La comida rápida ya existía en la antigua Roma y Pompeya lo demuestra
Salir tarde del trabajo, cruzar la ciudad sin tiempo que perder y, justo cuando se recuerda que la nevera está vacía, aparece un cartel iluminado con la promesa de comida lista en minutos. La comida rápida es ese comodín que soluciona días frenéticos, el salvavidas de quienes no pisan una cocina desde hace semanas.
Aunque hoy las opciones incluyen desde hamburguesas hasta sushi, la idea no es nueva. De hecho, se remonta siglos atrás y encontró una de sus versiones más curiosas entre piedras cubiertas de ceniza. Un mostrador, un par de recipientes embutidos en él y algo más que restos bajo la lava lo confirman.
Una solución exprés para estómagos sin recursos
La imagen de un pato, un gallo y un perro con collar, todo pintado con vivos colores, forma parte de uno de los mostradores más antiguos que se conservan. Es el thermopolium hallado en la zona de Regio V, en Pompeya, y tenía poco que envidiarle a un puesto de comida callejera actual. Entre los ingredientes representados en los frescos se identifican animales que se servían cocinados, y justo al lado, un grafiti que en traducido decía: “Nicias cagón desvergonzado”.
Es una inscripción que, según los arqueólogos, probablemente iba dirigida al propietario del lugar. El insulto, conservado bajo metros de ceniza volcánica, apareció justo junto a la figura del perro, en la parte visible del mostrador.
Lejos de servir únicamente para alimentar, estos lugares reflejaban cómo funcionaban las ciudades romanas. Las familias con menos recursos no disponían de cocinas en casa, así que estos negocios cumplían una función esencial en su día a día.
Mientras los más ricos organizaban banquetes con esclavos preparando platos elaborados, quienes vivían con lo justo recurrían al thermopolium para conseguir comida caliente. Hasta ochenta establecimientos de este tipo se han encontrado en toda la ciudad, lo que confirma su peso en aquella época.
Entre los restos encontrados hay huesos de cerdo, cabra, pescado, pato, así como conchas de caracol y fragmentos de vajilla rota. Todo apunta a una dieta variada y con sabores intensos. Según se recogió en The Guardian, los platos más comunes incluían vino especiado, lentejas, pescado salado y queso al horno. En una de las tinajas, incluso quedó atrapado un olor que, en palabras de los expertos que la abrieron por primera vez, todavía recordaba al vino.
El descubrimiento se produjo durante las excavaciones realizadas en 2019 y aportó nueva información sobre cómo era la vida cotidiana antes de que la erupción del Vesubio en el año 79 d.C. lo cubriera todo.
La zona de Regio V, donde se encuentra este thermopolium, sigue siendo una de las partes más activas del yacimiento, con excavaciones iniciadas en los años sesenta.
En el mismo sector se han encontrado también otros elementos de gran interés, como un esqueleto que podría ser el del propio propietario del local, además de joyas y amuletos que podrían haber pertenecido a una mujer relacionada con prácticas de magia. Junto al restaurante, también se han abierto parcialmente al público partes de la Casa del Jardín y la Casa de Orión.
Del thermopolium al takeaway: lo que no ha cambiado en 2.000 años
Massimo Osanna, que fue director del parque arqueológico de Pompeya, explicó tras el hallazgo que este tipo de descubrimientos “permiten entender mejor la dieta y el modo de vida de los pompeyanos”.
A través de detalles como los frescos o la disposición de los dolia —los grandes recipientes de barro incrustados en el mostrador—, se puede reconstruir no solo lo que comían, sino cómo se relacionaban en torno a la comida.
Que un lugar pensado para comer rápido haya sobrevivido miles de años revela hasta qué punto comer y vivir estaban entrelazados. Hoy sigue siendo igual. Cambian los menús, se sustituyen los nombres, pero la idea de llevarse algo caliente al estómago a un precio razonable permanece. Y en eso, Pompeya se adelantó siglos.
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