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Sobre este blog

Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Al fin, la lluvia

La lluvia y el viento se suman al frío y colocarán en alerta a nueve comunidades

María San Emeterio

Entiendo que haya comenzado a llover. Al fin, la lluvia. Mi madre siempre repite las mismas frases; adoro que haga eso, claro. Me irritan, me hacen reír esas frases manidas,  pronunciadas por la boca de la madre incontables veces. Paño de cocina va. Escuchadas por los oídos de la hija otras tantas. Cara de fastidio fingido viene. Ella, desde su atalaya de ser supremo (las madres son –somos, creo– seres supremos) afirma, reafirma y vuelve a afirmar que sin lluvia se pierde la salud. Así que todos tenemos mocos por eso. Catarros, resfriados, gripes, constipados. Porque la lluvia es la que se encarga de limpiar el ambiente.

Yo eso lo tengo claro debido a la repetición de las frases maternas en una casa que se encuentra en una tierra en la que, cierto, ya no, llovía unos 300 días al año. Qué era aquello. Cómo odiaba yo las katiuskas, qué ridícula me sentía, azul marino, franja blanca, qué ridícula me siento ahora pensando en los más de 100 euros que pagué unos cuantos años más tarde por otras botas de agua, unas Hunter, traicionando así a la niña de rizos y cara de mosqueo absoluto de los días de lluvia. También tenía otras playeras rosas que odiaba con mayor inquina si cabe. Dice mi madre que es un tema que yo imagino, que nunca tuve unas playeras rosas. Pero vaya si las tuve, vaya.

Por no hablar, madre querida, de aquellas blusas de cuellos enormes por encima del jersey. Mi novio vendrá a casa por primera vez a cenar con mis padres en unos días. A ver quién es la guapa que defiende con soltura la desgracia de los álbumes infantojuveniles, el pelo corto, los cuellos de aquellas blusas, dios del amor hermoso, repito, pero qué era aquello. Por qué se le hace eso a una pobre niña, que en su inocencia, en el amor por la madre, la confianza absoluta, es capaz de no saltar por la ventana de la galería después de que esa mujer que la trajo al mundo la obligara a salir disfrazada, cuellos enormes, uno a cada lado, par de cabrones, aún cierro los ojos y os veo.

Así es que llovía. Y no crean que llovía como ahora, que una puede ir sin paraguas y bueno, no es para tanto, pues te mojas, sí, pero con capucha solventas el tedio del paraguas. Otra, qué de traumas de infancia bajo este imperio de nubes grises. Y entonces llovía con furia animal, se abrían los cielos, le veías la garganta a San Pedro, y tú corrías, corrías con aquel uniforme de mierda pegado a las piernas, las medias por los tobillos, la cabeza tapada con una carpeta plastificada, la foto de Keanu Reeves, coño, qué guapo era ese chico, y si llegabas y bien, ningún idiota de Agustinos te había acertado con un escupitajo en el medio de la frente decías, pues vaya plan, me podía haber tocado hoy (el escupitajo, sí) que con esta manera de caer agua es como si hubiera salido directamente de la ducha. Y así era. Luego se pueden imaginar, a una le daba miedo pulsar el telefonillo, mamááááá. Silencio. ¿Mamááááá? Silencio. Y al final el temido “María, ¿vienes mojada? Porque si vienes mojada no entras en casa”.

Y eso, que entiendo que ya haya comenzado a llover. Si es que para este viento loco. Yo me habré despertado como siempre, tarde y mal, sin ganas, la chica de los bostezos, necesito dormir unas diez horas y no me da el tiempo, habré cogido a mi hijo de entre las sábanas al vuelo, en pijama, cómo molan estos días en que no hay que despertarle y cinco minutos más, mamá, y cinco minutos más, mamá, y vestirle y alimentarle y asearle –que parece un Tamagotchi, qué estrés– y no olvidarle en casa al salir corriendo consciente de la imposibilidad de cubrir el tramo Astillero-Santander en  siete minutos y con tráfico. Cómo molas tú, Ana Mato. Yo es que te he entendido mucho siempre.

El caso es que habré dejado a Fulanito con el ser supremo absoluto, que eso es ya el grado al que una llega cuando es abuela, y mordisqueando una tostada me habré ido a trabajar. Se me habrá olvidado que iba a llover y que hacía falta que lloviera, no sólo por los mocos de la gente, y entonces me cagaré en la lluvia y en las playeras, que no son rosas, pero tiene tela, salada, salir de esta guisa con este tiempo. Y me llegará una notificación y veré que @eldiarioescan ha compartido una columna en Twitter, una columna de @CarrieBradshaw, menuda mema, a quién se le ocurre ponerse semejante nick, hay que ser hortera. María, bonita mía, cerebrito de pasa, que eres tú.

Y habrá comenzado a llover. Eso será mañana, cuando al fin (si hay suerte) comencemos a leer buenas noticias.

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