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El jardín de los miles de cactus está en Málaga y merece una visita

Oreocereus celsionus y en el centro, un saguaro o carnegia gigantea | Foto: Miguel Heredia

Néstor Cenizo

Es muy probable que de entre todas las ofertas de Málaga y la Costa del Sol, usted no piense en cactus. Pensará en chiringuitos; espetos, también. Museos, de un tiempo a esta parte, o senderos y el Caminito del Rey. Pero, ¿cactus? Y resulta que sí: a media hora del sol y la playa hay un tesoro poco conocido (mayor tesoro) de cientos de especies exóticas de cactus y suculentas, el segundo mayor jardín de estas plantas en Europa. El primero está en Mónaco; el segundo, en Casarabonela (Málaga). Entre esos cientos de especies hay lugar para Fibonacci, el tequila, peyote, brujos de Tanzania y las suegras. Ahora lo explicamos.

Unas 2.500 especies de cactus y suculentas crecen en un terreno de unos 8000 metros cuadrados a las faldas de la Sierra de las Nieves. Aquí se instalaron hace años Joan Mora y Edwige Bravard, una pareja que venía de Mallorca con una notable colección de microsuculentas y cactus bajo el brazo (es un decir). El ayuntamiento se hizo con el terreno y gran parte de la colección y lo abrió al público, con la colaboración de la Universidad de Málaga, en 2011.

Antes de seguir, una precisión terminológica: “No todas las suculentas son cactus, pero todos los cactus son suculentas”, explica Tania Muñoz, la directora del jardín. Las suculentas son aquellas especies cuya evolución les permite almacenar grandes cantidades de agua.

Pues bien, el jardín acoge algunas de las especies con mayor capacidad de adaptación del planeta, plantas que evolucionaron para cambiar las hojas por espinas y gastar menos energía y protegerse de los animales, que se cubren de pelo para mantener la temperatura del agua o que producen las flores más vistosas del mundo, porque sólo podrán aguantarla un día. El extremo de esto último es el agave, que florece sólo una vez en la vida con una flor de largo tallo. Después la planta muere exhausta.

Hay aquí una planta prehistórica, de la familia de las pereskia, madre o abuela de todos los cactus y suculentas que en el mundo existen. También algún ejemplar de peyote, a efectos puramente botánicos, claro. A los apasionados de las matemáticas les gustará saber que el agave Reina Victoria produce sus hojas siguiendo la sucesión de Fibonacci. También podrá toparse con el agave tequilana (entiérrese la piña para macerar; sáquele el líquido; destile; tendrá un tequila). O con la dioscórea mexicana o cabeza de negro, que produce un potente precursor hormonal a partir del cual se elaboraron las primeras píldoras anticonceptivas. O con la carnegia gigantea, una planta que vive durante siglos creciendo un metro cada once años y que permite al carpintero de Gila anidar en su interior.

Hay también una bandeja con 900 especies de microsuculentas, el origen de la colección, algunas de las cuales pasarían parecen una piedra o un cerebro.  El cardón canario se utilizaba en una técnica pesquera ya prohibida, el envarbascado, consistente en envenenar el agua con la savia de la planta para recoger los peces aturdidos.

Cada planta tiene una historia y algunas están en peligro de extinción en su lugar de origen. Es el caso del aloe dorothea, al que los curanderos de Tanzania atribuyen propiedades sanatorias. De opuntia galapaguera hay tres ejemplares en Europa, y sirve de alimento a una iguana que ha aprendido a tirar sus chumbos al suelo.

Muchas de estas especies están en el catálogo CITES de especies protegidas y sometidas a un estricto control. “Esto no puede verse en otro sitio”, asegura Tania Muñoz, que lamenta que el mayor reconocimiento venga del exterior. En la oficina hay ejemplares de una revista sueca, y ella cuenta cómo la revista más importante del mundo de los cactus (revistas hay para todo) les dedicó sus ocho páginas de centrales, lo que atrajo a muchos turistas británicos. “Pero revistas españolas, ninguna”. 

Su producción es natural, así que tampoco compite con las ventas, testimoniales aunque acaben de recibir un encargo de Japón. Como los cactus que alberga, el jardín lucha por adaptarse a un entorno hostil haciéndose con un hueco entre la abundante oferta turística de la provincia. En Casarabonela hay lugar para un paseo entre cactus. Si viene con su suegra, ella siempre podrá descansar en alguno de los espectaculares cojines del recorrido. En las fotos podrá verlos.

Más información: 952 456 053, info@casarabonela.es o www.cactuscasarabonela.es

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