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Líbero es un proyecto independiente de los grandes grupos editoriales. Se trata del producto diseñado por un grupo de periodistas que un día tuvieron un sueño: una revista de fútbol que trate la afición por este deporte sin gritar, con buen gusto y con profundidad.

A lo que huele la hierba es a fútbol y no al revés

Charla con la Revista Líbero de los hermanos Ángel e Iñaki Gabilondo. / Líbero

Líbero

Madrid —

En 2012 se cumplieron 30 años de la última Real Sociedad campeona, la que obtuvo dos títulos consecutivos en la mejor época de este histórico club.

¿Fue una sorpresa que aquel equipo ganara la Liga o al ser un equipo técnicamente superior se daba por hecho?

-Iñaki Gabilondo: La Real Sociedad había sido siempre un equipo modesto. Amarró un equipo bueno y fue una gran sorpresa. Es verdad que como existía el derecho de retención mantuvo un equipo durante muchos años que acabó cuajando. Si hubiera existido la Ley Bosman, los Arconada... se habrían ido. La ciudad estaba entusiasmada como loca. Un quinta fantástica y fue un acontecimiento muy grande.

-Ángel Gabilondo: El fútbol era más igualado. La Real ganó creo la primera liga con 45 puntos y la segunda con 47. Es verdad que el Madrid ha ganado con 100.

-I. G. La Real, siete u ocho jornadas antes del final, estaba el sexto.

-Á. G. La ventaja es que al Madrid y al Barcelona y esos equipos, tampoco les pilló en un buen momento. Había pocos extranjeros, estaba Stielike, Schuster andaba por ahí, pero no había este apabullamiento de ahora. Esta diferencia entre el 1º y el 3º de 30 puntos. Para mí, fue una sorpresa enorme. Para nosotros, seguidores de la Real de siempre, pensábamos que no iba a ganar una Liga nunca.

-I. G. No, no estaba previsto. Es como si de repente me dicen que me han nombrado marqués en mi familia. Está totalmente fuera de mi familia.

-Á. G. Fuera de lo que pensamos. Pero también es cierto que mirando futbolísticamente los equipos, el equipo de la Real no era peor que los demás, era mejor.

-I. G. Sobre todo era un equipo que se lo sabían de memoria porque llevaban muchos años jugando juntos. Yo era director de informativos de Televisión Española el año de la primera Liga y entonces la redacción era del Madrid y del Barcelona y yo era el jefe. Cuando la Real empató con el famoso gol de Zamora, estaban los jugadores del Madrid en el campo del Valladolid esperando. Cuando la Real marcó, los jugadores del Madrid se quedaron tirados, desolados, Juanito, Stielike... Entonces yo dije, vamos a abrir el informativo con esa imagen congelada. Oh!, gran motín, de Matías Prats, etc. Entonces les dije; no, que el Madrid gane no tiene nada de particular, que lo haga la Real es un acontecimiento extraordinario y le daremos ese tratamiento de acontecimiento extraordinario.

-Á. G. Ese mismo gol del que hablas, es una jugada en la que intervienen muchos jugadores. Porque nosotros teníamos una imagen de la Real más rudimentaria, más directa. La jugada comienza con Kortabarria saliendo de su campo, dejándole salir, porque a los centrales se les dejaba salir con la idea de que iban a tirar para adelante un pelotazo, pero Kortabarria sabía de qué iba esto y el balón acabó en un centro de Perico Alonso, el padre de Xabi, que jugaba en este equipo campeón, y acaba con Satrústegui y un follón en el área que acaba en gol. Pero antes había participado Odriozola... Estas expresiones que decimos con total naturalidad como abriendo a una banda, saliendo con la pelota jugada, desplazando el balón… todo esto no era lo que más habíamos visto,. A veces Iñaki y yo hemos hablado de la sorpresa que supuso para nosotros la visita del Madrid a Atocha. Del Madrid hemos aprendido cosas maravillosas. Como por ejemplo de Di Stéfano. Aprendimos que un jugador se podía mover por todo el campo. Creíamos que los futbolistas eran jugadores de futbolín con una barra que les atravesaba para no moverse de la línea. Segundo: Otra cosa que descubrimos es que al que defiende, luego le dejan meter gol. Eso lo hacía Di Stéfano que estaba debajo de la portería y luego... Otra cosa que descubrimos es que las faltas con barrera se pueden tirar con efecto porque hasta entonces nada.

