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Jacques Derrida en Toledo

Jacques Derrida en la película de Safaa Fathy 'D´aulliers Derrida'

Miguel Ángel Curiel

Hace apenas unos días me llegó a Talavera 'Al Haschiche', el libro que mi amiga la poeta y cineasta egipcia Safaa Fathy, me hizo llegar desde París. Uno de esos poemarios que todavía destilan belleza y existencia, pero sobre todo desgarro de existir en los límites entre la luz y la oscuridad, y donde las palabras parecen entonces arder suavemente para decirnos lo que no se puede decir. Un libro escrito siempre en los límites del lenguaje. En este libro nos encontramos a una mujer expulsada, a una extranjera a la manera en la que Edmond Jabés nos habló en sus textos de la hospitalidad y el exilio, o del significado de extranjero como alteridad múltiple del ser.

Saffa, escritora en la alteridad de sí misma, busca escapar con las palabras hacia ella misma, expulsada del mundo, en la intemperie. Hace ya muchos años que vive en París, debido a la incomprensión y a las campañas de desprestigio que sufrió como autora en Egipto. La escritora, poeta, dramaturga y cineasta Safaa Fathy (Minia, alto Egipto, 1958) dejó su país después de concluir la carrera de letras inglesas en la Universidad de Minia, para continuar sus estudios en la Universidad de París VIII (St. Denis) y después doctorarse en letras en la Sorbona. Su estancia en Francia se prolongó durante 25 años, tiempo en el cual conoció y colaboró con el filósofo Jacques Derrida. Alejada de su patria por motivos político-sociales, “más allá de mi voluntad”, en Francia, de repente, la situación también se tornó “insoportable” en lo político, social y profesional. Toda su obra, ya desde sus primeros libros tuvo problemas en Egipto al ser considerada una autora heterodoxa  fuera de los márgenes de la literatura en árabe que se hacía allí.

Fue Saffa Fathy la que escribió y dirigió el film 'D´ailleurs Derrida, tourner les mots' (Por otra parte Derrida) entorno al pensador sefardí Jacques Derrida, y ha sido Safaa Fathy la que ha vuelto de nuevo mi mirada hacia Derrida después de tantos años. Sin duda uno de los pensadores más importantes e influyentes de la segunda mitad del siglo pasado. En 'D´ailleurs' vemos a Jacques Derrida en Toledo.

Una parte importante y diría central del film está rodada en Toledo. En una de las escenas se ve a Derrida mirando fijamente una Torá en la sinagoga del Tránsito, sus ojos de pájaro parecen adentrarse en los signos como si estos fueran en realidad aberturas hacia otra luz más lejana que las palabras traen para ser rememoradas; las letras hebreas parecen arder en sus ojos, el silencio del instante destila en realidad el silencio de la desaparición, el silencio del otro al que ya no se puede interpelar, al que ya no se puede oír ni hablar a no ser que las palabras hablen por sí mismas desde las grietas, desde las fisuras nunca bien cerradas de la historia. La caligrafía del expulsado, las palabras del expulsado, quedan yuxtapuestas en una suerte de desciframiento que solo puede revelarse desde la alteridad del ser.

Hay pasados que se fisuran para que hablemos desde ellos y nos interpelemos nuevamente en el por venir, en lo que está por llegar o venir hacia nosotros. La mirada de Saffa Fathy en este film de intensa poesía visual es la mirada misma de Jaques Derrida, el sefardita que regresa a la ciudad de sus antepasados a preguntarse lo que no puede ser respondido, ni repuesto. Pero una pregunta ya es una suerte de advenimiento, de lo que está por venir, y allá donde el pensamiento extraño y luminoso del filósofo sefardí llega, quizás no lleguen las palabras para desprenderse de lo que son en los que somos. Quizás por eso esta película de Safaa Fathy destila sobre todo silencios inaudibles en espacios que parecen estar requemados por el sol, aunque el mar este allí acariciando con la brisa la quemazón de la tierra cuarteada, o como otro silencio azul que debe ser interrogado o interpelado.

