Sliman Shan, traductor del Ejército español en Afganistán: “Saquen a mi familia de Kabul cuanto antes”

Sliman Shan Mohammadzai, en su casa de la barriada del Cerro del Águila, en Sevilla.

Fermín Cabanillas

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Sliman Shan Mohammadzai siempre tuvo facilidad para los idiomas. Nacido en 1991 en Urozgan (Afganistán), con 16 años ya hablaba inglés fluido. Ahora habla pastun, farsi, español, inglés, urdu e hindi. En 2007 encontró una salida laboral en su país como intérprete de las fuerzas aliadas que mantenían una calma tensa en su país, pero el trabajo se acabó en 2013, cuando el Ejército español decidió replegarse, y entonces el consejo que le dieron fue claro: “si no quieres que los talibanes te maten, vente a España”.

Solo unos días después, vivía acogido en un centro de refugiados en Sevilla capital. Perfeccionó su español, encontró trabajo en un bar y conoció a su actual pareja. Su vida era estable hasta que esta semana recibió una llamada de uno de sus cinco hermanos: “Nos van a matar en menos de un mes”.

Petición al Gobierno

La petición de Sliman Shan va directa al Gobierno de España para evacuar a su familia de Kabul, amenazada de muerte por los talibanes por colaborar con las fuerzas aliadas durante seis años. Más o menos no han tenido problemas este periodo, pero con el país dominado por ellos, que les maten parece cuestión de días.

“Saquen a mi familia de Kabul cuanto antes. A mis hermanos les han marcado los dedos con rotulador, para avisarles de que, como mínimo, antes de un mes se los cortarán”. Tienen de 14 a 26 años. Se llaman Sajad Ahmad, Esmatullah, Edris, Shafiqullah y Abasin. Sus padres, Mohammadzai y Torpekay, parecen a salvo de los abusos, por ahora: “Son mayores, y a las personas de mucha edad no las están molestando”.

Por el momento, sus intentos para conectar con el Gobierno no han resultado. Sliman Shan denuncia que tampoco está recibiendo ayuda de sus excompañeros: “No me ayudan los militares con los que trabajé. Siempre me dijeron que estaban muy agradecidos, pero ahora no me atienden”.

No puede llamar a su familia

La desesperación del extraductor del Ejército tiene muchas vertientes. No se puede comunicar directamente con su familia, sino que tiene que esperar pacientemente a que ellos le llamen. Han dicho a los talibanes que no saben nada de él, que puede que haya muerto, pero los islamistas exigen la vuelta del traductor al país en el plazo de un mes. “Van a nuestra casa de vez en cuando, están merodeando por la calle, amenazan a todo el mundo…”, lamenta.

Su esperanza pasa por una acción diplomática extrema, de modo que su familia consiga documentación que les permita pasar el control de los militares que tienen tomado el aeropuerto. Y todo, en una encrucijada para él, porque el mes de plazo que han dado a su familia es el que los talibanes han marcado para matarle a él. Si vuelve a Afganistán, muere. Si no vuelve, matan a su familia.

Mohammadzai pide al Gobierno que sus padres y hermanos sean algunas de las personas que viajen en los aviones que la próxima semana comenzarán a llegar a las bases de Morón y Rota, tras el acuerdo al que han llegado en ese sentido los gobiernos de España y Estados Unidos.

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