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Sobre este blog

Blog dedicado a la crítica cinematográfica de películas de hoy y de siempre, de circuitos independientes o comerciales. También elaboramos críticas contrapuestas, homenajes y disecciones de obras emblemáticas del séptimo arte. Bienvenidos al planeta Cinetario.

Disección: ‘L.A. Confidential’, de Curtis Hanson. ‘Cine negro sublevado’

Cartel de L.A. Confidential

Dolores Sarto

EL MEOLLO: “La vida es bella en Los Ángeles…” hasta que aparece un puñado de cadáveres en un bar mugriento de los suburbios. Es entonces cuando la trayectoria de tres agentes del departamento de policía, radicalmente diferentes, colisiona para dejarnos ver la miseria y la corrupción que envilecen la ‘Tierra de los Sueños’. El ambicioso y brillante Ed Exley (Guy Pierce), el matón atormentado Bud White(Russell Crowe) y el cínico Jack Vincennes (Kevin Spacey) acaban  colaborando para resolver un caso endiabladamente complejo lleno de espejismos, pornografía, drogas, ‘putas operadas para parecerse a estrellas de Hollywood’ y falsos culpables que también se han ganado el infierno.

DETRÁS DE LAS CÁMARAS

CURTIS HANSON: El pasado mes de septiembre nos dejó este cineasta cuya obra magna más deslumbrante fue 'L.A. Confidential' (1997), una película en la que fue productor, director y coguionista (junto a Brian Helgeland) y con la que logró nueve nominaciones a los Óscar (sólo recibió los de Mejor Actriz de Reparto y Mejor Guión Adaptado). Sin embargo, antes de llegar a la cima, este autor se había ganado a pulso su condición de artesano del suspense como guionista ('El socio del silencio', 1978) llegando a trabajar con cineastas de renombre como Sam Fuller. Junto a este director escribió 'Perro Blanco', una película cargada de polémica, pues sobre ella pesó la acusación de racismo, pero que evidenciaba un gran talento narrativo. En el 83, se puso al frente de un Tom Cruise, todavía sin lustre estelar, para dirigirlo en 'Ir a perderlo y perderse', un divertimento para adolescentes donde la virginidad se convierte en la madre del cordero de toda la trama. Fue en los años 90 cuando el cineasta comenzó a convertirse también en un director con ingenio para la taquilla. Alcanzó el éxito con 'La mano que mece la cuna' (1992), una película que recorre un escalofriante ajuste de cuentas donde el instinto maternal frustrado ejerce una diabólica influencia.

Después de 'L.A. Confidential' abordó filmes como 'Jóvenes prodigiosos', un fracaso de taquilla aun cuando contó con un reparto multiestelar y '8 Millas' donde volvió a ofrecerle un importante papel dramático a Kim Basinger, quien encarnó a la madre alcohólica del protagonista, B.-Rabbit (Eminem). Un joven de origen problemático y humilde que se curte en batallas de rap callejeras  para iniciar su carrera musical. Un trasunto de la vida del propio Eminem. En 2005, dirigió a Cameron Díaz y a Toni Collette en una comedia, 'In her shoes', donde dos hermanas, con el mismo número de calzado, se pasan la vida discutiendo. En 'Lucky you', volvió al drama familiar, pero con localización en Las Vegas, para filmar una película correcta que no despertó grandes entusiasmos. 'Persiguiendo Mavericks' (2012), una cinta biográfica y surfista, fue el último título de un director con talento, aunque de corta filmografía.  Poco después tuvo que retirarse a causa de la enfermedad de Alzheimer.

