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Paisajeando: rutas senderistas en las que el niño guía al adulto

Tres rutas y tres cuentos

Sonsoles Valenzuela / Sonsoles Valenzuela

Generación tras generación, curiosidad tras ingenio, los cuentos han sido transmitidos de forma oral o impresa de adultos a niños, de niños a niños, de adultos a adultos. En el caso de los Alpes italianos, las narraciones acompañaban con su sonido a los niños en las rutas de senderismo, una de las aficiones más habituales de las familias que vivían en estas montañas. Así fue la infancia de Elena Meregalli y Michela Ghislanzoni, italianas de nacimiento y residentes en Sevilla desde hace un decenio, que, fruto de su experiencia y pasión por el senderismo (unidos a su maternidad y a la mirada que se despierta en ella), han publicado el libro Paisajeando. Senderismo en familia por Andalucía. El punto de partida es Huelva. Para su próxima publicación, que ya están elaborando, el epicentro será Sevilla.

Como muestra, Elena y Michela muestran tres divertidas rutas de las 15 recogidas en el libro. Y lo hacen con una tierna advertencia: “la clave no está en el final y la contemplación del paisaje, sino en las castañas, las piedras y la charquita con renacuajos que hay por el camino”. Es decir, cambian las miradas y roles. En Paisajeando es el niño quien guía al adulto.

“El juego está en el recorrido”

Las 15 rutas que han trazado y recopilado en esta publicación están dirigidas a todas las familias a las que les guste pasear y “son aptas para piernas pequeñas”. Más y menos conocidas y de mayor y menor nivel de dificultad, vienen explicadas con mapas y todo tipo de consejos e indicaciones (coordenadas, tiempo de recorrido -medido por el paso de los pequeños- estación del año idónea, tipo de ropa, agua potable o no, aparcamientos y merenderos...) Hasta aquí, más o menos lo típico de cualquier guía.

A partir de aquí, su mayor originalidad: estas guías están escritas en un lenguaje sencillo y divertido para que sean los niños y las niñas quienes, además de elegir la ruta, guíen a sus acompañantes adultos a través de ella, enseñándoles a mirar con sus ojos. Porque, como han comprobado Elena y Michela en ellas mismas, en otros de su altura y en sus hijos y otros niños, hay una marcada diferencia: “para los adultos el objetivo es llegar al final de la ruta. Para los niños, el juego está en el recorrido. En el sendero y los árboles, los riachuelos y los bichos”. Dicho esto: caminantes, ¿caminamos?

1. Un viaje al planeta Marte.

“Érase una vez un pequeño marciano que se aventuró hacia el planeta Tierra. Después de mucho buscar encontró un río que se parecía a su planeta, y decidió quedarse allí. Pero se aburría solo, hasta que un día unos niños que pasaban por allí…”

N 37º 26.969’ / W 6º 34.161’

Longitud idea y vuelta: A 3,6km – B 6,4 km – C10,6 km

Quizá ya has ido a Río Tinto, también conocido como Marte por su coloración roja y otras analogías con este planeta, a excepción de que no está en el Espacio. Quizá has ido, pero no como te proponen en esta ruta. Para empezar, olvídate de pagar por conocerlo.

Es un camino lineal que discurre todo el tiempo al lado del río Odiel y que han dividido en tres tramos para que juegues con el nivel de dificultad (A: bajo, B: medio, C: alto). Sea cual sea tu elección, comenzarás en el Embalse del Corumbel y, según el nivel de destreza elegido, llegarás al molino de Cascajal (A), a río Tinto (B) o al puente de los Manantiales (C).

Al ser una zona soleada y sin sombra, es ideal para días nublados. En ella veremos el embalse, una antigua vía del tren minero… incluso piedras en el suelo que para los niños, en lugar de piedras serán “huevos de dragones de dinosaurios y trozos de asteroide caídos de Marte”.

¿Cómo relatar esta ruta para los pequeños? Con ideas como esta: “La descomposición de los minerales de esta agua que hacen que sea roja, ¡absolutamente roja!, es por unos microorganismos llamados los quimiolitotrofos o ”comepiedras“. Son lo más parecido que tenemos a unos marcianos. ¡La mismísima NASA se ha interesado por este ambiente y sus diminutos habitantes! Vamos a conocerlo, ¿no?”

