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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¡Que viene el coco!

Teresa Díez

Es muy posible que preguntarse los motivos que llevan a una persona a votar a un determinado partido político sea un ejercicio un tanto baladí pero podemos hacer un experimento. Ahora, cuando la jauría (entiéndase con todo el cariño que se merecen) empieza a taladrar nuestro cerebro con mensajes que meten miedo se puede hacer una reflexión. Sin pretensiones sociológicas. Solo hay que mirar a nuestro alrededor.

¿En qué pensamos cuando votamos? ¿Qué valoramos? Si es que pensamos, si acaso valoramos algo. ¿Qué órgano del cuerpo domina el voto? ¿El seso no es más casquería que nunca'? ¿Razón o emoción?

Si nos detenemos a observar un poco el ambiente -solo un poco, tampoco hay que exagerar- los indicios apuntan a que reflexionar, no es que lo hagamos mucho.

Sí, claro, está la ideologia, existen los carnés y lo agradecimientos. La ideología puede verse en negativo. Tienes claro a quién no vas a votar, pero las ideas tampoco te amarran a ningún partido. Es más, los que presuntamente están más próximos a tu idelogía te suelen cabrear bastante. Las afiliaciones y las servidumbres no necesitan explicación.

A una persona se llega antes por la emoción que por la razón. ¡Qué le vamos contar a los publicistas! Y dentro de los sentimientos, el miedo es el rey de los instrumentos al que se apela para ganar adhesiones o para dominar. Eso evita tener que buscar una justificación racional.

La estrategia del miedo es vieja y tramposa. En política, también. Acaso, ¿no se ha jugado con las pensiones? No hace falta llegar a campañas tan agresivas como la del dóberman que utilizó el PSOE en 1996. Las tácticas del miedo se usan en el discurso político para influir en la opinión pública, para crear una asociación entre el oponente y lo malo que pueda ocurrir. ¡Que viene el coco! Son mensajes para que tengas cuidado y te lo cuentan por tu bien para que confíes en quién te advierte. Son simples, fáciles de entener y de recordar.

De niños nos decían que no fuéramos con desconocidos y los nuevos no tienen cara ni pelo. Anonimato contra confianza. Frente a la falta de empleo y dinero: paro, impuestos y pobreza. Contra la estabilidad conocida: coaliciones imposibles, caos, ingobernabilidad... La corrupción es una pelota de ping pong y, según el CIS, ha bajado del podio.

El cerebro reacciona cuando nos previenen de peligros que nos acechan. Los mensajes políticos buscan lograr que tengamos esa sensación. Y a veces lo consiguen. Desde luego, cada uno tendrá sus motivos para elegir una papeleta. Todos serán igual de dignos. Nada afecta igual a todo el mundo. Sin embargo, la mayoría que no milita es vulnerable a este mensaje del miedo. Ahora que parece haber más indecisos que nunca, los partidos políticos van a echar el resto con la estrategia de las emociones.

No hay duda de que muchas personas votarán tapándose la nariz. Escogerán al que crean menos malo para sus circunstancias. Al final, ¿la culpa es de la jauría o del rebaño?

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