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Un “gran hermano” contra la violencia en Río de Janeiro

Un "gran hermano" contra la violencia en Río de Janeiro

EFE

Río de Janeiro —

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Una pareja camina por la playa de Copacabana cuando es asaltada por un joven que huye y se pierde en las calles, pero una alerta del Centro de Operaciones de Río de Janeiro termina con la detención del delincuente en apenas unos minutos gracias al “vídeo patrullaje”.

Doce guardias municipales monitorean las 50 cámaras instaladas a lo largo de 6 kilómetros frente a las playas de la zona más turística de Río -Leme, Copacabana y parte de Ipanema-, explica a Efe el inspector Jorge Coimbra, director de control operacional del Centro, dependiente de la secretaría de Orden Público de la Prefeitura (Ayuntamiento).

Un tramo donde se perpetran el 70 % de los delitos menores contra turistas que se registran en toda la ciudad y que alberga cuatro de las más conocidas favelas de Río, Babilonia, Chapeau-Mangueira, Cantagalo y Pavao-Pavaozinho.

Los guardias están especialmente entrenados para manejar las cámaras, localizar y seguir a sus objetivos y alertar sobre la comisión de delitos a la policía que patrulla las calles.

En conjunto, Río cuenta con 815 cámaras de la Prefeitura distribuidas por la ciudad -215 de ellas instaladas durante los Juegos Olímpicos de agosto de 2016- y la cifra puede llegar a 1.500 si se consideran las instaladas en locales privados, pero han estado enfocadas hasta ahora en el control del tránsito y las alertas meteorológicas.

Coimbra conoció de primera mano el funcionamiento del “vídeo patrullaje” en Barcelona, en 1994, pero ha tenido que esperar más de 20 años para reproducir la idea en Río de Janeiro.

Aunque apenas 50 cámaras participan en esta experiencia piloto, los resultados son contundentes, asegura en una entrevista con Efe.

“Desde que empezamos han desaparecido los 'arrastroes' (robos masivos) en Arpoador (Ipanema), y todos los días hay una aprehensión o más”, presume.

El esquema de funcionamiento es simple: el centro de control detecta el delito y, a través de whatsapp, alerta a la policía militar y a la guardia municipal para facilitar la detención de los sospechosos.

Coimbra reconoce que aún no tienen datos definitivos sobre el resultado del programa que estrenaron el pasado marzo, pero estima que puede haber caído a la mitad el índice de delitos menores en la zona vigilada.

Desde el centro de operaciones, los agentes captan robos en la playa, en el paseo marítimo, en los comercios próximos, y monitorean los accesos a alguna de las favelas.

Cuando no logran que el delincuente sea detenido “in fraganti”, toman las imágenes y los detalles del sospechoso y los hacen circular entre las distintas fuerzas de seguridad.

“Se informa del aspecto, de la vestimenta y, aunque intentan cambiar la ropa, o la gorra, es difícil que en el mismo día cambien por ejemplo de zapatos, y por ahí se les puede identificar”, explica Coimbra.

Para lograr resultados, continúa, es fundamental la integración de las policías y la preparación de los agentes que se ocupan del monitoreo.

“Han recibido una capacitación especial, que incluye hasta la lectura del lenguaje corporal”, apunta.

La experiencia es uno de los principales logros de la secretaría de Orden Público que encabeza el coronel Paulo Cesar Améndola, fundador del Batallón de Operaciones Especiales (BOPE), la fuerza de elite de la policía militar.

Améndola confía en que dados los buenos resultados de la iniciativa, el centro de vídeo vigilancia pueda ampliarse con ayuda de recursos del Fondo de Orden Público, que permite destinar parte de la recaudación por infracciones a su departamento y que puede suponer una inyección próxima a los 10 millones de dólares al mes.

Entre los proyectos inmediatos, ampliar el “videopatrullaje” al barrio de Santa Teresa, otro de los puntos más turísticos de Río de Janeiro pero también uno de los más violentos.

“Esto apenas en el inicio, por el éxito que está teniendo y su importancia, vamos a ampliar bastante”, presume Améndola, que, en una entrevista con Efe, confía en contar también con nuevos apoyos privados para sumar a su experiencia las cámaras de empresas y establecimientos a pie de calle.

El objetivo, multiplicar los “ojos” del “gran hermano” contra la violencia en Río.

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