PRIMER PLANO

KEVIN SPACEY: Ocurrió en 1995. Fue entonces cuando descubrimos, asombrados, el rostro del diablo húngaro que habita en los “cuentos de miedo de los niños de los criminales”. Apareció el sanguinario Keyser Söze en la cara de buena persona y en las maneras amables de’ Verbal’ Kint, el estafador tullido de 'Sospechosos Habituales'. Una transformación, un truco genial que se produjo en el desenlace de una obra maestra del cine negro contemporáneo dirigida por Bryan Singer y que le valió al actor un premio de la Academia. En esta película supimos que Kevin Spacey era un actor inmenso, de rostro cotidiano, pero con un carisma capaz de apropiarse de la gran pantalla sin apenas esfuerzo. Ese mismo año, tuvimos la oportunidad de disfrutarle en otra de sus grandes interpretaciones en 'Seven', de David Fincher. Nos referimos al perturbado psicópata (Doe) que se creyó un cruzado con la misión divina de redimir al mundo de sus pecados capitales. Estas dos películas dieron a conocer, a escala planetaria, al actor estadounidense, sin embargo, Spacey ya había cosechado una carrera en el teatro durante la década de los 80.

Se había convertido en un actor especializado en interpretar a los clásicos, entre otras, obras de Shakespeare, Ibsen o Molière. En 1997, se aventuró en la piel cínica de Jack Vincennes, un tipo corrupto, pero con mucho encanto, en 'L.A. Confidential' y, ese mismo año, volvió a dar una lección de clase interpretativa al actuar como el millonario asesino, James Williams, en la fabulosa y bien humorada obra de Clint  Eastwood, 'Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal'. En 1999,se las vio con otro de sus personajes estrella, Lester Burnham, el ejecutivo de publicidad  de 'American Beauty', que se puso el mundo por montera, en plena crisis de los 40, para encontrarse a sí mismo. En 2003, protagonizó 'La vida de David Gale', dando vida a un activista, entregado a la causa de abolir la pena de muerte, que acaba entre rejas por un crimen. Tres años más tarde, volvió a ponerse a las órdenes de Bryan Singer para encarnar al mismísimo Lex Luthor en 'Superman Returns', la quinta e irregular entrega del superhéroe.  Después, participó en una delirante comedia plagada de estrellas, 'Los hombres que miraban fijamente a las cabras', para interpretar a un vidente que dirige un campamento de entrenamiento militar en la sombra. En 2010, alcanzó el éxito también como productor, al sacar adelante la fabulosa película La Red Social, de su antiguo jefe, David Fincher. En 'Margin Call' abordaría el drama financiero y en 2013, comenzaría a fascinar al respetable al encarnar al manipulador y brillante político demócrata, Frank Underwood, en la serie de televisión 'House of Cards', todavía vigente. Spacey se convirtió, además, durante más de una década, en un reputado Director Artístico del Old Vic Theatre de Londres. Hoy, espera el estreno de 'Billionaire Boys Club', otra aventura financiera de altos vuelos.

RUSSELL CROWE: “No me cuesta nada meterme en los papeles y divertirme con ellos”. Con esta seguridad arrogante, el rudo neozelandés que se siente australiano, acertaba a explicar en una entrevista que su ‘afición’ a la interpretación viene de largo y para nada resulta un trabajo duro y complicado. No va con él perder el tiempo siendo un artista atormentado. A lo mejor porque la actuación ha sido su medio natural, un lugar donde crecer. De hecho, desde bien pequeño trabajó como extra en producciones donde sus padres servían el catering. El éxito, sin embargo, le llegaría siendo treintañero. El personaje de Bud White en 'L.A. Confidential', un papel cinematográfico muy atractivo, lleno de contrastes emocionales, sirvió para mostrar su enorme talento frente a las cámaras. Comenzaron a lloverle los trabajos interesantes. Poco después, logró tres nominaciones a los Oscar por tres prodigiosas interpretaciones. En ellas, se dejó ver en la piel de un bioquímico ‘chivato’, que traiciona a la compañía tabacalera para la que trabaja por una ‘causa humanitaria’, en la magistral 'El dilema' (Michael Mann); se atrevió a entrar en el indescifrable e inhóspito mundo interior del matemático John Forbes Nash (Premio Nobel de Economía en el 94) en 'Una mente maravillosa' (Ron Howard); y la estatuilla fue, finalmente, a parar a sus manos al encarnar a un héroe clásico, un personaje doliente y épico en 'Gladiator' (Ridley Scott, 2001). En 2003, se convirtió en el indómito, valiente y socarrón Jack Aubrey para sumergirse en alta mar y en plenas guerras napoleónicas, gracias a la fantástica película de aventuras de Peter Weir, 'Master and Commander'.

