Hoy en día utilizar un tenedor para comer un filete, un trozo de tortilla o unos macarrones es algo que está totalmente normalizado en Europa. Sin embargo, este no siempre se utilizó de la forma en que la que lo hacemos habitualmente ahora. De hecho, tuvieron que pasar miles de años para que el tenedor se convirtiera en un cubierto de mesa.
Es cierto que los primeros tenedores empezaron a utilizarse en el Antiguo Egipto, Grecia y Roma, tal como ha demostrado la evidencia arqueológica. Sin embargo, en estos primeros momentos, estos no se utilizaban para comer, sino principalmente para manejar la comida: sujetar la carne mientras se cortaba o cocinaba, por ejemplo.
El tenedor de mesa individual apareció siglos después, durante el Imperio Bizantino. Este pequeño utensilio de dos púas empezó a ser utilizado por la nobleza bizantina para pinchar trozos de comida. En aquel momento, esta práctica no era común en Europa, donde todavía se usaban las manos para comer. Entonces ¿cómo llegó el tenedor hasta los territorios europeos?
Los matrimonios entre la nobleza
La respuesta está en los matrimonios que tuvieron lugar entre la nobleza bizantina e italiana. Una de las historias más sonadas es la de Teodora Anna Doukaina, que se casó con un noble de Venecia y escandalizó a la ciudad al negarse a comer con los dedos. La princesa bizantina usó en su lugar un tenedor de oro, un lujo que los italianos consideraban innecesario y que incluso los más religiosos relacionaban con el pecado.
Años después, el tenedor empezó a utilizarse en las cortes de Florencia y Venecia, donde los nobles lo usaban principalmente para comer pasta y fruta. Poco a poco, este utensilio se convirtió en un signo de elegancia y limpieza, ya que permitía comer sin tener que mancharse las manos de grasa, salsa y otros restos.
Así, la gran embajadora del tenedor no fue otra que una mujer de la nobleza italiana. Catalina de Médici (1519-1589) nació en el seno de la poderosa familia florentina Médici. Con solo 14 años, se casó con el futuro rey Enrique II de Francia, una alianza que también fue clave en esta historia. De hecho, fue ella quien introdujo el tenedor en la corte francesa el día de su boda.
Al principio, los franceses también renegaron de utilizar el tenedor para comer, pero poco a poco este utensilio se fue integrando en la cocina francesa. De Francia pasó a Inglaterra y Alemania, donde al principio su uso estaba reservado a nobles y poderosos. Pero el tenedor salió de la corte y, para el siglo XVIII, ya era parte esencial de las mesas de casi toda Europa.