2. Rivera de Santa Ana. Riscos de Levante.

“Érase una vez un gigante al que le gustaba comer piedras, y las que más le encantaban eran los riscos; por ello se vino hasta los Riscos de Levante, donde estaban los más ricos. Mientras estaba aquí, entabló amistad con…”

Coordenada: N 37º 51.919’ / W 6º 43.018’

Longitud: A 3,6 km- B 5m

Una ruta circular bastante sombreada y de dificultad baja: “puentes de madera, un paraje natural de piedras puntiagudas, un horno de cal y pocos kilómetros. Una combinación perfecta para vuestros primeros paseos”. Para los niños, recomendada a partir de los tres años de edad. Entre una hora y próxima a las dos horas de recorrido, según el nivel por el que te animes. Consejo: llevar ropa y zapatos de repuesto y bañador.

Empieza y termina en la plaza Aldea de la Presa, a un kilómetro de Santa Ana la Real. De las cuatro calles que hay toma la de frente, a espaldas de la carretera principal. Uno de sus tramos más bonitos es un Bosque de Ribera con varios puentes de madera. Antes de cruzar el segundo, es un buen momento para parar a jugar. “Cuando llegues a la finca El Molino, en la que verás muchos cerditos, toma una decisión. Dar la vuelta o seguir”. Si optas por lo segundo, pasarás por un arroyo hasta llegar a los Riscos de Levante, un lugar peculiar en el que hay piedras glomeradas de más de 15 metros de altura. En el camino de vuelta, encontrarás el Horno de Puerto Molino. Cuando continues y veas una gran casa blanca, sabrás que estás llegando de nuevo a la aldea.

3. El arroyo Carabaña (Cortegana)

“Erase una vez un arroyo que no lograba encontrar al mar. Por más vueltas que diese por colinas y montañas, nunca llegaba a la playa. A veces veía la costa desde lejos y trataba de ir hacia allá, pero al final siempre acababa en un bosque o en un valle, hasta que un día…”

Coordenadas: N 37º 54.820’/ W 6º 49.051’

Longitud: 6,2 km.

¡Allá vamos a los máximos! Porque esta ruta es de dificultad alta, para los más atrevidos y sobre todo para quienes estén acostumbrados a andar y practicar senderismo. Para los niños, está recomendada a partir de los cinco años. Es un recorrido circular (comienza y termina en la calle Encina de Cortegana), de una duración de poco más de dos horas, todo en sombra. Conoceréis algunos antiguos molinos hidráulicos, cruzaréis varias veces el arroyo, en los muros de piedras observaréis el “ombligo de venus” (una planta que sirve de tirita, porque con su piel blanca taparéis vuestras heridas, las que esperamos que no os hagáis). ¿Estáis listos?

Durante el trayecto llegaréis a arroyo Carabaña, que hay que bordear y vadear para continuar la ruta. En él, arrojar algunos palos al agua es una gran forma de diversión, también guardárselos para cruzar el arroyo construyendo un puente. Mientras lo bordeáis pasaréis junto a un molino harinero y en el camino de vuelta, para descansar, por una pequeña cascada que hay junto a unos álamos. Su dificultad está en que, a diferencia de lo que nos gustaría, la ruta comienza con un descenso y el ascenso se hace a la vuelta.  El descenso se hace por un tramo conocido como “la subida del reventón”. A la vuelta, subiremos por un tramo más suave. Para este momento, la propuesta es entretenerse con algunos chistes:

“¿Quién es el único capaz de hablar todos los idiomas del mundo? El eco”.

“¿Cuál es la planta que camina? La planta de los pies”.

“¿Cuál es el animal que anda con una pata? Pues el pato”.

Y, ¿qué es lo mejor para animar durante la subida? Saber que cuando lleguemos a la meta veremos a lo lejos y en lo alto de la colina ¡el castillo! Como estaréis cansados, ir a visitarlo en coche es una gran opción.

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