Derrida junto al Entierro del Conde de Orgaz

En otra escena central de 'D´ailleurs', Derrida se sitúa junto al cuadro 'Entierro del Conde de Orgaz' del Greco y habla allí sobre la muerte y resurrección de su madre que ocurre en París el mismo día del año anterior al que se está rodando la escena. En ese momento Derrida lee un texto de San Agustín  junto al cuadro, de la afición de Mónica, muy solemne en el que el hijo interpela a la madre, y que guarda relación con su propia madre. Es quizás el momento más emotivo de este film, pues Derrida hace una confesión muy singular y privada entorno a la circuncisión como una manera de circonfesión. 

Derrida fue por primera vez a Toledo en 1989, y lo hizo para rescatarse del lugar del desgarro, del lugar de la lengua de sus antepasados, del lugar de donde fue expulsado para permanecer ya siempre extranjero. Para Derrida todos los espacios y lugares que aparecen en la película son los espacios del exilio, y a la vez desde los que se inicia en nuevo exilio, el lugar de donde uno es arrancado para volver a ser arrancado nuevamente, conciencia de desgarro, lenguajes del desgarro. Nace en El-Biar, Argelia francesa 1930 en el seno de una familia sefardí originaria de Toledo, vive en París como francés sefardita, viaja a Estados Unidos como sefardí errante, y piensa de manera errante, siempre en los límites de la palabra, en el lugar donde el pensamiento es ya casi imposible de ser pensado mas que como una luz de intensa oscuridad. Visita en ocasiones Toledo, la patria, la tierra donde quizás los judíos por primera vez no se sintieron extranjeros, exiliados, y es ahí, sólo ahí, donde su mirada se vuelve más melancólica y luminosa. Viendo de nuevo este documento lleno de luz seca y palabras secas hijas de la luz, me hago eco de lo sublime, que siempre hace referencia a lo que está bien alto o por debajo.

Este lugar sublime tiene un aspecto subterráneo, submarino, o si queremos subceleste como diría el mismo Derrida, pero al mismo tiempo está lo más alto posible. En definitiva, todo lo contrario a lo que suele representar el poder y sus miserias, siempre fuera de lo subceleste o de lo más alto. El porvenir, lo que está por venir en el lenguaje Derridaniano nos lleva sin duda alguna siempre a un espacio de hospitalidad utópica y de amor a las palabras del otro, a las palabras del que interpela, y es ahí donde siempre enlazo con el Quijote de Miguel de Cervantes, otro de los grandes escritores sefardíes que dio nuestro país y que vivió la vida desde la mas pura alteridad trágica.

Hacía ya mucho tiempo que Don Quijote y Sancho se habían escapado del libro que Cervantes escribió. Lo hicieron por una puerta de bruma que todo libro inmortal tiene más allá del final de sus páginas. Unas cuantas páginas más allá de las páginas hay un mundo blanco, y es a través de esas inhóspitas páginas de silencio blanco por el que ellos volvieron al mundo real, a lo tangible de los días que son de verdad. De lo que no podían escapar era del lugar imaginario al que su autor les había condenado, y por más que iban y venían atravesando siempre la Mancha, nunca se aventuraban a ir a tierra hostil, se les había achicado el mundo, su mundo hasta llegar finalmente a un exilio interior, y sin embargo estaban condenados a la eternidad. Por ejemplo, nunca había llegado a Talavera, donde un poco más allá, comienza la tierra hostil, la Extremadura de todo, el fin del mundo, el lugar, los lugares o los caminos por los que la familia y los antepasados del sefardita Jacques Derrida había tenido que dejar unos siglos atrás su patria, Toledo, Sefarad.

Ahora sí, interpelados, llamados por extrañas voces del pasado, esta vez sí, Don Quijote y Sancho, recorrían ese camino hacia donde el sol se pone, y donde los hombres, los pájaros y los animales forman un todo que habla al unísono con el mundo entretejiendo sonidos vivos y palabras. Nuestros héroes escapados del libro irían allí ahora, dejando atrás Toledo hacia la tierra incógnita. Seguirían el río hacia donde el sol se pone, e intentarían en un día no muy lejano entrar dentro de Las Lusiadas de Camoes, del otro libro en el que se miraban para al fin ser exiliados ¿Hacia algún lugar de hospitalidad?

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