José Manuel Soria ha tenido muchos lebranchos en sus filas, y para no hacer la lista demasiado larga ahí tienen a Paco Valido, María Antonia Torres, en Telde; Paquirrín González y Onalia Bueno, en Mogán; Celso Perdomo andando por los vientos eólicos, y dejamos la amplia relación porque son veinte y pico nombres de cargos y afiliados del Partido Popular imputados en diferentes casos, como incluso su segundo de a bordo Manuel Fernández, secretario general de los conservadores canarios. El panorama no puede ser más aterrador, y ahora mismo todo este cúmulo de irregularidades han convertido todos estos asuntos/trasuntos en el caso Soria. El presidente del Partido Popular y vicepresidente del Gobierno canario está contra las cuerdas, en un simil boxístico está flotando groggy en el centro del ring, vapuleado por todos los costados, y ahora mismo tiene incluso abandonada la consejería de Economía y Hacienda porque está más tiempo con sus abogados y visitando a los juzgados que en su trabajo que pagamos todos los canarios. Soria se ha convertido en una vergüenza pública que pasará a la historia de Canarias como la peor ralea política que se ha sentado en un despacho público. Lo peor para él, y para Paulino Rivero que todavía le protege, es que tliempo lo aclara todo, y que va a seguir en la UVI política con una agonía política de las que hacen época. O Época.