Año nuevo, socialdemocracia nueva

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Cuando se acaba el nefasto 2020 por obra y gracia del coronavirus y del coronaborbón, tengo que reconocer que me equivoqué al creer que la alianza entre el PSOE y Unidas Podemos no duraría mucho más que un caramelo a la puerta de un colegio. La razón ha sido muy sencilla, que tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias han sabido negociar y ceder en sus pretensiones para ir hacia una socialdemocracia de nuevo cuño. Pero han existido otros motivos para que el Pacto de Progreso haya fructificado, y todo empezó desde el mismo día de la investidura de Pedro Sánchez el 7 de enero, cuando la derecha totalmente histérica llegó a ponerse en pie gritando “Libertad, Libertad”, lo cual parecía una paradoja que la derecha y la extrema derecha pidieran libertad. Para evitar el Pacto de Progreso, Pedro Sánchez necesitaba sólo trece abstenciones del Partido Popular, y Pablo Casado se negó en redondo, para a renglón seguido optar la derecha por el ruido escandaloso, por la histeria en el Congreso, Senado y en la calle, argumentando de forma permanente que el Gobierno era ilegítimo, que había pactado con comunistas, separatistas y terroristas, y muchos más epítetos dirigidos a Sánchez, como felón, criminal, terrorista, etc., etc..

Ya a mediados de enero la derecha y la extrema se lanzan a unos ataques desaforados, y el primer tema escogido es el del pin parental, y la izquierda entró al trapo de forma ingenua, sin analizar que el objetivo de PP y Vox era crear reacciones violentas ante un problema nimio, inexistente. Después vino el aterrizaje en Madrid de la vicepresidenta de Venezuela Delcy Rodríguez, cuando el ministro Ábalos fue enviado a reparar el error del Gobierno, aunque posteriormente ningún tribunal español ha considerado que se cometiera delito alguno. El argumentario pepero y voxero continuó con el objetivo de desatar la máxima inestabilidad posible. Con un objetivo urgente, tratar de derribar al Gobierno de Progreso. Pero a la derecha parece que se le olvida contar los números que hay en el Congreso de los Diputados, y no le basta con sumar más que la izquierda porque si aspira a gobernar necesita de las opciones nacionalistas y regionalistas y también de los independentistas, y lo que hace el Partido Popular es tratar a casi todos los partidos no estatales como contrincantes. Largo me lo fiáis.

Utilizar la pandemia como arma política es de las cosas más denigrantes que han hecho el PP, Vox y Cs. Han sido tan cretinos y cínicos que han culpabilizado al Gobierno de todas las muertes que se han producido hasta ahora, cuando en realidad es la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, la responsable de muchas muertes en la residencias de ancianos de la comunidad que dirige. Pero los ataques el Gobierno continuaron sin freno, argumentando entre otros disparates que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias habían ocultado la gravedad de la pandemia para poder celebrar el acto feminista del 8-M y llegan a acusar de asesino al Gobierno, y a Pedro Sánchez le insultan diciéndole felón, criminal y hasta terrorista, y de oca en oca y tiro porque me toca. Por su parte Pablo Iglesias recibe los ataques más feroces, incluso en su domicilio, en donde tiene tres hijos pequeños. En la etapa más dura del confinamiento, PP y Vox mantienen la idea de oponerse a todo, la estrategia del acoso y derribo que comienza a tener síntomas de fracaso. Agitar la calle es otra táctica de la derecha, y las manifestaciones más simbólicas fueron las de la calle Núñez de Balboa, y cientos de personas de clase alta se lanzan a la calle cacerolas en mano pidiendo ¡manda cojones! libertad. Más tarde, en el verano, el Gobierno decide ampliar el estado de alarma, pero PP y Vox se oponen, pero las encuestas indican que buena parte de los votantes del Partido Popular se sentían más seguros con la ampliación del estado de alarma, y Ciudadanos optar por dar un giro a su política y rompe con el seguidismo pepero.

En pleno mes de agosto el Rey emérito, con poco mérito, Juan Carlos Borbón, huye de España hacia los Emiratos Árabes Unidos, y el escándalo propició que la monarquía franquista/borbónica pasara al centro de la polémica política, y se habla de República más que nunca. En todas las tertulias surge el tema de forma inusitada. No ha sido muy edificante el discurso navideño  de Felipe Borbón en el cual no citó para nada a su padre el fugado, ni tampoco las cartas de los militares golpistas, pero esto último era pedirle mucho. En la fase final del año, el Gobierno de Progreso logra sacar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) y eso descoloca a PP y Vox, que se lanzan a difundir la política del miedo, que España se va a convertir en una república comunista bolivariana tales y cuales, y la aprobación de la Ley de Eutanasia es otro duro golpe para los conservadores y ultraconservadores y ahora con la llegada de las vacunas para la COVID-19 el PP y Vox están de nuevo tratando de arañar argumentos negativos. Finalmente pese a las diferencias entre el PSOE y Unidas Podemos, ha prevalecido la idea de la necesaria unidad que conforma  una socialdemocracia progresista en la que unos y otros han cedido en muchos puntos, aunque ahora Unidas Podemos tendrá que hacer más visible sus diferencias con el PSOE de Pedro Sánchez, que dicho sea de paso ha dado un giro evidente hacia el centro izquierda, a la socialdemocracia progresista que tantos beneficios le está dando a la mayoría de las gentes. En definitiva, año nuevo, socialdemocracia nueva.

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