LOS 32 FUTBOLISTAS CANARIOS DE LA SELECCIÓN ESPAÑOLA

Gerardo Miranda: El (otro) ‘invento’ de Muñoz (1981-1985)

Selección española que se impuso a Escocia en el Sánchez Pizjuán en partido clasificatorio para México 86. De arriba abajo y de izquierda a derecha forman: Arconada, Gerardo, Maceda, Goikoetxea, Gordillo, Camacho (de pie); Señor, Butragueño, Roberto, Clos y Gallego.

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Santa Cruz de Tenerife —

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Biografía

BiografíaGerardo Miranda Concepción (1956) nació en Nouakchott (Mauritania), pero desde niño vivió en Gran Canaria. Se formó en el Ciudad Alta y el San Bernardo antes de pasar luego al juvenil de la UD Las Palmas. Debuta en el primer equipo amarillo con 20 años y como extremo. Al año siguiente, Miguel Muñoz lo convierte en un excelente defensa que, tras cinco campañas en Las Palmas, marcharía al FC Barcelona para jugar siete temporadas y lograr todos los títulos… excepto la Copa de Europa. Al abandonar el equipo azulgrana regresa a Las Palmas, en Segunda División, donde cuaja dos excelentes temporadas.

El (otro) ‘invento’ de Muñoz

El (otro) ‘invento’ de MuñozEl histórico Miguel Muñoz, que aún posee el récord de partidos dirigidos al frente de la selección española, tuvo especial incidencia en la carrera deportiva de Felipe Martín. En el capítulo anterior ya se reflejó cómo reconvirtió a un rápido extremo en un sólido defensor central. Su experimento no fue fruto de la casualidad ni de la suerte y lo demostró meses más tarde, en esa misma temporada 77/78. Entonces, mientras Martín Marrero y Aureliano Estévez se alternaban en el puesto de lateral derecho, Gerardo Miranda surcaba la banda como un prometedor extremo, aunque gracias a unas portentosas condiciones físicas era capaz de acoplarse al centro del campo para trabajar como interior en la medular y ayudar en labores de contención.

Una lesión de Martín en la ida de las semifinales de la Copa del Rey ante el Sporting puso otra vez en un aprieto a Miguel Muñoz, que improvisó de la mejor manera que sabía hacerlo: fabricando otra leyenda. Y Gerardo, que hasta entonces había jugado 20 partidos de amarillo en Primera División, formó como lateral derecho titular en el siguiente partido, ante el Atlético de Madrid en el Vicente Calderón. Como la experiencia no resultó fallida, repitió al miércoles siguiente en el duelo de vuelta de una inolvidable semifinal copera ante el mejor Sporting de Gijón de toda la historia. Y aunque el objetivo no era fácil, parar a un extremo irrepetible como el argentino Enzo Ferrero, cumplió con sobresaliente.

El nuevo zaguero amarillo anuló a El Piqui y allí confirmó que el nuevo de experimento de Muñoz también tendría resultado exitoso. Fue la confirmación de un currante nacido en Mauritania “por accidente” un 16 de noviembre de 1956 y que desde niño vivió en Las Palmas de Gran Canaria. Y que a los nueve años se asomó por primera vez a un entrenamiento en un equipo organizado. El San Bernardo, representativo de su barrio de Las Chumberas, contó con aquel entusiasmado joven que jugaba en el equipo de la categoría infantil con la ficha de su hermano Ricardo, dos años mayor que él, porque por edad aún no podía competir. Durante un lustro se mantuvo fiel a los colores del club de su barrio, hasta que, con 15 años lo llamó la UD Las Palmas para que formara parte de sus categorías inferiores.

El juvenil B fue el primer destino de Gerardo como futbolista de la escuadra amarilla, pero pronto dio el salto a la plantilla del juvenil A que disputaba, por aquel entonces, el Campeonato de España. Con 17 años se estrenó con Las Palmas Atlético y con 19 años, aquel prometedor extremo que basaba su juego en la potencia más que en la habilidad, subió a la primera plantilla de la mano de Roque Olsen, que lo hizo debutar en Primera División -con 20 años recién cumplidos y de extremo, naturalmente- en el Insular, con victoria (2-1) ante el Málaga y compartiendo once con fenómenos como Carnevali, Martín, Wolff, Castellano, Brindisi o Germán.

