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Sobre este blog

ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

Solo siente el que se va

Manuel F. Tirado

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Sobre este blog

ANDALUCÍA es, según la constitución, una nacionalidad histórica que vivió momentos de esplendor en el pasado y luego pasó a jugar un papel de cuartel, granero y mano de obra. Esta degradación llega a su punto álgido con el fascismo que deja a los andaluces en el imaginario popular como pobres analfabetos alegres y vagos -valga la contradicción- Ahora, hijas e hijos de Andalucía, intentamos contar nuestra historia con la dignidad, igualdad y justicia que esta se merece. (Columna coordinada por Juan Antonio Pavón Losada y Grecia Mallorca). Más en https://www.instagram.com/unrelatoandaluz/

Miro ahora, mientras escribo, la maleta que descansa sobre el armario, esperando a bajar en unas semanas para emprender de nuevo su camino. Una maleta que hace cuatro años se me hacía pequeña, pensando en qué meter y qué no, sin saber cuántas veces más tendría que hacerla de nuevo desde aquel momento. Hace cuatro años que un chaval salía de casa a buscar lo que quería, arrastrando sus bártulos por la estación Málaga-María Zambrano. Y mientras intentaba que aquel prodigio de arquitectura civil y economización del espacio denominado «equipaje» no se desmoronara, pensaba en lo irónico que siempre me había parecido que una estación de tren tuviese el nombre de una exiliada.

Mi abuela se había despedido de mí trazando con sus dedos una cruz en mi espalda. Un gesto que más tarde descubrí ritual y antiguo, y que se me pegó a los huesos como la misma cal.

Esta cruz no es una cruz más grande que cualquiera. Hay otro millón trescientos mil andaluces que la llevan como yo—sin contar los que piensan en tomarla, por una razón o por otra—. Cada uno tiene sus mil motivos para marcharse, igual que tiene otros mil para quedarse. Lo cierto es que, una vez ese tren supera el horizonte de sucesos de ese agujero negro al que llaman Despeñaperros, solo algo tan improbable como alcanzar la velocidad de la luz los haría volver. Estimado Ortega, de qué poco nos sirve la «tierra regalada» si tenemos que abandonarla para vivir delante de una maleta abierta.