Escocia desentierra el campo de fútbol más antiguo y pone en duda el relato fundacional del deporte

Nadie se fiaría de un vecino que cada tres generaciones vuelve a levantar el hacha. Durante siglos, Inglaterra y Escocia han mantenido una guerra constante y cargada de agravios. Batallas, reyes depuestos, tratados rotos y rivalidades encendidas han tejido un relato común que parece no encontrar tregua ni siquiera en lo que supuestamente une más que divide. Hoy, ese campo de batalla tiene porterías y líneas de cal. Porque ni el fútbol, al parecer, puede seguir siendo solo inglés.

Un reverendo escocés se convirtió sin saberlo en cronista del fútbol primitivo

Lo que pone en cuestión esa paternidad histórica no es una opinión moderna ni una reinterpretación de datos conocidos, sino una carta firmada hace casi 400 años. Su autor fue Samuel Rutherford, un ministro presbiteriano destinado entre 1627 y 1638 a una pequeña parroquia de Anwoth, en el suroeste de Escocia.

Allí, entre oficios religiosos y tareas agrícolas, el reverendo descubrió una costumbre local que le sacaba de sus casillas: los partidos de fútbol que se organizaban los domingos por la tarde en un terreno concreto de la granja Mossrobin. Aquella práctica, frecuente y bien establecida, fue descrita en una misiva con un detalle tan específico que siglos después acabaría removiendo los cimientos de la historia oficial del deporte más seguido del mundo.

El descubrimiento fue obra del historiador Ged O’Brien, que dio con la carta mientras revisaba archivos vinculados a Rutherford. Lo que a ojos de teólogos había pasado desapercibido, él lo interpretó como una prueba documentada de un tipo de fútbol organizado y recurrente, enmarcado en un espacio físico definido.

Para reforzar su hipótesis, viajó hasta el lugar exacto mencionado en el texto. Allí, con ayuda de un equipo de arqueólogos, identificó una alineación de 14 piedras enterradas que, según los análisis, fueron colocadas en la época referida por el reverendo. Su disposición indicaba que habían sido puestas como barrera para impedir que se siguiera utilizando el campo con fines deportivos.

En el programa A View from the Terrace de la BBC Scotland, O’Brien explicó que la reacción del reverendo fue tan concreta como simbólica. Según los registros, el religioso se dirigió a su comunidad después de un sermón y advirtió que “como las piedras alrededor de él eran testigos, estaban actuando mal”. Aquella frase revelaba no solo el conflicto entre religión y ocio, sino también la existencia de un espacio y un hábito que definían un tipo de juego reglado.

Si Anwoth tenía un campo, un horario y jugadores, ¿qué le faltaba al fútbol?

La importancia del hallazgo radica en que los partidos descritos se celebraban de forma regular y en un terreno delimitado, justo dos siglos antes de la fundación de la Football Association en Londres, en 1863. Frente al mob football medieval —una versión caótica y violenta en la que multitudes trataban de llevar una pelota hasta una zona sin reglas claras—, lo que se practicaba en Anwoth, según O’Brien, ya reunía varios elementos del fútbol moderno. Lo resume con una frase rotunda cuando recuerda la interpretación del texto: “Siempre pensó que el fútbol se ha jugado en Escocia durante siglos”.

La carta de Rutherford no hablaba de una simple reunión esporádica. El uso del mismo espacio cada domingo, justo tras el servicio religioso, el rechazo clerical y la reacción de la comunidad indican un hábito consolidado. No era una tradición de masas ni un deporte profesional, pero sí una expresión deportiva organizada dentro del tejido rural escocés. El detalle de las piedras refuerza la teoría de que el campo tenía límites reconocibles, aunque no oficiales, y que existía un acuerdo tácito sobre su uso.

Si se confirma su interpretación, el relato fundacional del fútbol moderno tendría que incluir a Escocia no como un personaje secundario, sino como punto de partida. En palabras del propio historiador, recogidas por la BBC: “Anwoth va a ser una de las piedras angulares de la nueva historia mundial del fútbol”.

El deporte rey puede seguir siendo inglés en sus normas escritas, pero sus primeras patadas organizadas quizás nacieron entre pastos escoceses, sin árbitros ni uniformes, pero con suficientes reglas no escritas como para volver a abrir la eterna disputa entre vecinos que nunca dejaron de mirarse con desconfianza.