La enorme variedad de los perros empezó hace más de 10.000 años, mucho antes de las razas modernas que hoy se conocen

Héctor Farrés

18 de noviembre de 2025 13:41 h

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Los criadores de perros han conseguido que convivan en el presente razas tan diferentes como el galgo español, el bulldog francés o el border collie. La variedad es tan amplia que cada año aparecen nuevos tipos procedentes de cruces seleccionados por su comportamiento, su tamaño o la forma de su cabeza. Los registros oficiales incluyen ejemplares creados con objetivos estéticos o funcionales, desde los labradores cruzados con caniches para obtener animales de pelo hipoalergénico hasta los pastores australianos miniaturizados por selección genética.

Este mosaico de formas y proporciones refleja una tendencia humana persistente que busca modificar el aspecto de los perros para adaptarlos a entornos domésticos o laborales, un proceso que tiene un origen mucho más antiguos de lo que se creía.

La variedad actual tiene un origen mucho más antiguo de lo que se pensaba

Un estudio dirigido por la Universidad de Exeter y el CNRS francés, publicado en la revista Science, confirmó que la diversidad morfológica canina no surgió en la era victoriana, sino hace unos 10.800 años. Los investigadores analizaron 643 cráneos de cánidos, tanto modernos como arqueológicos, para reconstruir su forma mediante modelos tridimensionales.

Los resultados mostraron que, en el Mesolítico y el Neolítico, los perros ya presentaban proporciones distintas entre sí, con cráneos más cortos y anchos que los de los lobos. Allowen Evin, del Instituto de Ciencias Evolutivas de Montpellier, explicó que aquellos animales “mostraban aproximadamente la mitad de la variación craneal que se observa en los perros actuales”.

El hallazgo se apoyó en restos encontrados en el yacimiento mesolítico ruso de Veretye, donde apareció el perro doméstico más antiguo identificado hasta la fecha, de unos 11.000 años de antigüedad. Los análisis de otros ejemplares hallados en América y Asia, con edades comprendidas entre 8.500 y 7.500 años, mostraron similitudes morfológicas con los canes actuales, lo que sugiere una temprana adaptación a la convivencia humana. Estos animales no correspondían a razas en el sentido moderno, pero sí a poblaciones con funciones diferenciadas, como la caza, el pastoreo o la compañía.

La evolución del cráneo canino ofrece pistas sobre cómo influyeron los humanos en su desarrollo. Evin señaló que “la domesticación no es un proceso simple, sino que debe considerarse un proceso gradual y continuo que se desarrolló a lo largo de miles de años”. Los cambios no se limitaron a la selección humana, sino que también intervinieron factores ambientales, como la dieta y el clima. Los perros que convivían con agricultores, pastores o cazadores evolucionaron hacia morfologías adaptadas a cada tipo de tarea, lo que generó diferencias importantes incluso dentro de una misma región.

Los estudios genéticos demuestran que los perros acompañaron a las migraciones prehistóricas

El segundo estudio publicado en Science, dirigido por Shao-Jie Zhang, analizó 17 genomas de perros antiguos de Siberia, Eurasia Central y China, con dataciones de entre 9.700 y 870 años. Los resultados mostraron que los animales viajaban con las poblaciones humanas durante sus desplazamientos y servían como recurso de intercambio entre comunidades. Los linajes árticos se detectaron en grupos de cazadores-recolectores con orígenes distintos, lo que demuestra que los perros formaban parte de las redes sociales y económicas prehistóricas. Este patrón de movilidad consolidó su papel como compañeros y trabajadores en las primeras sociedades.

La arqueóloga María Saña, de la Universidad Autónoma de Barcelona, participó en el análisis de restos procedentes de siete yacimientos de la península ibérica. Indicó que los cráneos estudiados “documentan la continuidad del vínculo entre humanos y perros en distintas formas de economía y ocupación del territorio”. Para ella, la relación entre ambos “fue desde sus inicios mucho más compleja y diversa de lo que se pensaba”. Considera que, en el futuro, los avances en genética y bienestar animal generarán una cría más sostenible, en la que la selección priorice la salud frente al aspecto físico.

La investigación de Exeter y CNRS replantea la historia de la diversidad canina al demostrar que los primeros perros ya presentaban una amplia gama de formas y tamaños. Las evidencias arqueológicas y genéticas sitúan el origen de esta variabilidad en el final del Pleistoceno, cuando los lobos comenzaron a convivir con los humanos. Desde entonces, la relación entre ambas especies ha generado transformaciones continuas que hoy se expresan en el bulldog inglés, el husky siberiano o el perro salchicha, tres ejemplos que reflejan hasta qué punto la morfología canina sigue siendo un espejo de las decisiones humanas.