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Los cangrejos saben latín

Cristóbal D. Peñate / Cristóbal D. Peñate

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Rajoy se ha empeñado en imitar al rey sin ser rey, mientras que Benedicto XVI se ha empeñado en emular a dios sin ser dios. El líder de la oposición, consciente de que no se acerca en las encuestas a Zapatero, ha decidido tirar de los símbolos porque el hombre se ha quedado sin discurso político serio.

No se ganan unas elecciones machacando al personal sobre el terrorismo y la unidad de España, porque en ese terreno la mayoría está de acuerdo, sino solucionando el desempleo, la sanidad, la educación o la vivienda. O sea, lo que interesa a la gente.

A la gente le importa un pimiento si los edificios públicos tienen izada la bandera española o la de Uzbequistán porque lo que les interesa a los ciudadanos es que los políticos les resuelvan sus problemas de cada día. Insistir en banderas, símbolos e himnos es perder el tiempo porque eso sólo preocupa a un puñado de patriotas de hojalata. El patriotismo de verdad empieza por solucionar los problemas más básicos a los compatriotas. Rajoy no es un patriota sino un patriotero.

El PP quiere ser el primero de la patria, pero curiosamente siempre coincide con sus adversarios más antitéticos. Ahora mismo se opone a la ley de memoria histórica, coincidiendo con Ezquerra Republicana de Catalunya. No sólo coincide en eso.

Muchos votantes del PP son oyentes de la COPE. No es ningún secreto. Pues mientras Losantos pide la abdicación de Juan Carlos I a través de la emisora de los obispos por un lado, Rajoy le hace reverencias al rey y Esperanza Aguirre cursis genuflexiones en la recepción del Palacio Real por el Día de la Hispanidad.

Rouco Varela pide por un lado a los fieles católicos que recen por el rey y pidan por él en las misas en latinas, pero no solicita a su locutor estrella que deje de hacer el tonto en las ondas celestiales. Paradojas cotidianas.

El PP coincide con Batasuna o sucedáneo en rechazar la política antiterrorista del Gobierno mientras el resto de los partidos parlamentarios hacen piña para enfrentarse al monstruo. Tampoco es casualidad que en el Parlamento vasco coincidan los dos extremos en rechazar los presupuestos.

A Rajoy no le importa hacer el ridículo (el último, el vídeo solemne y patriotero por el 12-O que invitaba a la hilaridad) si a cambio consigue votos. El problema es que no logra más votos, según las encuestas.

Rajoy, como el Papa, quiere volver a las misas en latín. Es un paso atrás, aunque él debe pensar que si los españoles no lo entienden en su vivo español galleguizado y durmiente, es posible que lo comprendan si emplea una lengua muerta. Al menos Rouco Varela sí lo entiende.

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