Así será la misión que la NASA lanzará en 2029 con dos rovers y un brazo robótico en la Luna

La NASA ha adjudicado a la empresa estadounidense Firefly Aerospace un contrato de 176,7 millones de dólares para llevar a cabo una ambiciosa misión en el marco de su programa Artemis. La operación, que aterrizará en la región del Polo Sur de la Luna en 2029, incluye el envío de dos vehículos exploradores y tres instrumentos científicos diseñados para estudiar el regolito, buscar recursos como el hielo y preparar el terreno para futuras misiones tripuladas. Esta entrega forma parte de la iniciativa CLPS (Servicios de Carga Útil Lunar Comercial, por sus siglas en inglés), con la que la agencia busca acelerar la presencia humana sostenible en la superficie lunar.

La misión, denominada Blue Ghost 4, será la cuarta de Firefly en el marco del programa CLPS y la primera que combina múltiples rovers e instrumentos estacionarios en una misma operación. El objetivo es estudiar en detalle la composición química de una de las zonas más enigmáticas de la Luna: las regiones permanentemente en sombra del Polo Sur, consideradas clave para el futuro de la exploración espacial. En esta ocasión, la NASA colaborará con la Agencia Espacial Canadiense (CSA) y la Universidad de Berna (Suiza), lo que añade una dimensión internacional a la misión.

Tecnología autónoma y análisis del regolito

Uno de los protagonistas de esta entrega será MoonRanger, un microrover autónomo desarrollado por la Universidad Carnegie Mellon y Astrobotic, en colaboración con el Centro de Investigación Ames de la NASA. Este pequeño vehículo recorrerá de forma independiente la superficie lunar, captando imágenes y datos de telemetría, y analizará la presencia de volátiles que contienen hidrógeno gracias a su espectrómetro de neutrones. Su despliegue permitirá evaluar las capacidades de exploración autónoma en un entorno tan hostil como el del Polo Sur lunar.

Otro instrumento clave serán las cámaras estéreo para estudios de la columna lunar, que aplicarán técnicas de fotogrametría e iluminación activa para registrar el impacto del descenso del módulo de aterrizaje sobre el suelo lunar. El análisis de estos datos será fundamental para entender la erosión del regolito y anticipar los efectos del alunizaje de futuras naves más pesadas, en un contexto donde la logística de superficie será cada vez más compleja.

El conjunto de retrorreflectores láser, desarrollado por el Centro Goddard de Vuelo Espacial de la NASA, aportará un elemento singular: estos reflectores permitirán medir con gran precisión la distancia entre las naves en órbita y el punto de alunizaje, sin necesidad de suministro eléctrico. Se espera que sirvan como marcador de posición permanente durante décadas, lo que puede resultar clave para las operaciones lunares del futuro. La Agencia Espacial Canadiense (CSA), por su parte, contribuirá con un rover diseñado específicamente para resistir las duras condiciones de las regiones en sombra. Equipado con cámaras estereoscópicas, espectrómetros y sensores térmicos e infrarrojos, el vehículo podrá operar durante al menos una noche lunar y permitirá estudiar con más detalle las propiedades del terreno y sus posibles recursos, como el hielo de agua.

Excavación robótica y análisis químico

Uno de los desarrollos más sofisticados será el Espectrómetro de Masas de Ionización Láser, fabricado por la Universidad de Berna. Este sistema incluirá un brazo robótico y una pala de titanio que Firefly desplegará para excavar el regolito lunar. A través de un láser pulsado, el instrumento permitirá analizar la composición química grano a grano, detectando diferencias respecto a las muestras recogidas durante el programa Apolo. Estos datos contribuirán a entender mejor la evolución geológica de la Luna y su potencial como fuente de recursos.

Para la NASA, esta misión representa un paso más hacia su objetivo de establecer una presencia humana a largo plazo en la Luna y preparar el salto hacia Marte. “Estas investigaciones generarán conocimientos cruciales para la sostenibilidad futura”, ha afirmado Joel Kearns, administrador asociado adjunto de la Dirección de Misiones Científicas de la NASA. Firefly ya ha completado con éxito su primera entrega en marzo de 2025, cuando alunizó en la cara visible de la Luna con diez cargas útiles de la NASA. Su segunda misión, prevista para 2026, combinará el lanzamiento de un satélite en órbita lunar con un aterrizaje en la cara oculta. En 2028, llevará seis experimentos a los Domos de Gruithuisen. Con este nuevo encargo, la compañía refuerza su papel como socio estratégico de la NASA en el regreso humano al satélite terrestre.