-I. G. Hasta que no vi a Kubala un día, no sabía que se podía tirar con efecto.

-Á. G. Creía que había que tirar hasta que se quitara la barrera. Y un día vi a Didí hacer una curva.

-I. G. Yo vi a Kubala antes.

-Á. G. Lo digo por la pregunta de la sorpresa. Hemos sido educados en un fútbol básico directo y de repente surgen Zamora, Satrústegi, López Ufarte e incluso la misma defensa. Jugaban. Y fue una sorpresa, pero a mí lo que convierte la ratificación del equipo es que se ganó el año siguiente otra vez. No fue un milagro.

-I. G. La Real era un equipo ascensor, estuvo bastantes años en Segunda, hasta que ascendió en el 67. Y un día en el Bernabéu empató a dos. Iba ganando 2 a 0 y al final el ángel de la guarda empató a dos no se sabe cómo. Era el terror del Bernabéu cuando la Real salía al contraataque con Satrústegi... Es una de las sensaciones más sorprendentes que yo he visto. Porque la Real era un equipo que jugaba a la defensiva. Era como el Madrid contra el Barcelona ahora. Cuando la Real jugaba al cerrojo en Madrid, decían que era derrotista, antifútbol... ahora ya es moderno, pero antes era antifútbol. Por cierto, la Real del antifútbol en Atocha no jugaba al antifútbol, jugaba directo con el pelotazo. Pero ver de pronto, que un equipo menor daba sensación de respeto, de pánico en el Bernabéu en los últimos minutos, con esos despliegues, me produjo la mayor sorpresa. Aquella nuestra Real modesta que jugaba al cerrojo y en casa a balones arriba había hecho un equipo que cuajaba.

Identidad de un equipo

-Á. G. Por eso hay que hablar de Ormaechea, el entrenador, que hacía en una temporada menos gestos que un entrenador de ahora en cinco minutos. Había cierta austeridad, y luego otra cosa importante, que alguien ha resaltado, es que era un momento político, aquella de los 80, en la que se empezaba a recuperar cierta ilusión del pueblo, valores democráticos, cuando la Real ganó se fue por todos los pueblos de Guipuzkoa antes de ir al Ayuntamiento. Tenía cierta vinculación con la sociedad, con los pueblos, con la provincia, y era un momento de resurgir de la sociedad. Con un resurgir político. Y luego ganó el Bilbao los dos años siguientes. Fueron cuatro años, en los que tiene un poquito que ver con una sociedad emergente que recupera la ilusión y la identidad.

-I. G. Con un equipo hecho con chicos de allí, que todos venían jugando juntos de juveniles. Que jugaban muy bien.

En ese sentido sociopolítico, ¿hubo algún intento de utilización política del éxito deportivo?

-Á. G. No lo creo. Hombre, alguna vez se ha visto la foto de Kortabarria con Iribar con la ikurriña como si fuera algo. Pero esto es una reivindicación de identidad que ahora sería normal. Hoy la vemos normalísima.

-I. G. La anomalía no era la fotografía. La anomalía de aquella fotografía era que aquello no fuera lo normal. Que aquello tuviera algo de particular. En aquel momento, los futbolistas recogieron una cosa que estaba ahí, pero que estaba en el suelo.

-Á. G. La Real lleva la ikurriña en la manga de la camisa. Pero el Barcelona lleva la suya, y el Valencia, y los equipos andaluces. Había una identificación del equipo con toda la comunidad. Y en el caso del País Vasco que había detrás toda una historia de desatención a esa identidad por no decir palabras más duras, pues aparece esa emergencia de la propia bandera, del euskera, pero en los 80 cuaja.

-I. G. Pero con este equipo, eso acaba siendo una explosión de aquello. Y además insisto, con futbolistas del máximo nivel. Al no haber la ley Bosman, los equipos tenían el derecho de retener a los futbolistas formados en su cantera. Arconada estaba en la Real. Hoy sería imposible que Arconada se quedara en la Real. Hoy sería fichado por 47 equipos en el mundo. Entonces la Real sabía que tenía jugadores que tenían un gran nivel. Y que además mostraban afecto al querer quedarse ahí. No se habrían podido ir, pero mostraban que se querían quedar. Se sumaban muchas cosas.

-Á. G. Incluso había algunos buenos suplentes. Estaba Bakero por ahí.

