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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Del ‘sorpasso’ al ‘todo sigue igual’

Un niña ayuda a votar a su madre en un colegio electoral de Cantabria. |

Javier Fernández Rubio

Cantabria, dentro de su singularidad, no solo no bajó en participación, sino que superó este 26-J el registro de los comicios del 20-D. Aquí se acaban las singularidades. Por lo demás, los cántabros han vuelto a retomar las costumbres de antaño redoblando su apoyo a las formaciones clásicas de izquierda y derecha, PSOE, que obtuvo un 2% más de votos, y PP, que cosechó un 5% más (y más votos que PSOE y Unidos Podemos juntos), dejando para otra ocasión la apuesta por formaciones emergentes en ambos abanicos del espectro político. No solo es que todo siga igual, es que sigue más igual que en diciembre y el PP sigue siendo un freno infranqueable ahora mismo para el avance de la izquierda en Cantabria.

La clave del voto urbano, y sobre todo en Santander, ha vuelto a que, en un sentido u otro, quien ha obtenido más votos lo cimentara en la capital y quien aspiraba y no lo consiguió fue porque en la capital no obtuvo el respaldo que esperaba. El caso de Ciudadanos es de resaltar: perdió 3.000 votos en Santander y Podemos 1.300.

La victoria del PP en Cantabria, y especialmente en Santander, ha sido contundente. Para ello ha recapitalizado el voto disperso, que fue a parar en su mayoría a Ciudadanos, que milagrosamente consiguió salvar su escaño (a falta del escrutinio final y el voto por correo). Similar, aunque manteniendo el voto, es el resultado de Podemos: equiparar el voto al del 20-D solo puede entenderse como un fracaso, en Cantabria y España, después de las altas expectativas con que acudían a la cita.

La victoria en Cantabria ha sido nuevamente para el PP y lo ha sido sin paliativos. Estos seis meses, en los que no han faltado escándalos en sus filas, no solo no se han cobrado una factura en las urnas, sino que no le han impedido incrementar su renta. Cabe hacer especial mención al voto en Santander que, como es habitual, es la piedra clave en la que la formación de la gaviota se asienta.

La pérdida de valor de la oferta de C’s tiene raíces nacionales y nada que ver con la cantabrización política, que ha sido nula en este partido: el acuerdo con el PSOE en las pasadas negociaciones, y el viraje en campaña ofreciendo el pacto al PP, ha empezado a pasarle factura, del mismo modo que el voto de centro-derecha, capitalizado por el PP se ha reagrupado, tomando lo que pasó prestado a Ciudadanos. En cierto modo, la ciudadanía ha preferido votar al original en vez de al sucedáneo.

En el ámbito de la izquierda, volvieron a fallar las encuestas que vaticinaban un 'sorpasso', ni en España ni en Cantabria. Los socialistas recuperan voto y lo hacen de forma sustancial y ello ha de atribuirse al reagrupamiento de los críticos con la formación de Pedro Sánchez. El llamamiento al voto útil, como el caso del PP, ha funcionado en combinación al voto del miedo, mediante la demonización de las alternativas, en este caso de Podemos.

Está claro, en todo caso, que los cántabros, como los españoles, les mandan dos mensajes claros a los representantes políticos: los casos de corrupción no tienen por qué acarrear el relevo de las formaciones y el trabajo de hacer Gobierno es suyo, de los representantes políticos, por lo que la papeleta de hace seis meses no puede resolverse en las urnas. Los resultados así lo dicen y confirman: el electorado puede equivocarse pero es tozudo. España, y por ende Cantabria, es lo que quiere. Pese a los cambios en los registros, todo sigue planteado en iguales términos. Esto es lo quieren españoles y cántabros: cuatro partidos y ninguna mayoría absoluta. Ahora los líderes de los principales partidos tendrán que armar un Gobierno, una tesitura en donde la territorialización no cuenta para nada a partir del lunes.

Hay que recalcar en lo ocurrido un factor sicológico muy español: el voto a la contra o, dicho de forma más habitual, el voto útil, pero en beneficio de las formaciones 'clásicas', no de los emergentes. El caso de Podemos, aquí, formará parte de los manuales de política.

La política española y cántabra adopta una forma de frentismo, en una polarización ideológica, en donde la parte del león se la lleva aquel que más garantías ofrecen para frenar al rival: Podemos y C's no han adquirido peso suficiente para este fin. Los aspirantes tendrán que esperar para tomar el relevo y ahora deben jugar su futuro más inminente en el tapete de los pactos.

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