Tras convertirse en boxeador en 'Cinderella Man', cambió radicalmente de registro para confiar, de nuevo, en Ridley Scott ('Un buen año') y habérselas con una cinta optimista sin remedio. En ella, encarna a un corredor de bolsa que huye del mundanal ruido de la City de Londres para encontrar su refugio en un viñedo francés que acaba de heredar.  En 'American Gangster' (Scott) sufrió lo suyo en la piel de un policía honrado, poco respetado por sus colegas y al borde de un divorcio. Y nos dejó asombrados ante su capacidad brillante para mudar la piel de todo tipo de seres humanos. Una vez más, con el director británico volvió a convertirse en un héroe romántico, esta vez en 'Robin Hood' (2010). En 2012, se atrevió a cantar y a interpretar  a uno de los personajes más complejos y fascinantes de la historia de la literatura, el inspector Javert de 'Los Miserables' (Tom Hopper). Pasó sin pena ni gloria enfrentándose a la ‘furia divina’ en la espectacular y polémica 'Noé' (Darren Aronofsky) y estuvo soberbio interpretando a un granjero australiano, en busca de sus hijos desaparecidos en combate, tras la batalla de Gallipoli. Pero aquella fue una producción mediocre que él mismo dirigió, 'El maestro de agua'. Recientemente, se le volvió a ver en Los Ángeles, en las carnes de otro matón a sueldo y compartiendo cartel con Ryan Gosling en la comedia 'Dos buenos tipos'.

Hombre apasionado y enamoradizo, buen padre, roquero de entusiasmo fácil y, según dicen, talento musical corto, Crowe es un tipo con mala prensa (son frecuentes los titulares en los que se deja ver su afición por las broncas), pero cuenta con un enorme prestigio y el respeto de los colegas y cineastas que han podido trabajar con él.

KIM BASINGER: Sucedía en 'Nueve semanas y media'. Un striptease, en combinación de raso, y un Joe Cocker, en estado de gracia, elevaron a Kim Basinger a la categoría de diosa, de mito erótico en los años 80. Un Olimpo ocasional por el que han pasado de largo muchas bellas de la historia del cine, demasiadas… Y muy pocas han sido las que han sabido permanecer allí, gracias a la memoria cinematográfica de los espectadores de medio mundo. Aquella película ridícula, que planteaba una presunta historia de amor sadomaso entre un yupi chulo y una galerista con poca actividad cerebral, no fue clave para que esta mujer sureña, de bellísimo rostro, se mantuviera en la industria del cine. Tampoco para que pudiera  ir mejorando sus dotes interpretativas hasta llegar el papel de su vida.  Hasta que llegó 'L.A. Confidential', el film que le regaló su Oscar. En la película de Curtis Hanson sorprende su soberbia interpretación de prostituta de buen corazón, imponente, vulnerable, siempre con el sentimiento contenido, pero al borde de la ruina emocional.

