Una ruta de senderismo mágica en el País Vasco: laberintos de árboles y troncos en un bosque milenario

En el extremo oriental de Álava, a escasos kilómetros de la frontera con Navarra, se extiende la Sierra de Entzia, un espacio natural poco intervenido donde el bosque y la roca conviven en equilibrio. Allí, ocultos entre la vegetación y el relieve kárstico, se encuentran dos formaciones conocidas como los laberintos de Arno y Katarri, verdaderos corredores de piedra y vegetación que conforman uno de los paisajes más singulares de Euskadi.

Sin señales llamativas ni construcciones artificiales, este entorno invita a caminar en silencio por un hayedo milenario donde el tiempo parece haberse detenido. Este paraje forma parte de un conjunto montañoso más amplio, el macizo Urbasa‑Entzia, y se encuentra integrado en la Red Natura 2000 como Zona Especial de Conservación.

Su riqueza ecológica y geológica ha llevado a su protección institucional, aunque su acceso es libre y no requiere de autorización. Los visitantes que se aproximan al lugar lo hacen habitualmente desde el puerto de Opakua, a más de mil metros de altitud, donde una pista da comienzo a un recorrido de baja dificultad física pero alto valor paisajístico y natural.

El territorio está gestionado de forma comunal a través de la figura de la Parzonería General de Entzia, una fórmula de propiedad compartida entre varios municipios que ha garantizado durante siglos un equilibrio entre el uso ganadero tradicional, la conservación del medio y el respeto al entorno. En este contexto, los laberintos naturales de Arno y Katarri emergen como joyas discretas, desconocidas para muchos pero valoradas por quienes se adentran en este paisaje de silencio y piedra.

Un recorrido entre formaciones kársticas y hayedos centenarios

El inicio habitual del sendero se sitúa en el aparcamiento conocido como Majada de Mezkia o “de los Alemanes”, junto a la carretera del puerto de Opakua. Desde allí parte una pista forestal que se interna en el corazón del hayedo de Entzia. Tras un corto tramo inicial se cruza la balsa de Iturbaz, también denominada Iturbeltz. El recorrido avanza entonces entre un denso arbolado de hayas, muchas de ellas de porte irregular y raíces expuestas, cubiertas de musgo y líquenes, que confieren al entorno un aspecto casi escultórico.

El primer destino destacado es el laberinto de Arno, una formación caliza donde el paso del tiempo y la acción del agua han esculpido estrechos pasadizos, oquedades, puentes de roca y pequeñas grutas. En este lugar sobresale el Arco de Zalanportillo, un arco natural de unos 15 metros de altura que se encuentra parcialmente oculto por la vegetación. Aunque el sendero no está señalizado oficialmente, se han ido formando pasos reconocibles y los excursionistas más experimentados acostumbran a compartir sus trazados mediante aplicaciones móviles.

Desde Arno, quienes deseen prolongar la ruta pueden continuar hacia el monte Lazkueta (1.123 m), un pequeño ascenso desde el que se accede al segundo punto clave del itinerario: el laberinto de Katarri. Esta formación, de menor extensión que la anterior, también ofrece estrechos corredores entre bloques de roca cubiertos de vegetación. En su interior se encuentra otro arco natural, de menor tamaño que el de Arno, así como restos de canalizaciones antiguas e hitos de piedra utilizados para la orientación. El retorno puede realizarse cerrando un bucle circular que enlaza con la pista de inicio.

En total, la distancia recorrida varía según la ruta escogida: unos 6 kilómetros en la versión lineal que llega hasta Arno y regresa, y entre 8 y 8,5 kilómetros si se realiza el circuito completo incluyendo Katarri y Lazkueta. El desnivel acumulado oscila entre los 80 y los 160 metros, con un tiempo estimado de entre 3 y 4 horas. La dificultad técnica es baja, lo que convierte a esta ruta en una opción apta para senderistas ocasionales y familias, siempre que se acuda con calzado adecuado, ropa impermeable y algún sistema de orientación.

Un enclave natural protegido y de alto valor arqueológico

La Sierra de Entzia está compuesta por roca caliza, configurada por procesos de disolución del terreno que han originado dolinas, lapiaces, simas y otras formas típicas del relieve kárstico. Este tipo de geología es responsable de la creación de los pasillos y formaciones que caracterizan los laberintos de Arno y Katarri.

Además, el suelo del hayedo permanece húmedo durante gran parte del año, favoreciendo la proliferación de musgos, hongos y helechos, que completan la imagen de un bosque antiguo y cerrado. El bosque en sí está compuesto principalmente por haya atlántica, aunque también pueden encontrarse ejemplares de acebo, serbal y algunos robles dispersos.

Si vas a visitar espacios naturales, recuerda la importancia de respetar el entorno y sigue las guías y recomendaciones oficiales para no poner en peligro el lugar ni tu integridad física.