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España, epicentro de los incendios más salvajes de Europa

Raúl Rejón

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España registra los fuegos más salvajes de esta temporada de incendios de “alta intensidad” que asola desde junio el suroeste de Europa. Los incendios españoles han marcado los mayores picos de energía liberada por las llamas, muy por encima de la media, y han batido su récord de carbono emitido a la atmósfera desde, al menos, 2003, según los datos de Copernicus.

Ambos indicadores atestiguan la fuerza que están desarrollando los incendios y se unen a las cifras de terreno quemado: 274.000 hectáreas según las imágenes satelitales a 17 de agosto. El peor año a estas alturas en casi tres décadas. Este martes en la ciudad de Madrid el humo nublaba el sol. No provenía de un incendio en las inmediaciones sino de un fuego en Portugal. Casi al mismo tiempo, una cuadrilla de bomberos en Castellón tenía que huir a toda prisa de una lengua de llamas que, impulsada por el viento, los acorralaba velozmente en el incendio de Bejís.

Esas mismas llamas, sin control este miércoles, han alcanzado la provincia de Valencia en su periplo destructor. Dos imágenes recientes que ilustran el verano español y europeo. Las observaciones por satélite de Copernicus han documentado la alta intensidad de los incendios en España, Portugal y Francia los últimos meses. Los siniestros españoles han liderado las mediciones.

En torno al 18 de julio pasado, las llamas liberaron al quemar la vegetación unos 16 gigavatios de potencia en una jornada, una cifra que multiplica por más de siete la media 2003-2021 para esos días. Cada gigavatio (Gw) son mil millones de vatios.

Este indicador, denominado potencia radiativa del fuego (FRP), “es una medida de la intensidad de los incendios”, explica Copernicus. En Portugal, esa energía liberada llegó a un pico el 12 de agosto, con casi 6 gigavatios. En julio había superado los cinco. Francia, por su parte, ha marcado máximos de potencia radiativa del fuego de 5 y 4 Gw durante las mismas olas de calor.

La fuerza de los incendios en esta temporada ha provocado miles de evacuados al aproximarse a municipios y zonas pobladas. Los fuegos de Zaragoza y Castellón del último puente de agosto obligaron a desalojar a más de 2.500 personas. El de Losacio (Zamora) desplazó temporalmente a 5.000 personas. También en la zamorana sierra de la Culebra, el fuego hizo que se evacuaran 34 poblaciones y se cortara la línea de AVE Madrid-Galicia.

Precisamente en Galicia, las llamas causaron 1.000 evacuados en julio. Ese mes, 2.000 vecinos de Hoyo de Pinares tuvieron que dejar sus casas al cercar las llamas su localidad.

“La ola de calor de agosto se ha unido a las prolongadas condiciones secas de este año y están incrementando la actividad de los incendios forestales, especialmente en el suroeste de Francia y la península ibérica”, recuerda Copernicus. Unas olas térmicas que se han encadenado en junio, julio y agosto.

Y, desde luego, cada pico de temperaturas ha traído un repunte en los fuegos. “La potencia radiativa diaria desde el comienzo de junio muestra valores significativamente más altos durante las olas de calor”, subraya el análisis del servicio de vigilancia atmosférica de Copernicus (CAMS).

La región mediterránea en general y España en particular han experimentado incrementos significativos en esas condiciones meteorológicas propicias para los incendio: mucho calor, pocas lluvias y poca humedad. En el Mediterráneo el crecimiento entre 1989 y 2019 ha sido de un 54%, es decir, 29 días más de temporada de alto riesgo de incendio. En España ha subido un 23%. Para el riesgo extremo, el asociado a las olas de calor, el salto en toda la región del Mediterráneo supera el 130%. Los datos muestran que la crisis climática está facilitando que haya incendios y que sean más graves.

Las cifras de terreno quemado este año son de récord. Si el valor absoluto en España ha multiplicado por más de tres la media de la década, en Portugal la superficie carbonizada es la mayor en comparación con el territorio total del país.

Las imágenes de los fuegos y los evacuados ilustran la virulencia de los incendios. Los datos de emisiones de carbono dimensionan su volumen destructor: las plantas retienen grandes cantidades de carbono que, al arder, pasan directamente a la atmósfera, exacerbando el efecto invernadero que causa el cambio climático.

Hasta este momento, en España, los fuegos han lanzado casi 2,5 millones de toneladas de carbono. Es el máximo desde 2003, según los cálculos de Copernicus –todavía no ha finalizado la temporada–.

Francia también ha batido su plusmarca al rozar el millón de toneladas y rebasar su tope anterior, que databa de 2003. Portugal presenta valores más modestos.

El cambio climático y los incendios forestales conforman un ciclo nefasto. El calentamiento global que genera la costra de gases de efecto invernadero favorece las condiciones para que, una vez causado el incendio, las llamas se propaguen de manera más devastadora. La destrucción de la vegetación engorda esta capa de gases, lo que empeora el recalentamiento del planeta y, por lo tanto, la alteración del clima.

La estadística oficial del Ministerio de Transición Ecológica agrega los datos de monte quemado que remiten las comunidades autónomas. A 7 de agosto (último parte), el registro muestra que casi con el mismo número de siniestros que la media de la década (7.200 por 6.900), se habían declarado 41 grandes incendios (los que abarcan más de 500 hectáreas), lejos de los 11 del promedio. Incluso en un año muy malo como 2012, en el que se contaban 11.900 incendios en estas fechas, hubo 25 grandes incendios.