Alrededor de una y otra película, a Basinger le ocurrieron muchas cosas. Su historia comienza a los 16 años, cuando dando tumbos de un concurso de belleza a otro, fue en busca del sueño norteamericano de toda ‘cheerleader’ que se precie. A principios de los 80, comenzó su trabajo como actriz de cine y muy pronto, en el 83, llegó su primer taquillazo ('Nunca digas nunca jamás') y el podio en su carrera de bella oficial: se convirtió en Chica Bond. En el 87, nos dimos cuenta de que podía resultar muy graciosa en 'Cita a ciegas', al lado de un cachondo integral, Bruce Willis, y protegida por uno de los grandes de la comedia disparatada, Blake Edwards. En el 89, rompió la taquilla al convertirse en la primera chica 'Batman', y conoció al genio de Minneapolis, Prince, autor de algunos éxitos de la banda sonora del film. Y artista junto a quien vivió una tórrida historia de amor. De la mano de otra pasión, esta vez la que sentía hacia Alec Baldwin, comenzó los años 90. Se conocieron en el rodaje de 'Ella siempre dice sí', una comedia basada en una guerra de sexos con flojera y remataron su complicidad cinematográfica en un remake de 'La Huida'. Una versión que apenas resiste la comparación con la versión clásica de Sam Peckinpah y Steve McQueen. Con el comienzo del milenio, la actriz fue ganando en solvencia interpretativa, pero casi siempre en películas comerciales donde el peso del estrellato lo llevaban otros. Se convirtió en reportera de televisión en la satírica  Pret-à Porter, de Robert Altman, se acostumbró, como pudo, a Kenia en el melodrama 'Soñé con África' y estuvo magnífica y melancólica en 'Relaciones Confidenciales', junto a Al Pacino. La veremos pronto en '50 sombras más oscuras' (la secuela de '50 sombras de Grey') para ponerse en la piel de una seductora de otros tiempos. La  mujer que inició a Christian Grey en el sadomaso. Un homenaje triste para una actriz con talento que se malgastó en demasiadas producciones mediocres.

CONTRAPICADO: 'L.A. Confidential' es nostalgia por el cine negro, pero es un ‘noir’ que se subleva: sin sombreros ni sombras, ambientado en un Hollywood desconocido que se esconde a plena luz del día. En la cara oculta de un Olimpo decadente, en ruinas y asfixiado por la corrupción. Cuenta con un ritmo perversamente preciso, un tono melancólico que engancha y un guion que es una auténtica obra de ingeniería argumental. Brian Helgeland y Curtis Hanson aceptaron el desafío de traducir en fotogramas la celebrada novela de James Ellroy y lograron una obra maestra. Quizás sea porque los personajes se agarran a la vida de manera prodigiosa, con astucia  automática,  a través de un par de frases de diálogo o encerrados en situaciones impactantes, llenas de sarcasmo, bajeza moral o agotamiento existencial.

En esas, nos acordamos de Exley negociando su chivatazo con el fiscal; de Vincennes admitiendo que no se acuerda de por qué diablos se hizo policía; de White convirtiéndose en el ‘Espíritu de las Navidades pasadas“ para acudir al rescate de una mujer maltratada. Cualquier individuo anecdótico en L.A. tiene alma, como el concejal que se escabulle de la casa de la prostituta bajando los humos y con los calzoncillos apresurados.

PICADO: Si las perversas relaciones que enredan y condenan a los personajes no fueran tan poderosamente fascinantes; si el Hollywood decadente que nos presenta la película no se tornara tan extrañamente envilecido, lo cierto es que la trama de 'L.A. Confidential' correría un serio peligro. Perdería notablemente su fuerza dramática porque el caso de la matanza de Night Owl es una auténtica ceremonia de la confusión con espejismos y pistas falsas capaces de poner a prueba, sin adornos, la paciencia del respetable. Además, la película tiene ‘a sueldo’ a un diabólico villano, construido al más puro estilo maniqueísta (su eficacia reside, únicamente, en la identidad bajo la que se oculta) y unos personajes protagonistas tan corruptos o desencantados que hay quien llega a verlos cercanos a la caricatura.

