La portada de mañana
Acceder
Israel amenaza con una guerra en Líbano
Moreno y Rueda piden que el Gobierno busque mayorías para los Presupuestos
Los problemas que no preocupan a los españoles. Opina Rosa María Artal

Un gol de penalti de Borja Garcés premia la constancia del Tenerife

Garcés celebra su gol

José Miguel Galarza

Santa Cruz de Tenerife —

0

Hay que reconocerle al Tenerife del 2023 una insistencia machacona, hoy a ratos desaforada, por ir a buscar los partidos sin que parezca importarle mucho el rival que tiene enfrente ni sus características. Este sábado de Carnaval pudo hacerle un roto el Mirandés de Joseba Exteberrria, un equipo novísimo armado en un verano que ofrece un juego de combinación de tres cuartos hacia adelante que no casa con su puesto en la Liga.

Ganó el Tenerife por un magro 1-0 porque la constancia le llevó hasta provocar Nacho el penalti de David Vicente, por la fe de Borja Garcés saltándose el escalafón que era cosa de Gallego o Elady –y no fallando– para hacer suyo un tiro definitivo y por el acierto de Soriano tapando dos tiros letales del Mirandés de un partido con un primer acto a ratos frenético y siempre abierto a que cualquiera pudiera decantarlo.

Al cabo lo hizo el grupo de Ramis –empatado ya con Cervera como segundo técnico con más encuentros en la historia birria– por la vía que menos esperó después de ochenta minutos tratando de sacar petróleo de la velocidad de Waldo para caer por su banda y ponerla en ventaja al área, cuando no buscando por dentro los apoyos con Iván Romero.

La baza ganadora llegó de hacer muy bien lo simple: un cambio de orientación soberbio de Aitor Sanz, un centro inacabable a la carrera al espacio de Nacho, que dejó al lateral enfrentado en el área con David Vicente. Cogió al lateral del Mirandés a destiempo, provocó el derribo y el resto fue obra de Borja Garcés, al que habrá que admitirle también la valentía para quedarse con la suerte del estoque en perjuicio de Gallego o Elady, los matadores llamados a que fuera suya.

Garcés no dudó en apuntarse al todo o nada (minuto 79) que suponía el penalti. Y menos aún, no le asomó una mala duda con la ejecución, un disparo a media altura que adivinó Herrero cuando ya había cogido trayectoria imparable. Garcés rompió el empate, metió a la parroquia en ritmo de Carnaval y se dedicó a correr poseído por los demonios tratando de ensuciar la salida de la pelota de un Mirandés que, en desventaja, fue incapaz de comprometer a Soriano.

Hasta lo de Garcés pudo marcar cualquiera. Con más claridad los locales, antes un remate a bocajarro de Nacho (m.6) que se le chafó por pegarle con el exterior y después del entreacto otro similar –llegada del rematador desde la segunda línea, portero vencido y puerta casi vacía– de Aitor Sanz (m.46). Cualquiera de los dos tiros habría tapado los deméritos del Tenerife, el principal tratar de emular el juego corto cerca del área del Mirandés con un punto de desasosiego opuesto al perfil de Gallego, Romero o Teto, que fuera de sus sitios naturales cumple como mejor puede.

Empeñado en acelerarse como si de una final se tratara, pagó el Tenerife con un error detrás de otro –y una estrategia que sigue siendo una falla inexplicable– lo que le surtió a partir de las recuperaciones en la línea de medios. Y acabó cayendo cerca del área del Mirandés dejándose detrás el pase de gol, obligado a empezar otra vez en un bucle que pudo ser fatal por las dos ocasiones citadas y del que salió con la jugada alumbrada por Aitor Sanz, capaz de refinarse en el tramo letal.

Lo del ritmo alto le venía –le pudo venir– mejor al grupo de Etxeberria. Ha modelado un equipo sincrónico en el que antes se reveló espléndido este Raúl García y luego Óscar Pinchi, en la versión real del jugador que se atascó en su estancia en Las Palmas. Con esta pareja delante, el sentido del juego de Beñat Prados y la capacidad de emparejarse entre líneas de Álvaro Sanz o la de tratar el balón con mimo de Gelabert, anduvo cerca el Mirandés de armar un lío que rehabilitara el mito del gafe carnavalero.

No lo fue porque a Raúl no le salió un tiro con veneno después de tres adornos en el área que maltrataron a Sipcic (m.10) o porque el lanzamiento lejano de Gelabert en el 34 (después de un regate eléctrico de Pinchi pegado a la línea de gol) se encontró con la oposición de Soriano. Como después (m.54) por otra mano notable de Soriano cuando el mismo Pinchi se había fabricado otro tiro prometedor con otro regate de posibles.

Perdonando cada uno todo el peligro cierto que generaron, o quedaba la cosa en tablas o ganaba el que acertara por fin una. Fue entonces lo del pase de Aitor, el penalti a Nacho y el ¡vamos nosotros, equipo! de Garcés. Luego un cuarto de hora –siete minutos de prolongación– con un punto de algo parecido a la épica.

Con los cambios agotados, se medio rompió Mo Dauda yendo a un corte con todo. Se retiró a la banda, lo remendó el fisio y se apuntó el muchacho a ayudar –un trote de potrillo cojo– en lo que el Heliodoro se rendía al gesto altruista y Ramis clamaba por que permutara de extremo a punta. De agradecer, por lo demás. Otro hubiera renunciado entre gestos de dolor sin reproche posible.

(1) CD TENERIFE: Soriano; Mellot (Aitor Buñuel, m.82), Sipcic, José León, Nacho; Teto (Elady, m.46), José Ángel (Alex Corredera, m.46), Aitor Sanz, Waldo (Mo Dauda, m.70); Iván Romero (Borja Garcés, m.65) y Enric Gallego.

(0) CD MIRANDÉS: Herrero; Juanlu (David Vicente, m.76), Alex Martín, Barbu, Michelis, Salinas; Álvaro Sanz (Roberto López, m.70), Beñat Prados (Jofre Carreras, m.82), Gelabert; Raúl García y Óscar Pinchi.

GOL: 1-0, m.79: Borja Garcés, de penalti.

ÁRBITRO: Mateo Busquets Ferrer (Comité Balear). Amonestó a los locales Teto (m.41), Waldo (m.68) y Elady (m.90+5), y a los visitantes Juanlu (m.71) y David Vicente (m.77).

INCIDENCIAS: Partido de la vigésimo octava jornada de LaLiga SmartBank disputado en el estadio Heliodoro Rodríguez López ante 12.419 espectadores. Antes del inicio se guardó un minuto de silencio por las víctimas mortales del terremoto de Turquía y Siria.

Etiquetas
stats