Irati en otoño: hayas, abetos y mucho más

La Selva de Irati en otoño, en Navarra.

Roberto Ruiz

Irati, en el norte de Navarra, es el segundo hayedo-abetal más grande y mejor conservado de Europa. Esa característica es lo que le permite ser uno de los bosques más famosos de España, y lo que le hace convertirse en un auténtico espectáculo de color cuando en otoño baja la temperatura y los verdes se tornan amarillos, rojos, ocres y dorados. Ese momento en el que el suelo del bosque se cubre de hojas que contrastan con auténticas y frondosas moquetas de musgo. 

Irati es un lugar privilegiado donde conviven hayas, abetos, sauces, olmos, robles y helechos. Es un entorno idílico en el que disfrutar de la naturaleza a través de múltiples senderos de todo tipo, y en el que respirar aire puro, dejarse cautivar por los olores del otoño y olvidarse de todo lo demás. Pero Irati es grande, enorme, y además de sus bosques más famosos hay mucho más que también merece la pena conocer y visitar. Por lo que una vez que tengamos la ropa de montaña y las botas de trekking listas y dispuestas, es momento de poner rumbo a Navarra para disfrutar de Irati en todo su esplendor.

La Selva de Irati de los colores

Los colores del otoño son los que dan fama a Irati, y para disfrutarlos como en ningún otro lugar hemos de dirigirnos a su corazón. Para empezar por buen pie y haciéndonos una buena composición de lugar, un buen punto de inicio puede ser el mirador de Ariztokia, desde donde la geografía del valle de Aezkoa se extiende ante nosotros. 

Para llegar a esa Selva de Irati de la que tanto hemos oído hablar tenemos dos opciones: entrando desde el valle de Aezkoa o desde el valle de Salazar. En el caso del Aezkoa lo haremos desde Orbaizeta, y si optamos por el de Salazar será desde las proximidades de Ochagavía. Si partimos desde Orbaizeta nuestro objetivo será llegar al Punto de Información de Arrazola, desde el que parten dos senderos, o desde donde podemos continuar en coche hasta la presa del embalse de Irabia, donde también podemos caminar largo y tendido rodeando la masa de agua, entre otras opciones. Pero si partimos desde Ochagavía será el Centro de Acogida Casas de Irati el que nos llevará hasta lo más profundo del bosque. Desde él parten algunas de las rutas más míticas del lugar, como la que nos lleva hasta la cascada del Cubo y la senda del río Urbeltza, o la que nos conduce al bosque de Zabaleta, entre muchas otras opciones, como el sendero transfronterizo de Errekaidorra. 

El Irati de las alturas

Irati tiene una extensión de 17.100 hectáreas y, más allá de sus famosos bosques de hayas y abetos, se compone de prados de montaña moldeados por pastores a lo largo de generaciones y generaciones, tanto en territorio español como francés. Entre ovejas, vacas y caballos que comparten pastizales se cuentan unas 60.000 cabezas de ganado, mientras que las bordas que utilizan los pastores salpican todo el paisaje conforme nos desplazamos hacia los confines de Irati.

Para disfrutar de un paisaje totalmente distinto al vivido en la Selva de Irati, podemos empezar por subir al Alto de Azpegi, donde el ganado comparte el prado con crómlechs y dólmenes, representaciones del megalitismo funerario que aquí tuvo lugar sobre el año 1800 a.C. Solo habremos tardado unos 15 minutos desde Orbaizeta y el entorno habrá cambiado por completo.

Si continuamos por la NA-2030 en dirección norte, no tardaremos en llegar a la frontera con Francia, donde un monumento en forma de crómlech rememora los más de 500 años del pacto de facería entre los valles de Aezkoa y Garazi con el que desde entonces se comparten tierras de pastoreo entre diferentes municipios, en este caso 20 de Garazi y 9 de Aezkoa. Si seguimos un poco más ya en tierras francesas, y tras una pequeña caminata, podemos acercarnos a la cueva de Arpea, una formación rocosa considerada el establo más antiguo de los Pirineos, pues hace unos 6.000 años ya se utilizaba para guardar el ganado. En los estratos de la roca, si nos fijamos, podemos encontrar restos fósiles marinos de cuando esta elevación, ahora a unos 850 metros de altitud, pertenecía al fondo marino.

Las huellas del pasado: hórreos, fábricas de munición y rutas defensivas

Hay muchos elementos del pasado que nos siguen contando la historia de Irati a día de hoy. En el valle de Aezkoa, por ejemplo, se conservan 15 hórreos de los 22 que aún quedan en toda Navarra. Levantados en su día para la conservación del cereal, hoy están declarados Bien de Interés Cultural. La mayoría se concentran en Aria, Hiriberri y Orbaizeta, donde es fácil hacer un alto en el camino e imaginarnos ante ellos cómo fue esa época no tan lejana en la que los hórreos eran un elemento básico de conservación del alimento.

Pero para conocer uno de los lugares más emblemáticos y con mayor historia de Irati, no debemos pasar por alto visitar la Real Fábrica de Armas y Municiones de Orbaizeta. O al menos, lo que queda de ella. La riqueza maderera, la existencia en la zona de minas de hierro y los cursos de agua abundantes motivaron la creación entre 1784 y 1808 de esta fábrica, que prácticamente era una población. Hoy aún podemos adentrarnos en sus ruinas y ver cómo los molinos movidos por el agua animaban los fuelles que alimentaban los hornos que fundían el metal, e imaginar cómo en diversos moldes se fabricaba la munición que sobre todo era destinada a las colonias de Ultramar.

Gracias a los paneles informativos y a las recreaciones gráficas no es difícil hacerse una idea de la magnitud que esta fábrica tuvo en su momento, y del importantísimo papel estratégico que jugó para la industria militar en el norte de España. Se calcula que unos 150 trabajadores y sus familias vivían de ella, y que llegó a tener una producción de unas 3.600 bombas anuales. Pero en 1884, tras un siglo de actividad y un gran incendio, se aceleró su abandono y cesó su producción. La Real Fábrica de Armas y Municiones de Orbaizeta es de acceso libre y gratuito, por lo que es altamente recomendable marcarla en nuestro itinerario para no dejar de visitarla.

Para quienes quieran ir un paso más allá y aprender un poco más sobre el papel que ha jugado esta tierra navarra a lo largo de la historia, puede ser interesante mencionar que existen rutas de senderismo centradas en puntos defensivos. Una de ellas es la Ruta de los Búnkeres, en la que a través de dos itinerarios se pueden ver casi 60 de estos emplazamientos de defensa, y otra la Ruta Wellington, en la que a través de senderos de montaña en plena frontera podemos ver trincheras de las guerras de la Convención y de la Independencia.

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