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El drama de las víctimas del narcotráfico llega en forma de serie a televisión

El drama de las víctimas del narcotráfico llega en forma de serie a televisión

EFE

Bogotá —

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La eterna guerra de Colombia contra las drogas regresa a la televisión pero contada desde un ángulo nuevo, el de las víctimas de la poderosa maquinaria criminal de uno de los más sanguinarios capos del cartel de Medellín, Gonzalo Rodríguez Gacha, alias “El Mexicano”.

La producción, titulada “Alias El Mexicano”, que se estrena hoy, narra “la historia de una Colombia que no se vendió” al narcotráfico en los años 70 y 80 y que abrió los ojos a la sociedad sobre el peligro que encarnaban los nacientes carteles de las drogas y sus poderosos capos.

El apodo del capo se debe a su admiración por la cultura popular mexicana, producto de sus alianzas con narcotraficantes de ese país con los que logró enviar sus primeros grandes cargamentos de drogas a Estados Unidos.

A diferencia de otras series que han abordado esta temática, centradas en la figura de los capos, esta producción de RCN Televisión y FoxTelecolombia evita mitificar a un personaje como Rodríguez Gacha, cuyo ascenso y caída en el mundo del crimen es sólo el hilo conductor de la historia.

“Es una serie sobre aquellos personajes que dijeron 'no' al crimen, 'no' al narcotráfico, 'no' a la corrupción, 'no' a Rodríguez Gacha”, explicó el director Diego Mejía.

La producción está inspirada en héroes, públicos y anónimos, que pagaron con su vida su oposición al poder del narcotráfico y en especial al de Rodríguez Gacha, definido por el exdirector de la Policía Nacional de Colombia Rosso José Serrano como un “matarife” a quien hasta el propio capo “Pablo Escobar le tenía miedo”.

“La relación entre Rodríguez Gacha y Escobar era una relación de respeto mutuo: los dos sabían que eran asesinos peligrosos, traicioneros, que se podían hacer daño”, opina el periodista Gerardo Reyes, director de Univisión Investiga, en un documental emitido anoche sobre la serie.

Según Reyes, cuyas investigaciones periodísticas sirven de base a este drama de ficción basado en hechos reales, “Pablo Escobar era un narco que soñaba con ser presidente, y Gacha se entendía a sí mismo como un campesino que no tenía aspiraciones políticas sino que quería hacer plata y lo que le diera la gana”.

La producción rescata a personajes valientes y casi olvidados como el entonces ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla y el director de Antinarcóticos de la Policía Nacional, coronel Jaime Ramírez Gómez, ambos asesinados por sicarios del narcotráfico, al igual que muchos periodistas, jueces y ciudadanos del común que no se doblegaron ante su poder.

Lara Bonilla fue asesinado el 30 de abril de 1984 por denunciar la penetración del narcotráfico en la política y en la sociedad, mientras que el coronel Ramírez, considerado uno de los más brillantes oficiales de la Policía en la lucha contra el narcotráfico, corrió la misma suerte el 17 de noviembre de 1986.

Ramírez fue el artífice de los grandes golpes al narcotráfico en los años 70 y 80, entre ellos el hallazgo y destrucción, el 10 de marzo de 1984, de Tranquilandia, el mayor complejo de producción de cocaína del mundo.

En esa vasta extensión de 500 hectáreas en las selvas del Yarí, los hombres de Ramírez descubrieron 19 laboratorios con capacidad para procesar 3.500 kilos de coca a la semana, seis pistas de aterrizaje clandestinas y 13 toneladas de cocaína listas para exportar.

La orgía de sangre de Rodríguez Gacha y sus socios del cartel de Medellín no sólo hizo víctimas entre los estamentos del Estado sino también en la guerrilla de las FARC, en los rivales del cartel de Cali y en el bajo mundo del mercado de esmeraldas, grupos con los que trabó guerras simultáneas por el poder y el control territorial que precipitaron su fin.

“El Mexicano” también ayudó a formar grupos paramilitares en el centro del país que luego participaron en la guerra sucia contra campesinos y militantes del partido de izquierdas Unión Patriótica, con miles de víctimas en masacres y asesinatos selectivos.

Acostumbrado a resolver las cosas a plomo, Rodríguez Gacha murió junto con su hijo en una operación policial el 15 de diciembre de 1989, a los 42 años de edad, dejando una estela de víctimas y sangre en el país.

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