Un nuevo documental rescata la figura de Luis Cernuda, el poeta del exilio interior

Una imagen de la película

Néstor Cenizo

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“Donde habite el olvido,

En los vastos jardines sin aurora;

Donde yo sólo sea

Memoria de una piedra sepultada entre ortigas

Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.“

Donde habite el olvido es el título del poema y del libro más reconocidos de Luis Cernuda. El poeta sevillano vivió y murió sintiéndose ignorado por sus contemporáneos, víctima de un exilio interior y exterior que ensombreció durante años su obra. Luis Cernuda, el habitante del olvido es un documental que rescata a uno de los autores más brillantes de la Generación del 27 en el sexagésimo aniversario de su fallecimiento, a partir del relato en primera persona del propio Cernuda, a quien pone voz el cantaor e investigador Juan Pinilla.

La película, de la que se prepara una versión reducida para el programa Imprescindibles de La 2, pretende desentrañar el alma de Cernuda a partir de Ocnos y de La realidad y el deseo. Dirigida por Adolfo Dufour y producida por Atrapasueños Cinema con 39escalones films, cuenta también con la participación musical de Lucía Sócam y la interpretación de la actriz Gloria Vega.

Málaga, el lugar al que siempre quiso volver

La cinta, que se estrenó en la Semana Internacional de Cine de Valladolid y que se exhibirá en Sevilla este jueves, se proyectó hace unos días en el Cine Albéniz de Málaga, el lugar en el que Cernuda fue feliz. “Málaga es el único sitio donde se sintió feliz y al que siempre quiso volver”, explica Dufour. En Málaga, el poeta encontró la libertad personal para expresar su homosexualidad que no hallaba en su Sevilla natal. También, la libertad creativa bajo el manto de Manuel Altolaguirre, Concha Méndez, Emilio Prados y José María Hinojosa, editores de la revista Litoral.

Con notable talento semántico, a Torremolinos la bautizó Sansueña, y recorrió la provincia de Campillos a Manilva, pasando por Casares y Ronda, escenarios de la película, al igual que la Imprenta Sur del Centro Generación del 27 o el Cementerio Inglés.

Tras terminar Derecho, Cernuda abandona Sevilla para siempre y se marcha a Madrid en 1929. Allí frecuenta las tertulias literarias de Vicente Aleixandre y Federico García Lorca, alimenta su pasión por el jazz y fortalece su compromiso con la República involucrándose en las Misiones Pedagógicas, que le permiten ahondar en el conocimiento de los pueblos andaluces y castellanos. Con el golpe de Estado, Cernuda no duda: su pluma está con la legalidad republicana.

Escribe una sentida elegía a García Lorca (A un poeta muerto), se alista en el Batallón Alpino y colabora con Hora de España, la revista cultural editada en Valencia por intelectuales leales a la República como María Zambrano o sus amigos Ramón Gayá y Altolaguirre. “Cernuda se comprometió con aquellas ideas que miraban para que desapareciese esa pobreza endémica que había en este país”, aclara Dufour.

La recuperación iniciada por el Grupo Cántico

Son sus últimos años en España. En 1938 vuela a Londres a impartir unas conferencias, y ya no volverá. Su periplo le llevará por Inglaterra, Escocia y Estados Unidos, antes de llegar a México, donde se reencuentra no solo con viejos amigos como Zambrano y la pareja Altolaguirre-Méndez, sino también con el idioma español.

La labor del Grupo Cántico desde Córdoba, a partir de los años cincuenta, y de las revistas La Caña Gris e Ínsula despierta el interés en la obra de Cernuda entre el abundante caudal poético de la Generación del 27. En la academia hay también quien ha detectado en Cernuda el objetivo de construirse una imagen que lo alineara en el campo de los “genios incomprendidos”. Esta es la tesis de Cernuda, el reconocimiento silenciado, un artículo de María Clara Lucifora, profesora e investigadora de Semiótica en la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Dice Dufour, que lo ha estudiado a fondo, que el exilio interior y exterior que sufrió Cernuda hicieron de él un hombre solitario. Contribuyeron el amor y el desamor (sobre los que construyó su obra). También su carácter a veces tímido, “complicado”, arisco en ocasiones, marcado por la homosexualidad en una “sociedad pacata”, aunque no ocultara su condición. Tenía una extraordinaria sensibilidad hacia sus semejantes, pero en ocasiones se sentía agredido por cuestiones nimias, lo que le llevaba a construir una barrera en torno a sí mismo que pocos lograron superar. La añoranza de su país aumentó su sensación de soledad y el encierro sobre sí mismo.

Murió en Ciudad de México en 1963. Nunca se planteó volver mientras la dictadura siguiese vigente, alejado de la tierra que soñó por la dictadura. “Suele decirse que las grandes obras surgen del dolor y Luis Cernuda atravesó mucho dolor”, concluye Dufour sobre Cernuda. “No siempre he sabido, o podido, mantener la distancia entre el hombre que sufre y el poeta que crea”, dejó escrito el poeta.

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