La Gran Muralla China representa una de las mayores demostraciones de poder y organización territorial que haya levantado un imperio en la Antigüedad. A lo largo de los siglos, distintas dinastías se esforzaron por reforzar su estructura, ampliar sus tramos y dotarla de tecnologías defensivas cada vez más complejas. Sus dimensiones, el entorno que atraviesa y la variedad de materiales empleados convierten la obra en un hito técnico sin comparación en su época.
Sin embargo, su apariencia inexpugnable escondía fallos logísticos, agotamiento social y costes desorbitados que, lejos de fortalecer al imperio que la alzó, terminaron generando una carga interna difícil de sostener. Así se confirma en el análisis del tramo Qin-Han, donde la Muralla dejó de ser una solución para convertirse en parte del problema.
La ambición imperial levantó una muralla imponente, pero no invulnerable
El estudio, publicado por el Journal of Archaeological Science y liderado por Zehao Li, de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Pekín, detalla que el levantamiento del sistema defensivo implicó el uso de 5,5 millones de días-persona solo para los muros principales del periodo Qin. Esta estimación, realizada a partir de trabajo de campo y modelos tridimensionales, excluye aún los puestos de vigilancia y otras infraestructuras asociadas.
A ese cálculo hay que añadir los 568.100 días-persona que requirió la construcción de las balizas de vigilancia identificadas, hasta 828 solo en el tramo Qin. Estos puntos elevados incluían muros, plataformas y estancias para soldados, lo que incrementó considerablemente la inversión de recursos humanos y materiales. Pero el verdadero coste se ocultaba en los desplazamientos forzados y el abastecimiento constante.
Como muestra el equipo de investigación, los obreros requerían una media de 1,66 litros de grano al día, que debía transportarse desde regiones centrales del imperio, ya que la zona fronteriza era seca y poco cultivable. Para sostener el suministro alimentario hacia el norte, se movilizaron más de 326.000 personas adicionales, lo que elevó la cifra total de implicados hasta los 13,5 millones. Esta movilización afectó entre el 34 % y el 67 % de la población del imperio, según las estimaciones demográficas de la época, que oscilan entre los 20 y los 40 millones de habitantes.
El transporte del grano agravó aún más la situación. A lo largo de 1600 kilómetros de trayecto, solo el 39 % del alimento llegaba a destino. El resto se consumía por los propios transportistas y animales de carga, lo que obligaba a multiplicar las expediciones para un solo resultado efectivo. En este punto, la logística se convirtió en un agujero por el que se desangraban los recursos estatales.
Los Han aprendieron de los errores, pero no eliminaron los sacrificios
La dinastía Han, que tomó el poder tras la caída de los Qin, también optó por construir murallas en la misma zona. Sin embargo, su estrategia fue distinta: acortaron tiempos, aprovecharon que la región ya estaba más poblada y cultivada, y redujeron la dependencia de suministros lejanos. Así lograron completar tramos más largos en apenas seis meses, con menor impacto humano. Aun así, los documentos históricos señalan que las dificultades siguieron presentes.
Según recoge el estudio, un fragmento del Shiji, las crónicas oficiales recopiladas por Sima Qian, muestra cómo la presión sobre la población se mantuvo elevada: “Los civiles sufrieron enormemente bajo estas cargas”. El texto menciona también el esfuerzo logístico por abastecer a las tropas, que provocó un desgaste en las reservas estatales.
La investigación no plantea que la muralla fuese la única causa del colapso de la dinastía Qin. Los autores explican que más que un origen, la muralla fue un reflejo de un modelo de poder que exigía demasiado a su población: “La construcción de la muralla no fue la raíz del colapso imperial; más bien, la tensión sistémica surgió de las reubicaciones fronterizas y el transporte logístico nacional requerido para sostenerlas”.
La carga sobre las espaldas del pueblo chino superó los límites de la obediencia, los recursos y la capacidad de resistencia. Aunque la muralla estaba diseñada para contener amenazas externas, acabó debilitando desde dentro la estructura que pretendía proteger.