-I. G. No, sorprendió que mantuvieran el bloque porque hasta la ley Bosman los equipos podían retener a los jugadores. Pero esto ocurrió toda la vida. Yo puedo recitar alineaciones de la generación anterior, y la anterior y la anterior porque todas las he visto hasta que yo era niño y todas se mantenían. Incluso jugadores de primer nivel.

-Á. G. Hay que recordar que mi padre, a Iñaki, el día que nació le hizo socio de la Real. Es decir, mi padre fue a los dos sitios que hay que ir. Le hizo de la Real y luego de paso le empadronó.

-I. G. Fui al fútbol desde muy pequeño. Y en nuestra casa éramos todos de la Real e íbamos al fútbol desde muy pequeños. Éramos todos de la Real de nacimiento. Había 6 o 7 carnés de socios. Cuando alguien no podía ir se gritaba: ¿sobra uno, quién lo quiere? Para ir con un amigo o lo que fuera. Mi padre era una persona de nulos aspavientos, pero era muy aficionado al fútbol. Me moriré sin saber por qué dejó de ir al fútbol.

-Á. G. Yo creo que llegó un momento en el que le interesó menos.

-I. G. Yo creo que hubo algo que le molestó. Mi padre iba siempre al fútbol. Tenía una localidad de asiento en la tribuna que luego yo la heredé. Era un hombre de muy pocas palabras y decía que se cansaba, pero le debió pasar algo. Debió ver algo desagradable.

-Á. G. Algún insulto o alguna violencia que le envenenó. Debió de ser eso porque era muy anti todo lo violento. Había vivido la guerra y todo aquello no lo quería vivir.

-I. G. Yo me di cuenta un día. Dije Uy, el Aita no ha querido ir, algo le ha pasado y me preguntaba mi tía. Él quería mucho a la Real, como toda la familia y toda la ciudad era de la Real. Porque en ciudades como Madrid, la gente no lo puede entender o Sevilla... Pero en San Sebastián, todo el mundo era de la Real. La prueba era que por la ciudad se soltaban cohetes cuando marcaba el equipo. Esto era, se decía, para que toda la gente de la ciudad, supiera que la Real había marcado un gol.

-Á. G. Se decía que era también para los barcos.

-I. G. Y todo el mundo, aunque no le importara nada el fútbol o no supiera nada, decía ¿qué ha hecho la Real?

Sentir el azul y blanco del uniforme

-Á. G. Los colores. Eso de sentir los colores de la camiseta a mí me parece importante en todos los ámbitos de la vida. Y desde luego, jugar a algo con alguien. Esa idea de jugar a fútbol. A veces sueño que juego al fútbol. La idea de jugar algo con alguien y hacerlo juntos. Esa idea de ganar juntos, me parece enormemente atractivo. Y de hecho, creo que toda la vida he estado marcado por esta idea de equipo, de jugar en equipo, de sentir los colores de la camiseta, de querer ganar y de saber perder. Y esta cosa didáctica pedagógica que a uno se le queda sirve para reivindicar el deporte en edad escolar como un sistema de reinserción comunitario. Nosotros no necesitábamos eso porque éramos una familia de nueve. Éramos 16 con entrenador, masajista... (I: jugábamos partidos en casa). Pero gente que son pocos en casa, entrar en equipo es bueno. No estamos aquí para hablar de mí, pero recuerdo la primera vez que jugamos de pequeños con camisetas y colores sentía una emoción. Por eso, los colores, el azul y blanco de la Real no es un asunto lateral. En algunas otras ciudades donde hay más equipos y los colores son muchos, pero es que el azul y blanco. Ese azul además. He sufrido durante muchos años porque el azul no era el azul de siempre. (I: El de la bandera de la ciudad. Que es más marino). Ni celeste ni negro como llevaban también a veces. Y ese azul y blanco lo lleva la gente en los pañuelos al cuello cuando hay fiesta. En Bilbao pasa con el rojiblanco que es de la bandera de Vizcaya. Y esos colores, que a veces dejamos que lo lleven otros equipos también, los siento profundamente y los reconozco en muchos sitios como los colores de la ciudad. Y esta unión de equipo, ciudad, provincia y este mundo afectivo. Has sido educado en los afectos desde niño. Cuando Iñaki dice es de la Real, pero no recuerdas haber elegido. Es como ser de San Sebastián. Yo no recuerdo haber dicho un día, voy a ser de San Sebastián. Éramos de San Sebastián y de la Real igual con la misma naturalidad.

