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Poco que celebrar...

Elena Máñez

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En los últimos años, España ha retrocedido de forma alarmante en materia de igualdad. Si en el año 2007 ocupaba el puesto diez del ranking, que elabora el Foro Económico Mundial a través del índice de igualdad de género, en 2013, ha caído al puesto 30. El mayor descenso se produjo en 2012, cuando descendió del puesto 12 al 26.

La “marca España” es, en estos momentos, sinónimo de retroceso en derechos y libertades, gracias a las políticas del Gobierno del PP.

Hace pocos años, las mujeres españolas salíamos a la calle para solidarizarnos con mujeres de otros países que no gozaban de los derechos y libertades que aquí habíamos conquistado. Hoy son mujeres de países vecinos y también del otro lado del Atlántico, las que salen a la calle “en solidaridad con las mujeres españolas”.

Ésta es la España de Rajoy: la de “la recuperación”. Lo que no parece tan claro es qué estamos recuperando, porque este país se parece cada día más a la primera temporada de la serie televisiva “Cuéntame”.

A diario nos sorprenden titulares con “amenazas” de excomunión o afirmaciones de políticas y políticos del PP en las que califican como terroristas a las mujeres que abortan o recomiendan la prostitución como alternativa a la falta de empleo y oportunidades. Éstas y otras declaraciones públicas machistas, retrógradas y absolutamente reprochables con las que nos sobresaltan cada día están consiguiendo que olvidemos lo fundamental. Hablamos de derechos, de libertades, de igualdad de oportunidades, de valores consustanciales a la democracia que están siendo atacados por acción o por omisión por parte de la derecha de este país.

Hablar de derechos y libertades en España se ha convertido en un anatema. Para evitarnos “peligros”, se nos “protege” de nuestra libertad para decidir con una Ley del aborto que nos tutela y nos convierte en víctimas o personas incapaces de decidir libre y responsablemente sobre nuestros cuerpos y nuestra maternidad. También nos “defienden” con una Ley de seguridad ciudadana para protegernos del derecho de manifestación, porque ya sabemos que si no formas parte de la presunta “mayoría silenciosa” eres un peligro social. Y ahora toca también “defender”, aún a costa del respeto a los derechos humanos más fundamentales, nuestras fronteras de las “avalanchas” de personas inmigrantes.

Qué importante es el lenguaje y qué fácil de manipular y tergiversar. Pero si importante es lo que se dice, también lo que se omite. Se puede ser responsable por acción o por omisión. Y las omisiones de este Gobierno son de lo más significativas. Acabamos de pasar por el Debate del Estado de la Nación y parece claro que entre las preocupaciones del presidente no está la ni la igualdad, ni la violencia de género.

En consecuencia, perdimos el debate todas las personas ausentes de un discurso en el que lo único que parece importar es la macroeconomía ¿Para quién se gobierna entonces?

Acabamos de conocer las cifras de la violencia machista en Europa. En los países en los que se avanza en la defensa de los derechos y libertades de las mujeres, nos sentimos más respaldadas a la hora de denunciar y hacer valer nuestros derechos. En cambio, cuando no existe un discurso político claro y firme a favor de la igualdad, cuando se gobierna de espaldas a la situación de violencia y discriminación que viven muchas mujeres, cuando se legisla contra los derechos fundamentales de las mujeres, se produce el efecto contrario. Por tanto, no debe sorprendernos que en España sigan disminuyendo las cifras de denuncias por violencia de género.

Está en juego la democracia y todos los avances políticos, sociales y en derechos que hemos ido conquistando a lo largo de estos años.

En definitiva, poco que celebrar y mucho que reivindicar este 8 de marzo.

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