Rescatados dos cuerpos tras una fractura del helicóptero durante el izado

El buque 'EDT Ares', en la Base Naval de la capital grancanaria. (EFE/Ángel Medina G.)

Teresa Cárdenes

Las Palmas de Gran Canarias —

El peor de los escenarios posibles se abrió este lunes bajo la superficie del océano cuando, al ser izado el helicóptero del SAR caído al mar el 19 de marzo a 37 millas de Gran Canaria, un desprendimiento parcial de la nave accidentada provocó la pérdida en el mar de dos de los cuerpos de los cuatro militares que fallecieron hace un mes atrapados en su interior.

El dato, confirmado durante la noche del lunes por el Ministerio de Defensa, golpea a las familias cuando la tensión de la espera y la desesperación acumulada durante el largo mes transcurrido después de la tragedia pasa ya una terrible factura emocional a los que aguardan en tierra. El robot submarino Remora II que lleva a bordo el barco EDT Ares ha vuelto a sumergirse inmediatamente después de la extracción parcial del helicóptero para tratar de encontrar los dos cuerpos perdidos y el resto de la nave.

El optimismo de la mañana del lunes se transformó súbitamente en la peor de las noticias: el anuncio por el Ministerio de Defensa de un rescate parcial que parte literalmente por la mitad la esperanza de las familias de que, después de la tragedia del 19 de marzo, al menos sus hijos pudieran regresar juntos a tierra, como juntos partieron hacia el entrenamiento que les costó la vida.

Era una maniobra extraordinariamente compleja a realizar desde el EDT Ares fletado por la compañía Phoenix International Holding: posicionar el barco exactamente sobre la ubicación confirmada del helicóptero siniestrado, hacer maniobrar el robot submarino Remora II en busca de un hendidura desde la cual atrapar la nave con un gancho y hacerlo emerger cuidadosamente hacia la superficie a lo largo de 2.362 inacabables metros. Un recorrido que, incluso sin carga, un robot submarino tardaría en hacer aproximadamente dos horas y media, a razón de una hora por cada mil metros recorridos, aproximadamente.

Las tareas de izado marchaban bien hasta primeras horas de la tarde de este lunes y, de hecho, la única confirmación que se esperaba en tierra, tanto en el Mando Aéreo de Canarias como en la Delegación del Gobierno, es que en cuestión de apenas “unas horas”, o como muy tarde en la mañana del martes, concluyera el rescate y pudiera trasladarse a las familias la noticia de la recuperación de todos los restos mortales. Los parientes más próximos de los militares fallecidos en el accidente ya habían despejado una duda dramática en la madrugada del domingo, cuando el Ejércico del Aire les notificó la localización exacta de la nave y también la certeza de que los cuatro cuerpos de los militares del SAR se encontraban en el interior del helicóptero, como atestiguaban las imágenes transmitidas hacia la superficie por el Remora II.

“Muchas horas de tensión”

Pero la operación se torció a media tarde del lunes. A lo largo de la maniobra de izado de la nave en dirección a la superficie, la fractura parcial del fuselaje provocó un desprendimiento de elementos de la cabina del aparato, lo que provocó a su vez que se desplazaran fuera del helicóptero los restos de dos de los militares muertos en el accidente.

El resultado es que el robot submarino llegó a la superficie solo con una “gran parte de la aeronave siniestrada”, según la descripción aportada por el Ministerio de Defensa, pero solo con dos de los cuatro cuerpos. Es, sin lugar a dudas, el peor de los escenarios que pudieran imaginar las familias: un rescate parcial, muchas más horas de incertidumbre y de desesperación, ahora a medio camino entre el mar y el Instituto Anatómico Forense, y la imposibilidad de poner fin siquiera al capítulo más amargo después de la trágica noticia del hundimiento del helicóptero.

Este nuevo golpe llegó a las familias al filo del anochecer, cuando el paso de las horas ya se había convertido en una horrorosa letanía para los parientes más próximos de los militares fallecidos. Y casi se diría que algún negro presentimiento albergaba ya alguno de los familiares que, frente al optimismo oficial, confesaba una oscura desazón en vista de que pasaban las horas y no llegaba la ansiada llamada.

“Han sido muchas horas de tensión, nos dijeron que a última hora de la tarde nos darían una buena noticia, pero el teléfono no suena...”. La noticia llegó poco después, pero resultó ser un inesperado mazazo y otro episodio más en el calvario: el traslado al Instituto Anatómico Forense, donde a última hora de este lunes tenían previsto llegar los dos cuerpos recuperados para que se les practicara la autopsia.

La noticia también ha sembrado una absoluta tristeza entre los compañeros de los militares fallecidos en el 802 escuadrón SAR del Ejército del Aire, cuando en la Base Aérea de Gando ya incluso se habían anticipado todos los preparativos para las honras fúnebres, en la creencia de que Daniel Peña, Carmen Ortega, Sebastián Ruiz y Carlos Caramanzana volverían pronto y juntos a tierra.

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