Solo un límite de velocidad a los buques evitará la mutilación de ballenas en el Mediterráneo

Raúl Rejón

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En las aguas del Mediterráneo occidental la especie dominante no son los cachalotes, los tiburones o los bancos de sardinas. Son los buques que navegan en gran cantidad y a gran velocidad. Entre sus principales víctimas se cuentan las grandes ballenas que perecen al chocar con los cascos y las hélices.

En el Mare Nostrum que va desde Italia a Tarifa conviven una altísima densidad de tráfico marítimo y una alta concentración de cetáceos. ¿Quién sale perdiendo? Los gobiernos de España, Francia, Italia y Mónaco han admitido que ballenas y delfines necesitan que una gran porción de esas aguas sean declaradas como Área Marina de Especial Sensibilidad por la ONU.

Este mes se discute en la Organización Marítima Internacional la propuesta de unir el santuario de Pelagos y el corredor de cetáceos junto a las Illes Balears.

“A la vista de la amenaza para las poblaciones de mamíferos marinos es esencial proponer medidas efectivas para mitigar el riesgo de colisiones en el área”, dice el borrador de propuesta remitido a OMI.

La cuestión es que, de momento, el borrador de solicitud incluye una “recomendación”, no una obligación, para que los buques viajen a 13 nudos por hora y pacificar un poco el mar.

El Mediterráneo, a pesar de representar solo el 1% de la superficie marina, soporta el 15% de todo el tráfico marítimo del planeta. De hecho, 9 de los 20 puertos más importantes de la Unión Europea se abren en el Mediterráneo occidental: Valencia, Barcelona, Marsella y Génova, que están en el santuario de Liguria o en el corredor migratorio.

Por este entorno semicerrado transitan cada año más de 220.000 buques de navegación comercial. La navegación comercial incluye el transporte de pasajeros y mercancías con barcos que suelen sobrepasar los 100 metros de eslora. Un rorcual adulto, el segundo animal más grande de la Tierra, mide unos 20 metros de largo: cinco veces menos.

El segundo mercado de cruceros del mundo

En el área propuesta a la OMI la circulación de grandes barcos, pues, “es particularmente intensa”, reseñan estos cuatro ejecutivos en su documento. Desde 1995, el tránsito ha aumentado un 58% y el tamaño de los barcos ha crecido un 30%. “Se espera que aumente aún más, especialmente por el agrandamiento del canal de Suez”, especifican.

El tráfico de mercancías se realiza, básicamente, desde y hacia los puertos de Valencia, Tarragona, Barcelona, Marsella, Génova y La Spezia. Para el de pasajeros se les unen los puertos de Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia y el archipiélago toscano. “El Mediterráneo noroeste es el segundo mercado de cruceros de mundo después del Caribe”. Hay censados más de 700 puertos deportivos.

Y todo ese tráfico se mueve muy rápido. La velocidad suele oscilar entre los 14 y los 20 nudos para ferris, los tanques, y cargueros y los 35 nudos para los buques de alta velocidad que son utilizados habitualmente para dar servicio a las islas, dice el borrador.

“El número teórico de colisiones con rorcuales es de 700 choques en invierno y 2.000 en verano”, explican los técnicos según la revisión de datos de tránsito de barcos y de presencia de cetáceos en la zona, que se detalla en el documento de proposición.

Aunque la velocidad a la que navegan estos grandes buques comerciales es el principal riesgo para los cetáceos, la propuesta que debe discutirse en la OMI este mes se queda en una “recomendación” de navegar, como mucho, a 13 nudos “cuando y donde haya grandes cetáceos presentes”, según el borrador.

También recomienda a los capitanes mantener guardias para detectar las ballenas y mantener una distancia mínima de seguridad con los ejemplares. Todavía está por cerrar cuál es esa distancia mínima, que el borrador marca en una horquilla de 100 a 500 metros.

La polémica del límite de velocidad

“En esta propuesta no se ha tenido en cuenta la experiencia y la evidencia científica sobre las medidas realmente eficaces para reducir la mortalidad de cetáceos por colisiones con buques” alega la ONG OceanCare que aboga por un velocidad máxima de 10 nudos.

El límite de 10 nudos no es un valor al azar. El análisis de las colisiones pasadas ha mostrado que, en general, reduce las lesiones letales entre un 80 y un 90%. El Gobierno de EEUU tiene establecido este límite obligatorio para buques de 19,8 metros o más en ciertas zonas del océano Atlántico costero y épocas del año en su plan para reducir colisiones con la ballena franca del norte. Sin embargo ese límite es voluntario en California en la costa oeste.

Con todo, la organización Oceana ha asegurado que hasta el 90% de los buques se saltan el tope de 10 nudos. “Hasta que los infractores no sean perseguidos, las ballenas continuarán muriendo”, ha asegurado el encargado de la ONG Whitney Webber. En el Pacífico, la organización Earth Island Institute ha venido pidiendo que se haga obligatorio el tope de velocidad porque “más de la mitad de los buques comerciales ignoran este límite [voluntario]”.

Otras de las “medidas protectoras” que se han incluido en la propuesta son el uso de visores infrarrojos para detectar cetáceos grandes y medianos y la comunicación de todas las colisiones a una de las autoridades costeras implicadas en la zona especial –gran parte de los accidentes no ocurren oficialmente, ya que no hay registros–.

El santuario de Pelagos es un comedero crucial para las ballenas mediterráneas. La zona es “esencial para la alimentación”, describe el documento que se remitirá a la ONU ya que las condiciones meteorológicas y oceánicas permiten una mayor “producción primaria” como por ejemplo el krill del norte, base de la alimentación de ballenas.

En las aguas de Liguria se concentra el 67% de todos los rorcuales del Mediterráneo y casi la mitad de la población de cachalotes que luego usan el corredor de las Illes Balears en su migración hacia el océano Atlántico.

“El constante incremento de las actividades humanas en el Mediterráneo, particularmente el tráfico marítimo, combinado con los fenómenos ligados al cambio climático como la subida de temperatura del agua, la acidificación y la eutrofización, están debilitando su equilibrio”, resume este plan.

Aunque el cachalote y el rorcual puedan convertirse en especies simbólicas del choque –mortal–entre navegación y vida marina, en el noroeste mediterráneo nadan calderones, zifios o delfines mulares y listados.

El resumen que hace el documento es claro: “En lo que a los cetáceos se refiere, todas las especies que frecuentan esta área son muy vulnerables debido a que crecen lentamente, son longevos y se reproducen poco”. Y la mayoría de accidentes afectan a ejemplares inmaduros. No les ha dado tiempo a procrear cuando unas hélices siegan la parte del futuro de las ballenas que ellos portaban.