La película es una ficción, pero me parece que en ese entorno, como en muchos entornos de la ciudad, es plausible que sucedan esas cosas y deberíamos pararnos a analizar exactamente por qué, qué causas estructurales hacen que alguien trabaje sin papeles. Es mucho más complejo que simplemente un juicio que desde luego yo no pretendo hacer en la película sobre el mundo del corcho. Yo no viví eso, pero sí que me parece que a la hora de hacer una ficción, esa capa tenía que salir. Porque aunque no fuese la vocación de la película, de alguna forma también habla del trabajo, de la propiedad, de convertirse de pronto en terrateniente y de exactamente cómo transitar y navegar eso. Quitar esas capas a la película habría sido caparla.

Cuando trabajé en el corcho tuve esas sensaciones contradictorias de venir de parte de los propietarios, pero no serlo; de hablar en catalán, pero no serlo; trabajar de temporero, pero saber que estoy de paso cuando para ellos era su forma de vida

Es curioso cómo es Iván quien al principio acoge a Karim y le ofrece ayuda frente a la negativa de Helena, pero luego es ella quien se enfrenta y lo defiende para que le paguen lo que le deben por haber trabajado.

Los personajes están sumidos en la contradicción constante, es algo muy humano. Tienen ideas preconcebidas sobre el entorno nuevo que habitan. A veces lo ven como un entorno bucólico, otras como amenazante. La película está narrada desde la mirada de Helena e Iván y es subjetiva, somos nosotros los que categorizamos a las personas. De alguna forma estaba esa contradicción entre esas ideas preconcebidas y lo que es la experiencia práctica, y eso le pasa tanto a Helena como a Iván. Generan vínculos de empatía con personajes, lo que pasa es que no tienen una visión unificada. Entre ellos están en conflicto y utilizan al resto de los personajes del entorno como armas arrojadizas, y es algo muy doloroso porque se parece a la experiencia humana. Es difícil mantener vínculos de empatía cuando las personas que les rodean están muy tensionadas.

¿Se puede tener una idea de cómo actuar, pero hasta que no se vive la situación no se sabe exactamente qué hacer?

Sí, eso es. El hecho de que Iván quiera ayudar al principio a Karim y lo vea como una persona a la que ayudar, también es una categoría previa, hay un análisis y un juicio. Querer ayudar o ver a una persona como amenazante o ver a alguien superior o inferior a ti depende de la mirada de cada uno, y las miradas están edificadas por todos los referentes culturales, sociales y económicos que tenemos todos.

¿Cómo fue la búsqueda de Ilyass El Ouahdani, el joven que interpreta a Karim?

Fue una búsqueda larga. Contactamos con varias asociaciones que habían trabajado con chicos recién llegados o que llegaron hace años de Marruecos a Barcelona. Encontramos a varios chicos que habían participado en un casting para una serie. Ilyass participó pero no le cogieron, así que la asociación nos puso en contacto con él y otros chicos. Hicimos un proceso en el que le proponíamos jugar a improvisaciones en un entorno que a él no le fuera nada familiar y él demostró que tenía ganas de participar y que tenía la capacidad de meterse en la piel del personaje. Ilyass es una persona que habla perfectamente castellano y catalán y el personaje que tenía que interpretar era una persona recién llegada que no entendía el idioma. Fue un proceso muy bonito y de mucho trabajo. Cada día que trabajábamos dejábamos a Ilyass fuera del cuarto de trabajo y nos metíamos en la piel de Karim. Así construíamos su vivencia previa para que cuando tuviese que transitar las secuencias supiese bien que era Karim y a la vez hubiese una barrera muy clara entre Ilyass y Karim para que no tuviese que aportar sus emociones o su viaje personal porque con la gente que no tiene técnica actoral o formación no me gusta jugar con las emociones, me gusta jugar con lo sensorial. Me gusta hacer como en el patio del colegio, que podemos jugar a ser muchas cosas y después suena el timbre y volvemos a ser nosotros sin haber trastocado nuestras emociones.

En la película, al hablar de incendios, Iván les quita importancia con una frase en la que bromea diciendo que “parece el Apocalipsis” cuando los vecinos se preparan para lo que pueda ocurrir. ¿Es un guiño a la realidad de aquellas personas que no son conscientes de los efectos del cambio climático?

Es algo que vemos en las noticias cada vez más, pero verlo lejos nos genera una sensación de distancia, de que no va con nosotros. Sabemos que tenemos una relación con la naturaleza y con el planeta que no es buena y aún así nos cuesta mucho cambiar nuestros hábitos. En este caso, Iván hace un comentario jocoso que demuestra que él no se hace cargo de la situación, mientras que los vecinos viven con naturalidad el prepararse para enfrentarse a un incendio. Me llamó mucho la atención de aquella zona en el norte de Girona el hecho de que hablaran de que se tenían que organizar “como cada año”. La pregunta de “¿Qué haréis si llega el fuego?” la respuesta “pues defender la casa” se ha quedado en la película, no desde un lugar épico o dramático, sino como un hecho natural a lo que enfrentarse. Me parece interesante que esa frase puede parecer una exageración y, a la vez, según para quien, que hay una gran amenaza.

Lo peor para mí sería que la película dejase indiferente al espectador

Ha conseguido realizar la película gracias a ayudas de instituciones como Tabakalera y la residencia Ikusmira Berriak, del Festival de San Sebastián. ¿Qué suponen este tipo de ayudas para los cineastas?

Cuando estás empezando, cuando la idea todavía es una idea y, como en mi caso, no tienes una productora al principio, la ayuda de Tabakalera o la residencia de Ikusmira Berriak te dan una estructura y unos recursos que se transforman en tiempo para poder crear tu proyecto. Es algo que valoro mucho porque ha sido muy importante.

¿Con qué te gustaría que se quedara el espectador tras ver la película?

Me gustaría que le genere algo, que sienta que le propone algo. Que lo juzgue, que se sienta identificado con un personaje u otro, o con ninguno, pero que no le deje indiferente. Lo peor para mí sería que le dejase indiferente.

¿Qué supone para usted presentar 'Suro' en Zinemaldia?

Es una ilusión tremenda. En lo profesional, nos abre muchas puertas que no teníamos abiertas y hace que la película la vean más personas. Eso es un motivo de gran alegría. Todos coincidimos en que después de dos años Zinemaldia muestra en esta edición películas muy buenas que se tuvieron que parar en su momento por la pandemia. Teniendo eso en cuenta, que estemos en la sección oficial, es una ilusión. En lo personal, estar en la ciudad de la que soy, en la que crecí y en la que desde muy pequeño he podido ver cine de todo el mundo es algo muy especial.

¿Siempre tuvo claro que la película tenía que ser en catalán? ¿Nunca se la imaginó en euskera, por ejemplo?

En euskera no podía ser porque en Euskal Herria no hay corcho. Tenía claro que iba a ser en catalán. Luego transita en otros idiomas como el castellano, el francés y el árabe. Pero siempre iba a ser en catalán porque mi primera experiencia con el corcho fue ahí, tenía esas palabras y esa manera de hablar, y eso sí que era importante para que el lugar fuera algo tangible, nunca me cuestioné eso. Siempre se tituló 'Suro' y siempre era en catalán.

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