-I. G. La circunstancia de que los chicos fueran de allí a mí me parece tan determinante que cuando veo que esos equipos que se fabrican a golpe de talonario, cuando veo a la gente gritando y viviendo eso, con esos jugadores que andan besándose el escudo. Me llama mucho la atención. Yo vivo el fútbol de una manera mucho más inocente. Por cierto, el fútbol duraba el domingo y el lunes. Y ya está, Y reaparecía el sábado. Entre semana no había con quien reñir de fútbol. Los directivos no aparecían por ningún lado. El fútbol se jugaba. Por eso, con aquel equipo la vinculación era mucho mayo, eran chicos que les habíamos visto desde pequeños. (A. El padre de no se quiñen , el hijo de...) La relación afectiva que cada uno es un acto. Cuando ese jugador que sabes que se va a ir pasado mañana y vino antes de ayer y se va a ir pero se besa con pasión el escudo. No he visto a esos jugadores de la Real besarse con pasión el escudo. Me parece una impostura, entonces me suena raro. Y digo: el público lo va a notar y va a decir: hombre que me importe el Madrid a mí que llevo toda la vida aquí, pues sí, pero no me venga usted con esos aspavientos.

-Á. G. Había un concepto del fútbol vinculado a un grupo. Como si fuera un colegio contra otro. Y jugaras con otro colegio. No lo imaginabas. Jugaba tu colegio contra otro.

-I. G. Le pasaba a otros equipos. Había más identidad y el color tenía un valor simbólico tremendo. Está muy vinculado con la infancia. Yo recuerdo perfectamente como olía Atocha.

-Á. G. A hierba. Yo voy a correr por El Retiro y huelo la hierba recién cortada y pienso huele a Atocha. Es decir, el que ha jugado a fútbol, el olor a hierba es indescriptible. En Guipuzcoa había muchos campos de hierba. La hierba regada y cortada huele a fútbol. Ahora vamos a decir la verdad. A lo que huele la hierba es a fútbol y no al revés. Eso es de toda la vida.

-I. G.Y además de oler a hierba de fútbol, Atocha olía a frutas porque era un campo muy pegadito a la grada. Una de las porterías daba al mercado de frutas que estaba debajo de las gradas durante la semana. (Á.G. El otro era Múgica). Enfrente estaba el cartel de Múgica que era una antigua fábrica donde se lee en las fotos de Atocha “Múgica”. Y ahora creo que hay una peña de venaos. Ese fondo se llamaba frutas. Cuando entrabas el domingo, pasabas y no eran tornos, olías a fruta pisada. Pasar la puerta para entrar al campo por 'Frutas' era un olor un poco agrio a la fruta y verdura que no había. porque la fruta estaba pasada, era un olor fortísimo.

-Á. G. ¿Sabes dónde huele un poco así? En la Habana. Me pasó lo mismo. Iba por La Habana y me parecía que iba a jugar la Real. En las calles de La Habana cuando tiene cierto olor. Ese olor a fruta pasada, de La Habana vieja, hierba.

Con esa identidad tan fuerte al equipo ¿Como llevan la plaga de extranjeros?

-I. G. Lo de los extranjeros lo llevo fatal. Entiendo la ley Bosman. Lo entiendo. Los jugadores son personas que se tienen que acoger a las leyes del trabajo. El juego del fútbol esté sometido a las leyes naturales. Pero aunque lo entienda, eso me descolocó un poco. La Real se ha pasado un montón de años pensando en saber por dónde se iba una vez que había perdido aquel juego que iba desde la playa, a los juveniles, el Sanse y la Real. Y ahora hay un mareo. No sabías como gestionar el desconcierto de la Real en los años siguientes.

-Á. G. La figura del oriundo también trajo un cierto desconcierto. Por los latinoamericanos, los hispanoamericanos, que eran oriundos que no contaban como extranjeros si venían de una familia española. Entonces hubo una legislación y unas trampas horribles. A algunos les preguntaban de dónde eran y respondían ser de Celta o de Osasuna. Demostraban que estaban por lo que estaban. Y esto llenó el fútbol no siempre de los mejores sino de los que estaban bien de precio aunque vinieran muchos más. Yo de la Real si recuerdo extranjeros que se identificaron bien. Oceano, Simonsen...

