El sonido de las motos cortando la oscuridad de la selva de Malasia, el sudor frío de la bióloga Elisa Panjang mientras intentaba no ser descubierta, y el riesgo de una confrontación con dos hombres armados. Así se presenta el escenario de una historia que está detrás de un animal único: el pangolín.
No es un simple mamífero cubierto de escamas; como publica Smithsonian Magazine, es el objetivo de una de las industrias de tráfico más devastadoras, y su realidad es una urgente muestra de que hay algo mucho más grande en juego que el bienestar de una especie: la conexión entre la medicina tradicional china y el colapso de todo un ecosistema.
El pangolín lleva millones de años jugando un papel esencial en los ecosistemas, devorando miles de insectos, especialmente termitas y hormigas, mientras mantiene el equilibrio natural de los bosques. Guardián de los bosques, lo llaman algunos. Pero su destino está ligado a un mercado que no tiene piedad: la medicina tradicional china, que demanda a estos animales por sus escamas. Un ingrediente cuyo uso en medicamentos no tiene ninguna evidencia científica, pero cuya leyenda se mantiene gracias a la industria.
La población de África puede acabar tan diezmada como la de Asia
Según Smithsonian Magazine, Panjang, que había dedicado su vida a estudiar y proteger a estos mamíferos, se encontraba con su equipo en una reserva natural de Malasia en 2017 cuando vio algo fuera de lo común. Luces brillando a través de la oscuridad, y dos hombres vestidos de camuflaje, armados y sospechosamente preparados.
No eran investigadores ni guardabosques, sino cazadores furtivos, probablemente buscando lo que muchos no pueden resistir: las escamas del pangolín. “La vida siempre es la prioridad”, pensó Panjang, que decidió retirarse discretamente para evitar cualquier conflicto, pero no sin antes anotar la ubicación de los intrusos.
A pesar de los esfuerzos de conservación, la situación es grave. La caza furtiva de pangolines ha alcanzado niveles alarmantes, y se estima que más de 800,000 pangolines fueron cazados en solo cinco años, una cifra que probablemente es mucho mayor. Aunque las poblaciones en Malasia y otras partes de Asia están casi extintas, la atención del tráfico ilegal se ha dirigido a África, en lugares como Camerún, donde los pangolines han sobrevivido durante siglos.
En Camerún, el comercio de pangolines comenzó como algo casi inocente. “No era nada serio”, recuerda Eric Kaba Tah, que lucha contra el tráfico de vida silvestre en el país, a Smithsonian Magazine. Sin embargo, la oferta de dinero fácil por parte de las redes de tráfico, principalmente originadas en China, convirtió a los pangolines en un producto de alto valor. Los traficantes comenzaron a reclutar a cazadores locales, ofreciéndoles grandes sumas de dinero por cada animal capturado. Las escamas, que antes se desechaban como algo sin valor, ahora son codiciadas por las mafias internacionales.
La legislación no termina de proteger a los animales
A pesar de las leyes más estrictas y de los esfuerzos por proteger a los pangolines, el comercio continúa. Las medidas tomadas en Camerún, como el aumento de las penas para los traficantes, han reducido las incautaciones, pero no lo han detenido por completo. La realidad es que el tráfico sigue a una escala impresionante, moviéndose a través de rutas en Nigeria y desde allí hacia China y Vietnam, los dos principales mercados de esta industria ilegal.
El vínculo entre la medicina tradicional china y este negocio oscuro es lo que mantiene vivo el tráfico de pangolines. Aunque China ha tomado algunas medidas enérgicas, como eliminar las escamas de pangolín de su lista de hierbas individuales y prohibir el consumo de su carne, las leyes nacionales siguen siendo insuficientes.
Las escamas de pangolín, aunque ya no están en la categoría oficial de ingredientes, siguen siendo utilizadas en productos medicinales fabricados por empresas farmacéuticas chinas, que continúan vendiéndolos, a menudo de manera legal, pero con fuentes de suministro que parecen cada vez más sospechosas.
Tal y como recoge Smithsonian Magazine, las políticas chinas parecen no cerrar el círculo, y la demanda sigue alimentando la caza furtiva. Aunque el pangolín chino está prácticamente extinto y los stocks internacionales deberían haberse agotado, las empresas farmacéuticas continúan produciendo estos productos como si nada hubiera cambiado. “Deberían haberse agotado por ahora”, dice James Toone, de la Environmental Investigation Agency, que subraya que el mercado sigue existiendo, alimentado por una demanda insaciable desde China.
No es solo una cuestión de conservación. La polémica está también en el mismo corazón de la industria de la medicina tradicional china, que se enfrenta a una creciente crítica por el uso de especies en peligro de extinción. Lixing Lao, un prominente defensor de la medicina tradicional de China, cree que el sector se está ganando una fama que no merece por culpa de estos negocios ilegales. “No queremos que nuestra reputación se arruine por estas actividades”, señala Lao, que aboga por alternativas a las escamas de pangolín.
La crisis del pangolín, que en un principio era simplemente la lucha por la supervivencia de una especie única, se ha transformado a gran escala. A pesar de los esfuerzos legislativos y la presión internacional, el futuro del pangolín sigue siendo incierto, cada vez más vulnerable a medida que el tiempo pasa y quedan menos ejemplares.