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El viaje de ida y vuelta de una familia siria evacuada de un barrio asediado

El viaje de ida y vuelta de una familia siria evacuada de un barrio asediado

EFE

Homs (Siria) —

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En casa como en ningún sitio: es lo que pensó Refat Ahmed cuando llegó a un campo de desplazados en territorio rebelde en el norte de Siria, después de ser evacuada junto a su familia de su hogar en Al Waer, un barrio sometido a asedio durante dos años y medio en la ciudad central de Homs.

Hace seis meses esta mujer, su marido, Ahmed, y sus cinco hijos decidieron empaquetar sus bártulos y marcharse con otros civiles y combatientes rebeldes e islamistas hacia la zona de Yarablus, en el norte de la provincia de Alepo, en la frontera con Turquía, antes de que el ejército sirio irrumpiera en Al Waer.

Sin embargo, tras mucho meditar y no encontrarse a gusto en Yarablus, cambió de opinión y regresó a Homs al cabo de dos meses, al igual que otros 650 vecinos de Al Waer.

Sentada en la puerta de su casa, esta mujer humilde explica a Efe las penurias vividas todo este tiempo.

Las facciones armadas entraron en octubre de 2013 en Al Waer, un distrito moderno del extrarradio de Homs, que desde entonces estuvo cercado por las fuerzas gubernamentales hasta que en marzo pasado ambas partes alcanzaron un acuerdo para terminar con el asedio y evacuar a los combatientes y civiles que desearan abandonar la zona.

Durante el tiempo que los rebeldes e islamistas estuvieron en el barrio, Refat apenas salía de su hogar.

“Mi marido trabajaba en una panadería, yo no abandonaba la casa, tan solo cuando abrían las tiendas salía a comprar”, señala esta ama de casa rodeada de sus hijos, de 13, 12, 11, 3 y 1 año.

Debido al asedio, las frutas y las verduras brillaban por su ausencia en los comercios y su dieta se limitaba a productos como el búlgur (grano de trigo partido), arroz y mujadara (lentejas).

Tras el acuerdo de marzo entre las autoridades sirias y las facciones, “decidimos irnos, mi marido es panadero y no estaba vinculado con ningún grupo, pero los (hombres) armados comenzaron a propagar rumores de que el ejército iba a entrar a matarnos y decidimos marcharos a Yarablus”.

En virtud de ese pacto, unos 13.000 combatientes y civiles abandonaron en varias tandas entre marzo y mayo Al Waer en dirección a áreas del norte de Siria bajo control insurgente.

“Nosotros elegimos Yarablus porque nos dijeron que era seguro, yo no sabía nada, nunca había viajado antes”, reconoce Refat.

Yarablus está en poder de las llamadas facciones del Escudo del Éufrates, que están respaldadas por las fuerzas de Turquía.

El viaje desde Al Waer a esa población fue un infierno para Refat y su familia, que fueron evacuados en autobuses con sus vecinos: “Salimos a las 06.00 de la mañana y no llegamos hasta el día siguiente al mediodía, yo pasé casi todo el viaje vomitando”, rememora.

Una vez en Yarablus, fueron alojados junto al resto de civiles de Al Waer en un campo de desplazados en la frontera con Turquía.

Refat afirma que “en el campo no había servicios, estaba en mitad del desierto” y los baños eran muy rudimentarios.

Allí constató la presencia de la policía turca, pese a que estaban en territorio sirio, sobre la que bromeaban “porque sus uniformes son del mismo color que los autobuses que transportan a los evacuados”.

También había tiendas turcas que les daban comida gratis, pero Refat no era feliz en su nuevo hogar. “Vimos que aquello no era nuestra patria”, sentencia.

La gota que colmó el vaso fue cuando al comunicarse con amigos de Al Waer que habían optado por permanecer en el barrio descubrieron que no había pasado nada tras la entrada de los efectivos gubernamentales.

“Nos dimos cuenta de las mentiras que nos contaron, en Yarablus la vida era insoportable así que decidimos regresar”, apunta Refat, que lo intentó dos veces, la primera de manera infructuosa y la segunda, con éxito.

En este momento de la conversación, un vecino que pasa por delante de la casa de Refat interviene y asegura que él no quiso ser evacuado de Al Waer y se comunicó con esta mujer y su familia para contarles que todo lo que habían dicho los combatientes era falso.

“Aquí no pasó nada tras la entrada del ejército. ¿No veis que está todo tranquilo?”, interroga.

Refat lo mira y asiente con la cabeza. Ya de vuelta a Al Waer, esta mujer recuerda el día en que fue a dar un paseo al centro de Homs, que no había visitado en seis años por el asedio.

“Compré pipas y cuando le dije al vendedor que era la primera vez en seis años que iba, no se lo podía creer”, recuerda sonriente.

Susana Samhan

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