-I. G. El año que vino Simonsen fue un año muy metafórico. Fue el año 62. El Madrid fichó a Araquistáin. El portero. Por este motivo nos cedió a cuatro jugadores que eran Villa, Chus Herrera, Simonsen y … 4 Le daban un toque de calidad excelente. Aquel año nos lo prometíamos muy felices (Á.G. parábamos el balón y tal). Bajamos a Segunda. Por eso quedó la anécdota de que los nuestros eran tirando a malillos (Á.G. Pero sin bajar). Es decir, el bueno de los nuestros era como el resto de Primera división, pero tenían un coraje y una garra y un vigor máximo. Y de repente llegaron unos chicos que jugaban francamente bien, pero bajamos a Segunda. Porque lo que nos había mantenido en Primera era estar muy unidos y luchar como leo...leopardos.

-Á. G También encharcar el campo para los demás. Estaba el público muy cerca del campo.

-I. G. Siempre embarrado. Recuerdo esos días con el cielo azul, después de unos días en los que se comentaba aquello de la calígula feroz, las playas abarrotadas y llegar al campo y dos palmos de barro. Pero barro, de no poder andar. Me contaba un día Elías Querejeta, que cuando jugaba él, y venía el Madrid de Gento. (Gento era como si todos corrieran y él fuera en moto). Entonces pisoteaban la zona del campo del extremo izquierdo para que aquello fuera un potaje enorme. Y aquello era muy famoso. Eso no impedía ganar al Madrid.

Anécdotas del viejo Atocha

-Á. G. El campo ayudaba a mantener al equipo en Primera porque era muy difícil ganar a la Real en su campo. Aquí el Rayo no sé si ha conseguido algo parecido. Ha tratado hacer de su campo por ser distinto al resto de campos. Los jugadores se descolocan al llegar.

-I. G. Cuando pasó por donde estaba el estadio me quedo atónito. Veo aquellos pisos y me dan palpitaciones. Me produce una extraña sensación, como si estuviera escondido por ahí.

-Á. G. A mí me parece que han hecho trampa. Utilizar un campo de fútbol para hacer casas es trampa. Eso es siempre Atocha. Ahora está ocupada. Han puesto unos okupas en el campo, pero la sensación es que esos lugares forman parte de nuestra identidad. Es como si pusieran cemento en la concha. Es como si cogieran la bahía y lo vallaran para asfaltarlo para ir en bici. Siempre vería la Concha. Veo Atocha como vería la Concha si lo asfaltaran.

-I. G. Rosa Regás solía decir, cuando veo a mis nietas, que son mayores, digo: aquellas niñas pequeñas ¿dónde están?. El otro día estaba con Lola en nuestra casa de Menorca, donde tenemos unas fotos de las nietas y pensamos: Aquellas niñas, ¿dónde están?. Son preguntas de las que sabes la respuesta. Te la sabes y son ridículas. El campo de Atocha, ¿Dónde está? Porque evidentemente está ahí.

-Á. G. En el centenario, estaba el presidente del Madrid y decía: Siempre hemos querido mucho a la Real. Y yo le dije; hombre cómo no lo vais a querer, venís aquí, coméis fenomenal, os lleváis siempre los tres puntos, no queréis que bajemos nunca. El hijo de Chillida hizo una imagen de San Sebastián con la bahía y el campo de Anoeta y el resto adorna a los templos. Atocha formaba parte de la ciudad como la catedral de Milán para Milán, era una referencia absoluta de la ciudad. Por eso si asfaltan la bahía y preguntan, ¿Qué sientes? Pues que alguien ha hecho algo que no debía.

-I. G. El fútbol es la infancia. Se te mete en la cabeza en la infancia y eso es el pedazo que nunca te va a abandonar ni vas a abandonar nunca. Y se te pega a tu corazón de una manera extraña como se te pega el olor de tu casa, como metido en los rincones de los sentimientos imborrables para siempre. Yo recuerdo en mi casa cuando era pequeña que había un aroma, una realidad, donde se instaló la Real. Está metida en un sitio que es el portal de nuestra casa.

-Á. G. Cuantas veces hemos dibujado el escudo.

-I. G. Yo era lo único que sabía dibujar. El escudo de la Real. Mis hijos se parten de risa.

