Espacio de opinión de Canarias Ahora
Creo no haberme equivocado
Estos primeros meses del año están siendo realmente extraños. Primero, porque tras muchos años de militancia abandoné Coalición Canaria por discrepancias políticas insalvables con el nuevo rumbo de la nueva dirigencia -básicamente, por el abandono del espacio nacionalista y su acercamiento ideológico al PP-; poco después fui cesado, a petición propia, del cargo de Comisionado para el desarrollo del autogobierno porque entendía que salir de CC podía afectar el Gobierno. Tras algunas semanas intentando con otros compañeros una confluencia nacionalista, desistí porque vi muy poca disposición entre las distintas formaciones que se denomina como tal a recomponer y orientar ideológicamente ese espacio en torno a la regeneración democrática, la convicción medioambiental y la consecución del estatus político de Plena Autonomía Interna. Lamentablemente, solo encontré más de lo mismo de lo que había en Coalición Canaria: desidia y desinterés hacia esas cuestiones, lo propio de la vieja política.
Partiendo de esas premisas, el siguiente paso que di es fácilmente entendible, aunque no lo parezca: como muchos otros ciudadanos comprendí que la única opción por la que valía la pena apostar, porque implicaba adoptar un método de democracia radical y lucha contra la corrupción, era Podemos. Y apostar por ese método era asumir que las principales decisiones, entre ellas las candidaturas y el ideario político, se iban a tomar por la ciudadanía a través de primarias abiertas.
He de confesar que, pese a que sabía que esa irrupción iba a sorprender a propios y extraños –y así se lo dije a quienes me propusieron participar en una candidatura a primarias-, nunca me imaginé ni la virulencia con la que se rechazó mi presencia en la organización ni el efecto contrario, esto es, el apoyo valiente y entusiasta de muchas personas -a las que les agradezco sinceramente su postura, que no pocas incomprensiones ha provocado entre muchos de sus compañeros-, que defendieron públicamente que, como cualquiera, yo tenía todo el derecho del mundo a participar en un partido abierto a la ciudadanía. Siempre se ha dicho que en Podemos cabían todos los que asumieran sus principios políticos y éticos, cosa que desde luego hice desde el principio y por escrito.
Sin embargo, con soberbia y suficiencia, pero también con amenazas y chantajes, principalmente por parte de miembros con doble militancia y dirigencia de conocidas formaciones residuales que han acabado en Podemos, se intentó que se me retirara el apoyo de compañeros, se me faltó al respeto tildándome, sin conocerme ni dejarme explicarme, de todo: desde que era miembro de la casta, pasando por arribista o submarino de CC, hasta que soy instigador de las políticas neoliberales que han llevado a Canarias a la peor situación de su historia (sic). Casi nada.
Finalmente, por presiones de los sectores más radicales, y por esas espurias razones, consiguieron que se me excluyera del proceso de primarias junto a Tomás Capote -cuyo único pecado fue militar en otras formaciones hace 20 años-. Aunque parezca mentira, y eso que muchos integrantes provienen de otras formaciones, incluida su candidata a la Presidencia de Canarias, Podemos, a dedo y sin dejar que se pronunciaran las bases, purgó las candidaturas a primarias y eliminó a quienes, pese a cumplir con los requisitos de participación, no le gustaba. No digo que no sea razonable que eso pueda ser así; lo que digo es que esa actuación sectaria en nada desmerece a la vieja política de los partidos de la casta, a la que tanto se denosta…
Pese a esa exclusión y a ser invitado por otras formaciones para concurrir a las elecciones -que obviamente decliné-, he seguido participando en asambleas de Podemos en Santa Cruz y he colaborado en la organización de las primarias para elegir la candidatura del partido instrumental con el que se presenta Podemos al Ayuntamiento, Ahora Santa Cruz.
Llegados a este punto, la pregunta (y la reflexión) parece obvia: ¿me equivoqué? Y la respuesta, tanto la espontánea como la meditada, es la misma: en absoluto. No me equivoqué porque sigo entendiendo que no vale la pena estar en formaciones que carecen de ideología y de voluntad de cambiar las cosas, que solo aparentan renovarse para que todo siga igual, que no quieren regenerarse democráticamente, que están heridas de muerte política -aunque vayan a gobernar algunas instituciones-, porque adolecen de la enfermedad incurable de la vieja política. Esas formaciones no quieren transformar la sociedad y que los ciudadanos sean los verdaderos protagonistas de la vida política. Por eso reitero que son más de lo mismo y, pese a dejar muy buenos recuerdos y amigos, son el pasado.
Como tampoco creo haberme equivocado por haber intentado concurrir a las primarias de Podemos, en las que sabía que no tenía las más mínima posibilidad de ser elegido. Quise estar para compartir una nueva experiencia, para aprender y vivir de primera mano un proceso novedoso, esa democracia radical que supone abrir a la ciudadanía la toma de decisiones partidarias.
Pese a ser excluido de malos modos, pese a la polémica de si es aceptable la doble militancia (a propósito de Si Se Puede y de otros partidos de la vieja izquierda radical), pese a discrepancias internas, normales en las nuevas formas de hacer política, pese a todo eso, sigo entendiendo que el método Podemos es una buena manera, si no la mejor, de participar en política.
Aunque algunos de dentro no hayan acabado de asumirlo. Porque nadie dijo que construir la Democracia fuera fácil.
Mientras se respete que quien toma las decisiones no es la dirigencia, sino los ciudadanos en las asambleas o en primarias abiertas seguiré pensando lo mismo. Como dijo un compañero, el método Podemos engancha. Por eso sigo acudiendo a reuniones de los círculos de Santa Cruz y seguiré colaborando en lo que pueda y en lo que quieran, desde la base, como uno más.
Eso no significa que haya renunciado al soberanismo, ni mucho menos. Hasta que no me demuestren lo contrario, creeré que es perfectamente compatible entender que Canarias es una de las naciones que conforman el Estado español –que es, por tanto, plurinacional y asimétrico- y apostar por esa democracia radical.
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