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Las familias que sobreviven a base de ayudas: “Comprar carne o pescado era un lujo”

"Encantado de comerte" es una app que salió al mercado en 2019 y se ha adaptado para posibilitar proyectos como el de Comer para Crecer.

Madalina Panti

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Los índices de pobreza y desigualdad de las familias españolas aumentan año tras año ante la imposibilidad de afrontar los gastos corrientes a fin de mes. En algunos casos como el de Alejandra, madre soltera de dos menores, la situación es extrema ya que su única entrada de dinero es el Ingreso Mínimo Vital, insuficiente para sufragar todos los gastos del hogar. “Si pagas algo del colegio,  no pagas la luz, o internet, porque no se llega a todo, no se tiene nada de estabilidad”, relata. 

Como ella, alrededor de 250.0000 aragoneses se encontraron en riesgo de pobreza el año 2020, según la tasa de pobreza At Risk Of Poverty or social Exclusion (AROPE en sus siglas en inglés) que calcula el Instituto Nacional de Estadística (INE)

Elsa, con dos menores de 7 y 14 años a su cargo, intenta sobrevivir con trabajos intermitentes y el Ingreso Aragonés de Inserción (IAI), que tampoco alcanza para los tres miembros de la familia. Recientemente les han tenido que cortar internet y reconoce que hace tiempo que no puede pagar el agua. “Necesitamos la conexión a internet porque mi hija mayor está en el instituto. Llevaba al día lo que era la luz y el gas pero el agua ahora mismo no puedo y tengo miedo por si la cortan pero una tapa un hueco y surgen otros”, confiesa. 

Ambas se encuentran inmersas en diferentes proyectos de asociaciones y oenegés que ofrecen ayudas para las familias vulnerables y participan en un proyecto piloto de consumo de alimentos frescos impulsado por YMCA, el Ayuntamiento de Zaragoza y Caixabank, con el objetivo de mejorar sus hábitos alimenticios. De junio a diciembre, ellas y 23 familias del barrio de las Delicias podrán recoger cada semana lotes personalizados de productos frescos en comercios de proximidad como la Pollería Julia, Carnicería Villa y Pescados y mariscos Charo y Fernando y La Cestica como tienda para las familias árabes.

Carencia en proteínas

“Comer para crecer” es un proyecto que se ha creado para que estas familias puedan acudir semanalmente a los comercios y recoger ternera, pollo y merluza frescos. La idea ha sido apoyada por la app zaragozana “Encantado de comerte”, que evita el desperdicio mediante lotes rebajados. Aunque desde YMCA recuerdan que la ayuda proporcionada no son excedentes sino “lotes personalizados basados en una tabla nutricional para la correcta ingesta de proteínas tanto para adultos como para infantes”, menciona Carmen Gaudó, técnico y coordinadora del proyecto en la asociación. Alejandra, por ejemplo, obtiene dos lotes grandes, para ella y su hijo, y uno pequeño para su hija.  

Uno de los mayores problemas que las familias ponen de manifiesto en una encuesta es que las ayudas suelen incluir alimentos no perecederos y no frescos. “Los resultados nos confirmaron que había una escasez de proteínas provenientes de la carne y el pescado, en algunos casos porque tienen hábitos alimenticios diferentes y en otros casos por una situación económica complicada”, declara Eva López responsable del área de intervención social de YMCA. 

La aportación de estos alimentos inusuales en su dieta supone un alivio ante su situación un par de meses. “Es una idea buenísima, me soluciona los segundos platos de estos meses que al final es lo más difícil de conseguir y es un problema si tienes niños”, subraya Alejandra. Situación compartida por Elsa que confiesa que dedicaba veinte o treinta euros a la compra semanal. “Era un lujo porque si compraba pescado, no compraba ternera y si compraba pollo tenía que ser uno entero para hacer tres comidas. No nos faltaba comida pero no había mucha carne y pescado”, relata.

Las familias beneficiarias han sido seleccionadas por YMCA y los servicios sociales municipales atendiendo a su vulnerabilidad, la existencia de menores a su cargo y a la necesidad en sus dietas. Además López añade que era importante que “fueran familias comprometidas con su situación y sepan gestionar bien sus recursos, porque si hacen buen uso de esta ayuda podremos extender este proyecto a otros barrios en un futuro”, remarca. Asimismo, esta acción incluye talleres formativos sobre alimentación. 

Menores, los colectivos más vulnerables 

La situación de Alejandra y Elsa no es excepcional. La falta de alimento y el pago de calefacción o luz ha desbordado a muchos hogares que nunca antes habían necesitado de apoyo. Según las últimas cifras de Cruz Roja, la situación ha empeorado sustancialmente después de la pandemia, un 83% de los hogares analizados se encuentra en situación de pobreza extrema y un 96% está en riesgo de pobreza y exclusión social. 

Para Alejandra, el confinamiento no supuso un cambio de situación económica, aunque lo más duro era dejar solos a sus hijos cuando salía a hacer trueques por comida. “Nunca los he dejado ni para ir a bajar a por el pan y los ponía con el móvil en videollamada mientras salía porque como no tenía nada y las asociaciones estaban cerradas, ponía ropa suya en Internet y lo cambiaba por comida. Si quieres que coman, no te queda de otra que moverte”, reconoce. 

Sin embargo, para Elsa supuso un gran cambio el quedarse sin trabajo después de un largo tiempo como cuidadora. “Esperaba que me ayudaran pero solamente me dieron 30 euros como extra para sobrevivir”, incide. Con su hija mayor con coronavirus se vio sin leche y otros alimentos para poder sobrellevar el confinamiento, aunque finalmente recibió ayuda de Cáritas y YMCA.

Además, todas estas faltas se ven reflejadas en los menores, que viven con crudeza las consecuencias de estas situaciones. El informe “Menores de 2020” de El Justicia de Aragón, manifiesta que toda esta vulnerabilidad está afectando a los menores, con “graves consecuencias en su desarrollo integral, al tener un comportamiento acumulativo que incrementa la desigualdad y pone en riesgo de exclusión social a esta población”, señala. 

Unas coyunturas que se unen en el reto de la crianza en soledad. Así lo manifiestan ambas madres que intentan “hacer malabares” para poder ofrecer las atenciones mínimas. “Estar solas con dos hijas es duro y las niñas no lo entienden, dicen que no tienen la culpa de estar así pero les digo que es lo que nos ha tocado”, apunta Elsa. 

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