Rivalidad con el Athletic de Bilbao

-Á. G. Yo hablaré bien de Bilbao.

-I. G. No quiero que nos escuche mi familia, pero respeto mucho al Bilbao. A nosotros nos duele porque como pasan ácido sulfúrico por nuestra área, pueblo y se llevan todo lo que hay en nuestra ciudad, pues nos da rabia. Pero por otro lado está en el espíritu de lo que siempre ha hecho siempre el Athletic. Tenemos un pueblo demasiado pequeño para que haya dos equipos. El pugilato tiene esas cosas, que solo puede haber uno. Preferiría que fuera la Real. Cuando juegan entre ellos quiero que ganen 7-0, pero por lo demás quiero que ganen. Fui una vez con mi padre a San Mamés. Era pequeño. Teníamos una localidad detrás de la portería. Ganó el Athletic 8-1. Metió Zarra 4 o 5 goles. Aquella sensación de: qué poquita cosa somos. Siempre me ha acompañado eso. Que estamos en otro nivel. Yo soy de la edad de mis amigos fueron los que subieron en 67 a Primera. El año que me casé. Aquella epopeya del empate en Puertollano. Aquello es lo que viví con chicos de mi edad. Con jugadores de mi edad. Las glorias posteriores correspondieron a unos jugadores distintos.

-Á. G. Esa idea de ganar es la que sentimos ahora con la Selección. Una generación que no tiene miedo a ganar. Si van terceros aspiran a ser primeros. Nosotros fuimos educados en ser terceros y no hacer el ridículo de ser quintos. Esa sensación de estar ya en un sitio que no es el tuyo. De que hay camino por delante. Por eso ese cambio social con una cierta mirada de podemos.

-I. G. Es un tema de clases sociales. Una clase modesta que se ve en alturas que no son la suya y se ve cortado en esos ambientes.

-Á. G. Tenían descaro. Esa garra. (I.G. La Real lo ha perdido del todo). Por eso es importante estar cuatro años juntos sin bajar. Yo confío en eso. Estabilidad. A veces esto que llamamos garra, echarle no sé qué, tiene que ver en jugar confiado no sólo el carácter y creo mucho en los entrenadores.

-I. G. También. Conciencia de quien eres. Porque si ese equipo se hubiera creído exquisito no habría tenido garra. La tenían porque eran conscientes de ser un equipo inferior técnicamente. Los años de la garra. Nuestra fuerza es nuestra garra. La gilipollez de la garra cuando no eran mejores.

-Á. G. Eso del torito en la bandera.

Durante un tiempo, la Real Sociedad fichó montones de jugadores de todo el mundo pero vetaba el mercado español

-I. G. El planteamiento no era fichar lo que sea con tal de que no sea español. Nosotros somos un equipo de casa con refuerzo internacionales. Supongo que habría quién tenía esa obsesión. Pero yo recuerdo un montón de jugadores de la Real que no eran vascos. Rafael Alsúa, que era de Santander. Había un montón así.

¿Cual es su mito realista?

-I. G. El que más me ha impresionado. El que veía de niño y me parecía Dios. Nunca he vivido el asombro que viví con Di Stéfano. Nunca he visto como Sebastián Ontoria, el gerente. Uno de los jugadores con más partidos en la historia de la Real. Un medio calvo, redondito. Sentía asombro. Y el mejor de todos, seguramente del equipo campeón.

-Á. G. A mí me gustaba López Ufarte. Primero porque era zurdo y a mi esto de que alguien haga algo con la zurda me parece que tiene más calidad. Y porque no era físicamente muy alto, era menudo y era muy vertical .Coincidía con el fútbol que en ese momento necesitaba la R. Y se asociaba mucho con los compañeros. Y luego porque le oí decir que el día más feliz de su vida fue cuando ganó la Real. Y esas cosas que son.. Yo no sé la vida que tiene cada uno. Pero hace poco lo dijo.

-I. G.De aquel equipo la figura más importante era Kortabarria, aunque hubiera otros mejores que él. El central era como el árbol plantado. Y Arconada.

-Á. G. Kortabarria jugaba ese estilo de central que jugaba. Era como Beckenbauer, capitán.

-I. G. Mi mitología de niño era Ontoria. Para mi Ontoria era la Real. Y Di Stéfano es el fútbol. Hay chicos que quieren ser el fútbol, pero el fútbol es Di Stéfano. Y de manera más racional Kortabarria.