Uno de sus compañeros en su debut amarillo, Martín Marrero, al que acabaría por suplir como lateral derecho, recuerda que “empezó de extremo, pero Muñoz lo colocó como lateral y se quedó jugando fijo en ese puesto durante mi último año”. Y Martín saca su vena de técnico para definirlo como “rápido, contundente… y físicamente una bestia. Le gustaba incorporarse al ataque y me aventajaba en que dominaba el juego aéreo y en que también se adaptaba a la posición de líbero”. Otra voz autorizada es la de Felipe Martín, compañero suyo en esos primeros años en la UD Las Palmas: “Es curioso que empezara como yo, de extremo izquierdo, y que fuera Miguel Muñoz el que lo pusiera de lateral al igual que me puso a mí de central y me quedé ahí para toda la vida”.

Más modesto es el propio Gerardo, quien asegura: “No era un jugador muy habilidoso, pero sí tenía mucho recorrido y mucha capacidad de trabajo”. Lo cierto es que, en su primera etapa en Las Palmas, completó cinco temporadas a un gran nivel, todas en Primera División. Disputó un total de 101 partidos de Liga en los que convirtió cuatro goles y fue pieza importante dentro de una UD que acostumbraba a pelear por una plaza en la Copa de la UEFA y que el curso de su reconversión jugó como lateral la final de la Copa del Rey ante el Barcelona. “Mientras nosotros estábamos nerviosos ante un partido de tal calibre, Cruyff se fumaba un cigarro y hablaba con Neeskens con una tranquilidad asombrosa”, recuerda el futbolista.

Tres temporadas después, con Gerardo asentado en su posición de lateral derecho y tras haber formado parte de los combinados nacionales en las categorías inferiores, llega  una importante propuesta del Real Madrid, que ofrece 55 millones de pesetas a la UD por el traspaso. Con el acuerdo hecho, a falta de la firma, el Barcelona entra en escena y sube su apuesta hasta los 65 millones de pesetas y un porcentaje para el jugador, que deshace el preacuerdo con el Madrid y se convierte en jugador azulgrana. “Gerardo se merecía esa oportunidad y, además, con su traspaso ayudó muchísimo a la UD Las Palmas porque no pasábamos por un buen momento económico”, explica Felipe Martín.

Su antiguo compañero define a Gerardo como “un jugador con un poderío físico tremendo, un superdotado, terrible en el juego aéreo y muy completo con el balón en el suelo porque manejaba bien las dos piernas”. Sin embargo, para Felipe, esas cualidades técnicas y físicas no eran las más destacadas. “Lo mejor es que era la definición de alegría; donde estuviera, allí había risas y creaba un ambiente familiar en la caseta porque siempre estaba de broma y era capaz de levantarle la moral a todo el grupo”. “Gerardo era el alma de nuestro vestuario”, cuenta Felipe con orgullo sobre “uno de los mejores compañeros que conocí”.

Antes de su traspaso al Barça, Gerardo había encontrado otro gran premio a su trabajo: la internacionalidad. Y como no podía ser de otra forma, en su debut le llegó otro cambio de puesto. En 1981, dos días después de que Barcelona y Sporting disputaran la final de la Copa del Rey, la Federación tenía programado un amistoso frente a Portugal en el histórico estadio de Das Antas (Oporto), paso previo a una gira por toda Sudamérica, preparatoria de un Mundial… que se iba a disputar ¡en España! Como Alexanco y Maceda (anteriores acompañantes de Tendillo en el centro de la defensa) no podían estar en la convocatoria, José Emilio Santamaría colocó a Gerardo de líbero titular.

“Yo siempre había jugado en el lateral o, con anterioridad, de extremo. Nunca había jugado de líbero, pero por estar con la selección hubiera hecho cualquier cosa”, recuerda Gerardo sobre un partido que España perdió (2-0) en los últimos minutos. “Pese a la derrota, mi debut fue muy importante en mi carrera, pues me dio muchísima confianza y me hizo crecer mucho como jugador”, agrega un futbolista que no volvió a entrar en una zaga que se mantuvo inamovible durante una docena de partidos: Camacho, Tendillo, Alexanco, Gordillo. Y tras ese verano de 1981, su aterrizaje en Barcelona no pudo ser peor, al reproducirse una lesión de pubis que ya le había impedido estar en los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980.

