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El militarismo nos costará la Tierra

Rafael Lara

Solidaridad Internacional —

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El prestigioso Instituto Internacional de Investigación para la Paz (SIPRI) con sede en Estocolmo acaba de hacer públicos los datos del gasto militar mundial del 2022. Nos muestran que el año pasado los gastos militares mundiales aumentaron un 3,7%, situados en otro máximo histórico de 2,24 billones de dólares.

Por contraste, según datos de UNICEF, un promedio, más de 14.800 niños menores de cinco años murieron cada día el año pasado principalmente por causas prevenibles (falta de acceso a alimentos adecuados, agua potable y medicamentos básicos). Este es uno de los precios pagados, el daño colateral del que rara vez se habla, por mantener en todo el mundo a las fuerzas armadas en un estado de preparación para el combate.

Se trata de una cantidad tan enorme que resulta difícil siquiera de imaginar. Sólo una parte de la misma sería suficiente para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por la ONU. Son 2.240.000.000.000.000 oportunidades perdidas de atender los problemas y las emergencias reales, entre ellas la climática, a la vez que una apuesta por perpetuar la guerra y un mundo más peligroso e injusto.

Hay partidas militares que no se encuentran enclavadas en el Ministerio de Defensa y están repartidas entre otros ministerios

La causa primera del desorbitado aumento de gastos militares tiene como origen la guerra de Ucrania, aunque siempre nos queda la duda si es la guerra la que aumenta el gasto militar, o es el gasto militar una de las causas del mantenimiento y surgimiento de nuevos conflictos y guerras, porque lo cierto es que los constantes aumentos del mismo no han fomentado la paz o los procesos de paz en las guerras en curso y no han impedido el estallido de conflictos nuevos, más grandes y cada vez más preocupantes, como la guerra en Ucrania o ahora la terrible guerra en Sudán, y otras guerras invisibilizadas.

En España, mientras tanto, el siempre solvente Centro Delás de Estudios de la Paz informa que el presupuesto del Ministerio de Defensa para 2023 se incrementa un 26,3 % con el objetivo de alcanzar el 2% del PIB en 2029, tal como se comprometió Pedro Sánchez en la cumbre de la OTAN que se celebró en Madrid. Sin embargo, con estos presupuestos ya se supera ese 2%, llegando a un 2,17%.

La diferencia, afirma y desglosa el Centro Delás en su informe, radica en el hecho de que hay partidas militares que no se encuentran enclavadas en el Ministerio de Defensa y están repartidas entre otros ministerios, y que la propia OTAN aconseja incluir para homologar el gasto de los diferentes países miembros.

Nada demuestra que ese porcentaje asegure ninguna seguridad, todo lo contrario. Es más obvio que nunca que el gasto militar no hace nada para abordar las principales amenazas globales y sus impactos locales, ya sea una pandemia, niveles obscenos de pobreza e inequidad social, o la catástrofe climática, en cambio, sí que desvía recursos que podrían destinarse para objetivos sociales útiles con las personas en el centro, para la lucha contra la pobreza o la desigualdad, para cumplir por ejemplo los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU o para luchar contra la emergencia climática que vivimos.

Centenares de actividades se desarrollarán en numerosos países, también por supuesto en España, para reivindicar un cambio de rumbo

La GCOMS (Campaña Global sobre el Gasto Militar), que engloba a más de 100 organizaciones en 35 países, pone en marcha un año más los Días de Acción Global sobre el Gasto Militar (GDAMS) que se desarrollan del 13 de abril al 9 de mayo. Este año 2023, la campaña pone el acento en la responsabilidad del militarismo en el cambio climático, bajo el lema “La guerra nos cuesta la tierra”.

En su llamamiento, la campaña denuncia que “los ejércitos son responsables del 5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero” y que “la guerra y los conflictos armados no sólo conducen a la muerte y la destrucción, sino también a la devastación medioambiental y al colapso climático”.

Los ejércitos, policías militarizadas o empresas privadas para la guerra son responsables de la represión contra activistas medioambientales y también de la represión en las fronteras sobre las personas que huyen de efectos extremos del cambio climático, reprimiendo violentamente y provocando la muerte de muchas de ellas.

Durante estos días, centenares de actividades se desarrollarán en numerosos países, también por supuesto en España, para reivindicar un cambio de rumbo. Se trata de no seguir incrementando suicidamente el gasto militar y los ejércitos y plantearse, por el contrario, recortes rápidos y profundos del gasto militar, que es el que impulsa una terrible carrera armamentística y alimenta las guerras que de manera creciente sacuden el planeta.

El prestigioso Instituto Internacional de Investigación para la Paz (SIPRI) con sede en Estocolmo acaba de hacer públicos los datos del gasto militar mundial del 2022. Nos muestran que el año pasado los gastos militares mundiales aumentaron un 3,7%, situados en otro máximo histórico de 2,24 billones de dólares.

Por contraste, según datos de UNICEF, un promedio, más de 14.800 niños menores de cinco años murieron cada día el año pasado principalmente por causas prevenibles (falta de acceso a alimentos adecuados, agua potable y medicamentos básicos). Este es uno de los precios pagados, el daño colateral del que rara vez se habla, por mantener en todo el mundo a las fuerzas armadas en un estado de preparación para el combate.