-Á. G. Yo miraba a los defensas. El estilo de defensas. No tendría que hablar bien de la Real si hablo de las defensas. Porque he visto cosas increíbles. Eso de levantar la cabeza (Martínez. Jajaja). Eso de ir a dar un pase, y a la bahía. Y pum por encima del graderío. Lo bonito no era que la echara fuera del graderío sino que señalaba antes de lanzar como si fuera una jugada ensayada. La dos, y pum por encima de la grada. No he dicho nombre. Era un problema. Ormaechea, Elizondo Peporro... son más de cromos de chocolate Zahor.

-I. G. A Peporro, lo estoy viendo detrás de la portería de Múgica, agarrado a un poste en una barrera de un tiro dentro del área que no era penalti. Todos bajo los palos. Y el hueco que dejaba bajo el brazo, tiró Kubala y lo coló por ahí. No había hueco por ningún lado y Kubala lo coló por ahí.

-Á. G. Eso es trampa. Los Di Stéfano, Kubala... Eso no vale.

-I. G. Di Stéfano era el futbolista que más odiaba la gente. Hasta el punto que llegó un día que llegó a pegar a un periodista con una toalla. Porque hay que decir que el Madrid con barro, sin barro o con golpes, nos ganaba igual. Entonces a partir de ese momento, aquel periodista nunca le nombraba (Á.G. Le hundió la carrera...). Entonces decía “el jugador número 9” . Era un hombre al que la gente admiraba de manera superlativa y le tenía manía porque era un líder al que no había manera de ganarle. Bueno, pues con toda la manía que se le tenía, Di Stéfano tiene el tambor de oro de San Sebastián. La máxima distinción de la ciudad. Di Stéfano, la ciudad en la que despertaba una gran ira de la impotencia.

-Á. G. Florentino me dijo que el Madrid y la Real siempre han tenido una relación magnífica. El presidente de la Real dijo: no olvidaremos nunca que en el centenario habéis venido gratis y dijo el presidente del Madrid: no olvidaremos que en el centenario nos habéis invitado a nosotros. Es una cosa muy singular que la Real llame al Madrid.

-I. G. Nosotros de fábrica genética somos antimadridistas. Es verdad. La gente de San Sebastián sale así de nacimiento. Alguno lo desarrolla de manera intensa y otros no. En general no somos del Madrid y por tanto, tenemos más simpatía del Barcelona, del Atlético. Lo que pasa es que al Barcelona, echando barro, y leches, le ganábamos y al Madrid no. Al Madrid hubo 20 años que no les ganábamos y eso contribuyó, junto a otros elementos como el centralismo, a que la gente en San Sebastián no es muy del Madrid. Pero institucionalmente siempre ha habido muy buena relación.

Elogios a Xabi Alonso

-Á. G. En aquellos años de las ligas hubo respeto de clubes porque el Madrid ganó antes. Y la ciudad era amable, abierta, cosmopolita. Xabi Alonso representa un estilo que nos gusta. No es pendenciero, es una persona respetada. Distribuye el juego. Mejoró mucho en Inglaterra, en agresividad.

-I. G. Xabi Alonso corresponde al estilo que habitualmente ha querido tener la R. Poco aparatoso. Su actitud es discreta. Con muy poco cuento que es algo que entendemos mucho en Guipuzcoa. Allí entendemos lo de tener mucho cuento o poco cuento. Los aspavientos no nos gustan mucho. Es un tipo muy completo, respetable, formado, con cabeza.

-Á. G. La última vez que jugué fue hace ocho años. Pulmonarmente aguanto, el problema es que te lesionas. En un partido solteros contra casados, cuatro lesionados hay seguro. Me encanta jugar, y sueño que no llego a jugar. Sueño que voy a jugar y nunca llego al partido. Siempre me quedo a punto, por las botas o lo que sea. Y me parece que es una metáfora de la vida, que siempre estoy a punto de llegar a algún sitio.

-I. G. Has llegado a algunas cosas.

-Á. G. Sí, estaba pensando igual en el pacto de la educación. En la puerta abierta siempre.

-I. G. Eras muy leñero.

-Á. G. No, que va, a veces le daba al balón. Era más bien duro, pero noble.

-I. G. Entonces podrías jugar ahora en la Real, que pueden estar todo un partido sin hacer una falta.

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