Tras adelantar en pretemporada a Ramos, Zuviría y Sánchez, se lesiona en su debut liguero como azulgrana (4-0 al Cádiz en el Camp Nou), no viaja en la segunda jornada al Insular… y está cuatro meses inactivo para perder toda opción de acudir a un Mundial en el que José Antonio Camacho ocupa el lateral derecho (pese a ser zurdo), para dejar hueco en la izquierda a Rafa Gordillo. “No fue un buen año para mí ni para el club, aunque acabamos segundos en una Liga que se llevó la Real Sociedad y salvamos el curso al ganar la Recopa ante el Standard de Lieja en el Camp Nou”, admite Gerardo, que jugó esa final como titular.

El curso siguiente compartiría vestuario con Diego Maradona, aunque al argentino tampoco le fue bien en su primera temporada en España, pues una hepatitis le mantuvo cuatro meses inactivo. Cuando regresó, el Barça fue capaz de ganar la Copa del Rey y la Copa de la Liga ante el Real Madrid de los cinco subcampeonatos. En la primera de las finales, la de la Copa del Rey, resuelta para los azulgrana (2-1) con un gol de Marcos en el último minuto, el grancanario regresó a la posición de líbero para cubrir la baja de Alexanco. En la segunda campaña de Maradona tampoco le fueron bien las cosas al argentino (lesionado por Goikoetxea en el inicio liguero)… ni a Gerardo, que apenas contó para Menotti.

Así se ahorró estar en la final de la Copa del Rey de 1984, en la que el Barça cayó (1-0) ante el Athletic de Clemente y que es conocida como la final de las patadas por la bronca que se montó al acabar el encuentro. La suerte cambió entonces para Gerardo y para el Barça. El grancanario se hizo titular indiscutible en la banda derecha con la llegada de Terry Venables y el club azulgrana se hizo con la liga 84/85 de forma contundente. Además, el grancanario tuvo un papel protagonista en la decisiva victoria (3-2) contra el Real Madrid, al inaugurar el marcador con un cabezazo espectacular. El buen rendimiento de Gerardo no pasó desapercibido para el nuevo seleccionador, Miguel Muñoz, que ya le conocía de su etapa en Las Palmas.

Así, el 23 de enero de 1985 disputaba en Alicante un amistoso ante Finlandia (3-1) que le asentaría definitivamente en las convocatorias del combinado nacional. Y luego jugaría toda la fase de clasificación que culminó con el pase de España a la cita de México 86, sobreviviendo incluso al traumático relevo en la portería, donde Arconada dejó su plaza a Zubizarreta tras una goleada (3-0) en Gales. Pero, a la hora de la verdad, Gerardo Miranda -que con el Barça perdió la final de la Copa de Europa ante el Steaua de Bucarest (jugó los 120 minutos) y también la de la Copa del Rey frente al Zaragoza (no jugó)- se quedó otra vez fuera de una gran cita futbolística. La Copa de la Liga no fue consuelo.

“Quedarme sin Mundial fue un golpe durísimo para mí”, explica el grancanario, que justifica su ausencia por motivos médicos. “Nos habían hecho unas pruebas porque en México íbamos a jugar en altura y yo padecía asma. Nadie me dijo nunca que aquellas pruebas me iban a dejar fuera del Mundial, pero creo que así fue, pues a mí la altura me sentaba fatal”. Gerardo tampoco volvería ya a la roja, aunque seguiría dos años más en el Barça como titular, despidiéndose con un nuevo título de Copa del Rey, contra la Real Sociedad en el Bernabéu, con Luis Aragonés en el banquillo del Barça y Gerardo, una vez más, en el once.

“Después del motín del Hesperia hubo una profunda renovación que acabó con 24 jugadores de los que formábamos aquella plantilla fuera del club en sólo dos años. Yo había tenido una reunión con Las Palmas y había dado mi palabra de que si el Barcelona no ejercía su opción yo regresaría a casa y así fue”. Gerardo fichó por una UD que había bajado a Segunda División y que atravesaba problemas económicos. Pese a ello, su retorno le costó a la entidad de Pío XII casi 30 millones de pesetas en concepto de traspaso. Jugó 71 partidos y anotó ocho goles antes de poner el punto final a su brillante carrera como profesional.

“Fue un sueño poder militar en el equipo de mi tierra durante muchos años y ayudarlo en todo lo que pude, luego también lo fue fichar por un equipo tan grande como el Barcelona, pero lo que uno de verdad sueña cuando empiezas a jugar al fútbol es poder vestir algún día la camiseta nacional y escuchar el himno ahí, a pie de campo. Yo conseguí las tres cosas y me siento afortunado y muy orgulloso por ello”, resume.

 

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