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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

O todo sirve para todo. O nada sirve para nada

Los geólogos saben leer todas las señales, por enigmáticas que sean, que anuncian temblores en la tierra, erupciones volcánicas o desastres naturales que se cifran en miles y miles de muertos; los animales también saben del peligro y lo leen en el cambio de luz, en el espesor del aire o en la quietud de un mar que anuncia destrucción.

Las palabras preceden a las palabras y en ellas también somos capaces de intuir temblores humanos, decepciones lógicas y, como los animales, anunciamos el peligro. Desde el pasado mes de diciembre nuestro país vive inmerso en una decepción continua y escuchamos palabras que preceden a palabras y que solo nos traen más decepción.

Nuestros políticos, aquellos que buscan el asiento de la presidencia del Gobierno de España, han traspasado casi todas las líneas que marcan la ética y que posibilitan que los ciudadanos podamos creer en nuestros representantes, y lo han hecho de la forma más vulgar: agrediendo y agrediéndose; faltando y faltándonos.

Ignoro quién ganará las próximas elecciones, pero tengo la sensación de que a estas alturas hemos perdido todos. En este día de incienso marino de calaveras y luces me quedó con el respeto, al que tanto anhelo en unos tiempos que son humo vendido a precio de oro. Hace años una profesora le dijo a una alumna: “O todo sirve para todo; o nada sirve para nada”. Aquella alumna pensó y pensó y guardó esa frase en el cofre de las pocas verdades que te otorga la vida y cuando a los dieciocho años pudo votar, lo hizo desde el respeto y el amor hacia alguien que le había enseñado cómo vivir. Aquella alumna cogió una papeleta en blanco y sobre ella escribió el nombre de su profesora y lo hizo por amor y respeto.

Los geólogos saben leer todas las señales, por enigmáticas que sean, que anuncian temblores en la tierra, erupciones volcánicas o desastres naturales que se cifran en miles y miles de muertos; los animales también saben del peligro y lo leen en el cambio de luz, en el espesor del aire o en la quietud de un mar que anuncia destrucción.

Las palabras preceden a las palabras y en ellas también somos capaces de intuir temblores humanos, decepciones lógicas y, como los animales, anunciamos el peligro. Desde el pasado mes de diciembre nuestro país vive inmerso en una decepción continua y escuchamos palabras que preceden a palabras y que solo nos traen más decepción.