El volcán asesta una estocada más a la pesca en La Palma, una profesión mermada en las islas por las cuotas

Todos los barcos pesqueros amarrados en el muelle de Tazacorte el día después de que la lava alcanzar el mar; algunos llevan más de dos meses sin poder faenar.

Iván Alejandro Hernández

Llanos de Aridane (La Palma) —

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El coronavirus obligó a pescadores como César Camacho, patrón mayor de la cofradía de Nuestra Señora del Carmen, a seguir trabajando como servicio esencial a pesar de que los precios eran bajos: “No había rentabilidad”. El año 2021 comenzaba con una cuota muy restringida para la pesca de tuna, la especie más importante para la subsistencia de gran parte de las flotas isleñas: “En una semana agoté mi cupo”, añade. Su barco permanecía amarrado desde marzo y hablando con compañeros de una profesión al límite recuerda que se decía: “Lo único que falta es que un volcán entre en erupción”.

El pasado 28 de septiembre, en torno a las 23.00 horas, la lava del volcán que entró en erupción nueve días antes alcanzó el mar en la playa de El Perdido. La colada sigue fluyendo desde un acantilado de unos 100 metros hacia la costa y ya forma un delta en la zona. Camacho dice que probablemente afecte a un área en la que la flota artesanal isleña capturaba sardinas, arenques o viejas, pero “es un trocito y no daña tanto” a la profesión, “pero está claro que tampoco beneficia”. Sobre todo, teme que se acote un perímetro amplio para hacer estudios y no les permitan acceder. 

En cualquier caso, sabe que allí no les van a dejar pescar “hasta dentro de mucho tiempo”. Pero Camacho centra la mayor parte de su conversación con Canarias Ahora en las cuotas de atún asignadas a los barcos. Se trata de un sistema implantado por la Unión Europea para limitar las capturas de especies esquilmadas. Para la tuna o patudo (Thunnus obesos), una orden ministerial fija cuanto puede pescar cada barco durante un periodo determinado. Esto se decide tras negociaciones y acuerdos entre las partes y en años anteriores se hacía un reparto más equitativo. Pero este 2021 el resultado ha sido desastroso para gran parte de la flota.

En concreto, a Canarias le tocó un cuota de 2.421 toneladas de las 7.604 asignadas a España, que se repartió de la siguiente manera: 202 barcos canarios (sobre todo artesanales) solo tuvieron acceso a 223 toneladas, mientras que 2.198 toneladas se repartieron entre atuneros cañeros. Esto provocó protestas de pescadores por todo el Archipiélago y en el muelle de Tazacorte aún permanece colgada una pancarta en la que se lee “salvemos entre todos el medio marino insular y la pesca artesanal”.

La cofradía de Nuestra Señora del Carmen, conformada por unos 40 buques, se dedica a la pesca artesanal, es decir, con caña. Algunos más grandes pueden también capturar tuna si tienen las herramientas necesarias. Es el caso de Camacho, que solo pudo tener acceso a 1.000 kilos, “que no es nada”. Mientras la especie atraviesa las aguas isleñas en sus migraciones, los barcos que viven de ella no pueden salir a pescar porque son penalizadas sin se pasan del cupo. Sí pudo capturar algo más de atún rojo, para el que se asigna una determinada cantidad a cada barco y se permite la pesca olímpica, es decir, si sobra cuota, se pesca libremente hasta que se acaba. “Y pude faenar durante poco más de una semana”.

Ese es casi todo el uso que ha podido darle a su barco más grande, que compró con un crédito de 80.000 euros que aún paga, al que se suma otro de 15.000 euros para reformarlo y adaptarlo a la pesca de atún. Tiene, junto a su hermano, otro más pequeño, con el que sí sale con mas frecuencia para capturar viejas o peces más pequeños y con ello cubre los gastos, que pueden ascender semanalmente a los 700 euros, entre el pago a un empleado, la seguridad social, el IRPF, la asesoría y el gasoil, que puede superar los 100 litros en un día en el mar.

“Con estos gastos y la situación actual no hay beneficios. Nosotros nos mantenemos gracias a los años que nos han dejado algo de beneficios”, señala Camacho, quien remarca que se dedica a esta profesión desde 2007 por pasión. Antes de embarcarse en la pesca, trabajaba en una compañía telefónica y estaba “bien remunerado”, pero quería levantarse cada mañana sin estar “Emperrao”. Aunque a partir de entonces cobra menos, entre altibajos, ha subsistido haciendo lo que le gusta. Pero en los últimos años “se ha juntado todo”.

“Hasta la traíña, que se suele usar en los tanques para pescar atún, ha escaseado durante el último año, cuando en La Palma siempre ha sido abundante”, añade Camacho. De hecho, este miércoles ha ido a El Paso, para hacer tramites y “paralizar préstamos”. Dice que no le gustaría tener que dejar la profesión, pero si la situación actual continúa, no tendrá más remedio “porque no es rentable” si no cambia el reparto de las cuotas.

“¿Eso no es ahí detrás?”

A Camacho también le ha golpeado con fuerza la crudeza “del cabrón del volcán”. El 19 de septiembre había salido a pescar viejas en la zona de El Remo y su familia le esperaba para almorzar en una bodega, a escasos metros de la vivienda de sus padres, ubicada en El Paraíso. Subió con su furgón y al bajar sintió “como un soplo”. Poco después una amiga de la zona se acercó gritando: “¡El volcán, el volcán!”. Subió un poco la cuesta y vio el humo.

Mientras, su padre estaba sentado en la mesa de la bodega viendo la televisión junto a su hijo. Vieron la erupción en directo en Televisión Canaria. “¿Eso no es ahí detrás? ¡Eso es ahí detrás!”, expresaron. Salieron a toda prisa. La madre pudo coger antes las escrituras de la casa y Camacho sacó todo lo que tenía en su furgoneta para ir albergar, a sus tres perros, que fue a buscar “un poco más arriba” en la casa de un amigo. “Los recuperé y nos vinimos a los Llanos de Aridane, a casa de mi tía en Tendiño. Se quedó la comida en la mesa y la carne asada”, señala Camacho. Y la casa, los viñedos y la bodega, arrasados por la lava.

Sus padres y su hermano permanecen en la casa familiar y Camacho, junto a su mujer, se han ido a la casa de la jefa de ella, también en los Llanos de Aridane. Confirma que ha visto al presidente del Gobierno de España, Pedro Sanchez, anunciar las ayudas, pero se muestra escéptico. “Dicen que sí, pero luego empieza la burocracia, a exigir requisitos… Cuando vea las ayudas y las facilidades, me lo creeré”. También espera que, si el Estado va a dar vivienda a los afectados, “no se meta a todo un pueblo en conejeras”, en referencia a los pisos.

“Yo no quiero cambiar mi casa por un piso. Yo ya me estoy subiendo a las paredes porque yo no estoy adaptado a esta vida. Y mi padre menos. Que el Gobierno haga lo que tenga que hacer para que mi padre pueda empezar una nueva vida, pero con una casa en el campo, con terrenos, como teníamos. Mi padre no puede estar en un piso”, insiste.

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