SIMBIOSIS SONORA: La banda sonora de L.A. Confidential está conducida por el oscarizado Jerry Goldsmith y, en ella, como es de esperar por la época retratada, se pueden encontrar algunas piezas fantásticas del swing y la canción ligera como la pizpireta 'Ac-cent-tchu-ate the positive', de Johnny Mercer. El tema está ingeniosamente elegido para ofrecer un contraste sarcástico y juguetón  con la voz en off que le acompaña: la del periodista Sid Hudgens presentándonos las ‘alcantarillas’ de Hollywood. Disfrutamos también de la melódica interpretación de Dean Martin, en un par de ocasiones, siempre acompañando a su ‘alter  ego’ en la película, Jack Vincennes. Y un inolvidable Bing Crosby pone el telón de fondo con la exótica  y navideña 'Mele Kalikimaka' para que Bud White y Lynn Brackett se enamoren, a regañadientes, en la tienda de licores. En la banda sonora, también podemos disfrutar de una instrumental versión de 'Makin’ Whoopee', interpretada por Gerry Mulligan y Chet Baker. Goldsmith ofrece dos pequeñas piezas de su cosecha para favorecer la atmósfera de film noir: 'Badge of honor' y 'L.A. Confidential'.

OJO AL DATO: Solo tuvo cuatro años de vida (1952 – 1957), pero la revista 'Confidential' logró destruir un buen puñado de carreras cinematográficas.  El papel cuché más empañado y soez de la historia sirve de inspiración a 'L.A. Confidential' , la publicación que da nombre a la película y está dirigida por el periodista Hudgeons (Danny DeVito). Un hombre inquietante, siempre a la caza de las miserias y debilidades con las que desterrar a los dioses de la alfombra roja.

En 1958, la madre de James Ellroy, autor de la oscura novela en la que se basa la película, apareció violada y asesinada por un hombre al que había seducido en un bar. Nunca le dieron alcance. Son muchos los que piensan que, quizás atrapado por aquel trágico hecho, el escritor intentó buscar en su novela un cómplice emocional: un protagonista, un policía atormentado por la muerte de su madre, víctima de la violencia de género. Y hablando de cómplices, pero esta vez 'bon vivant', reservamos una anécdota cinéfila sobre otro de los polis protagonistas. Cuando Curtis Hanson le dio el guion a Kevin Spacey y le habló de su papel, le dijo: “Me viene a la mente dos palabras: Dean Martin”.

RETRATOS DE ANTIHÉROES: Ed Exley es un hombre íntegro, siempre y cuando aquello no entorpezca sus planes. Es joven,  astuto y un tocapelotas de solemnidad. Cuenta con el prodigioso don de diseccionar la escena del crimen, cazando las mentiras de los criminales y enredando las cosas para que nadie usurpe su éxito. Exley se hizo poli por culpa de Rollo Tomasi. Un fantasma, una abstracción, un criminal sin rostro y sin huellas que asesinó a su padre, pero nunca fue cazado. Eso sí, anduvo atormentándole en la imaginación, como alma en pena, hasta que consiguió atraparle: en su cabeza y después de darle un nombre…

…“Rollo Tomasi”… Jack Vincennes lo pronunció con una sonrisa terminal. Había que hacer justicia, pero sobre todo, tenía que reírse el último. Porque Vincennes es un tipo al que se le había oxidado el instinto de sabueso, pero nunca tuvo un pelo de tonto. Es un caradura simpático que tiene montado un tinglado a lo grande. Cuando está de servicio, cubre el expediente como policía, aunque le tire más darse pisto en los platós de televisión, donde tiene su público entre los actores y actrices mediocres. Cínico sin complejos, se siente más cómodo y mejor remunerado buscándole la ruina a los perdedores que equivocan su camino al éxito. Y es que Vincennes lo tiene claro, no recuerda por qué se hizo policía, pero cuando toca, apura su redención como nadie porque huele que el fin está demasiado cerca.

Bud White es una mala bestia, un matón demasiado “apegado a la violencia” porque le sobran los buenos sentimientos. White vive atormentado por un fantasma del pasado, por un crimen que no pudo resolver, pero logra calmar a su dolor en brazos de una prostituta cara; quizás otra mentira, pero a la que abraza con una ingenuidad deliberada. Exley, Vincennes y White tienen un rasgo común, un particular sentido de la justicia. Ninguno soporta que los abusones, los sinvergüenzas ‘que siempre se escapan’, se salgan con la suya.

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