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La ULL y el CSIC patentan un producto no tóxico que permite ahorrar hasta el 30% del agua en los cultivos

Investigadores de la ULL y del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología del CSIC que desarrollaron el producto

El Diario Agrícola

Santa Cruz de Tenerife —

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Dos grupos de investigación de la Universidad de La Laguna (ULL) y del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en la isla de Tenerife, han licenciado a una empresa del sector agrícola la patente de un producto que permite en condiciones de campo el crecimiento y desarrollo de especies agrícolas con el 30% menos de agua de riego.

En este proyecto han participado, por parte del IPNA-CSIC, David Jiménez-Arias, Alicia Boto Castro y Andrés Borges, mientras que por parte de la Universidad de La Laguna lo han hecho Francisco Valdés y Juan Cristo Luis Jorge, del Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal, y José Antonio Pérez, del Departamento de Bioquímica, Microbiología, Biología Celular y Genética.

Jiménez-Arias explica que el tratamiento patentado permite reducir el agua empleada durante el cultivo sin que por ello se vea mermada la productividad. 

Este tratamiento está basado en el empleo de aminoácidos cíclicos no prolínicos, los cuales fueron estudiados en condiciones de laboratorio, sometiendo a plantas previamente tratadas con este tipo de moléculas a un estrés hídrico.

En esta fase, se descubrió que ese tipo de aminoácidos aumentaba su tolerancia a esas condiciones adversas.

De hecho, los resultados de estos ensayos fueron lo suficientemente concluyentes como para solicitar y obtener una patente en España.

La fase de aplicación de las sustancias

En la siguiente fase, y ya en condiciones de campo, se estudió la aplicación de estas sustancias en el crecimiento, desarrollo y sobre todo la productividad en diversas especies agrícolas, obteniendo notables resultados que han llevado a licenciar esta patente.

“Lo interesante de esta patente es que se trata de una estructura base que podemos seguir modificando químicamente, buscando nuevas moléculas que mejoren los efectos ya estudiados o descubriendo efectos nuevos”, explica Jiménez-Arias.

El proyecto, que comenzó en 2014 con la finalización de la lectura de la tesis del propio Jiménez-Arias, dio un salto relevante en 2016, ya que los grupos de investigación (Grupo de Biología Vegetal Aplicada, GBVa-ULL y Activadores Químicos de las Defensas de las Plantas, IPNA-CSIC) fueron premiados en un concurso de Cajasiete para iniciativas emprendedoras que les permitió realizar un estudio de patentabilidad.

Dicho estudio desembocó en la solicitud de la patente española. Posteriormente, y tras las pruebas en campo, la patente ha sido licenciada a la empresa Kweek Agro, con la que ya se ha colaborado anteriormente licenciando otras patentes, la cual actualmente se encuentra desarrollando un formulado para maximizar los efectos en condiciones de campo.

La relación con la empresa es crucial para poder acceder a las patentes internacionales, que están actualmente tramitándose para la Unión Europea, Turquía, Marruecos, además de Brasil, México, Perú, Chile y Estados Unidos.

El coste de toda esa operación sería inasumible para instituciones públicas como la Universidad de La Laguna o el CSIC, de ahí que sea imprescindible la participación empresarial.

En la comunidad investigadora sigue habiendo cierta reticencia a patentar sus descubrimientos, aunque no es el caso de este grupo, que cuenta con siete patentes, cuatro de ellas licenciadas a empresa y dos de ellas en conjunto con el GBVa de la ULL.

Otro de los investigadores del IPNA-CSIC implicado en el proyecto, Andrés Borges, aclara que el grupo de investigación en el que se enmarca esta patente, denominado Activadores Químicos de las Defensas Naturales de las Plantas, lleva trabajando en esta línea de investigación desde el año 1993.

De hecho, Borges también explica que este proyecto es un perfecto ejemplo del trabajo realizado por el grupo, cuyo propósito es buscar sustancias químicas capaces de estimular las defensas naturales de la planta, “siendo así más tolerante a estreses de tipo abiótico y biótico”.

En este caso concreto, “son moléculas no tóxicas, aminoácidos poco conocidos pero naturales, que se pueden comercializar no como un fitosanitario, sino como un bioestimulante, con lo cual el registro es más sencillo y barato para la empresa y con menos problemas medioambientales”.

Además, es muy útil para abordar un problema que, con el cambio climático, es cada vez más acuciante internacionalmente, la sequía.

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