Espacio de opinión de Canarias Ahora
Hay que domarlos
La razón que esgrimía todo el mundo era que los ataques de los especuladores se habían disparado porque, a medida que subían los diferenciales, el negocio de la especulación era cada vez más goloso. Se podía conseguir todo el dinero que se quisiera al 1,5% de interés (lo concede el BCE) y se obtenía el 6% comprando bonos italianos y españoles. En la práctica se sabía que el riesgo de impago era inexistente. Y se establecía un terrible círculo vicioso social, como contrapartida de un círculo virtuoso para los especuladores.
Pero el Sr. Trichet, gobernador del BCE, muy presionado por el Gobierno alemán y holandés, contrarios a la compra de bonos soberanos en el mercado secundario, no se atrevió la semana pasada a ir más allá de afirmar que mantendría los tipos de interés del BCE. Lo que es una medida mucho más conservadora y menos decidida que la compra de bonos. Y el resultado fue catastrófico, los especuladores le saltaron al cuello y el diferencial de precios español e italiano casi llega a los 420 puntos básicos (a principios de este pasado mes de julio estaba alrededor de los 250).
De acuerdo con el saber convencional, la forma más contundente que hay para disminuir el diferencial de los bonos de Italia y de España, en relación con los de Alemania, es que el BCE compre bonos españoles e italianos. Así, al aumentar la demanda de esos bonos, disminuye el diferencial con el bono alemán y, automáticamente, baja el precio que tiene que pagar, por ejemplo el gobierno de España, al colocar su deuda.
Y al Sr. Trichet, no le quedó otra alternativa que decidir la compra de bonos Y el resultado apareció como casi milagroso. El lunes 8 de Agosto se llegó a negociar hasta 5.000 millones de deuda, mientras que el día hábil anterior solo se habían movido 842 millones de euros. ¡Nada menos que seis veces más! Y el diferencial del bono español disminuyó, en una sola sesión, desde los más de 400 a por debajo de los 300 puntos básicos. En la práctica, el tipo de interés de la deuda española pasó del 6% al 5% en una sola jornada.
Es cierto que, después de este apaciguamiento y hasta cuando se escriben estas notas, se desató una monumental bajada de las Bolsas mundiales. Pero esa es otra historia y la tendremos que dejar para otro día.
Volviendo al mercado de bonos. Su compra por el BCE supone utilizar el mismo instrumental que los especuladores, eso sí con el objetivo contrario. Mientras los especuladores meten dinero para que los países tengan que pagar más por su deuda, el BCE inunda de liquidez los mercados para que tengan que pagar menos. Y esta estrategia se basa, únicamente, en la hipótesis que los bancos centrales tienen más capacidad y más disponibilidad de dinero que los famosos “mercados”. Así, por mucho que estos quieran especular se les cortará la hierba debajo de sus pies y se retirarán con el rabo entre las patas. Y tradicionalmente era así, con la excepción de la “proeza” que hizo Soros en 1993, cuando reventó a la libra esterlina y la expulsó del entonces antecesor del sistema monetario europeo.
¿Y ahora?
Recordemos unos pocos datos. A). El PIB mundial se calcula hoy en unos 60 billones de ?. B). El valor mundial de los derivados financieros (activos inventados por la imaginación calenturienta y tramposa de la ingeniería financiera. Por ejemplo, los paquetes de hipotecas basura) está en el entorno de los 1.300 billones ¡21 veces el PIB mundial! Parecido importe alcanzan los Seguros de Impago (los CDS). C). El PIB de España está en el entorno de 1,12 billones (el 1,8% del PIB mundial). D). Los Fondos Privados de Inversión dispones de 18 billones y Blackrock, el más importante de ellos, tiene unos fondos equivalentes a dos veces el PIB español.
Aquí aparecen, en mi opinión, un par de conclusiones básicas. La primera es que los Bancos Centrales, los que sean, no están en condiciones de asegurar, ni de lejos, que pueden satisfacer todas las apuestas de los especuladores. Porque el monto de la inmensa galaxia de los activos financieros inventados por los especuladores, es infinitamente superior a la capacidad de movilización dineraria de los Bancos Centrales. Se trata de una confrontación perdida de antemano a largo plazo. Además y aunque sea en otro orden de cosas, la compra de bonos por el Banco Central se condiciona a que se dé otra vuelta de tuerca y se adopten “planes de ajuste” adicionales.
La segunda conclusión es el corolario de la anterior. Porque, si en las condiciones actuales, no se puede meter a viaje a los especuladores ¿hay alternativa? ¿se puede hacer alguna otra cosa? Y claro que la hay, porque las sociedades civilizadas se han dotado de sistemas institucionales capaces de resolver conflictos de acuerdo con los intereses generales. La democracia política no es otra cosa que un pacto social para eso mismo.
Detengámonos un momento en la reflexión acerca de los deberes que todos los ciudadanos tienen que respetar en el desempeño de sus actividades, para garantizar el bienestar y la paz social. Así, los agricultores, los agentes de la construcción, los profesionales de la salud, los pescadores, los transportistas, los trabajadores del turismo, los de los medios de comunicación, los funcionarios, los ingenieros... todo el mundo tiene obligaciones y ve regulada, en mayor o menor medida, su actividad social, para garantizar la cohesión, la convivencia y la fraternidad.
Perdón. Todo el mundo, no. Los agentes oligopolísticos que especulan (nos hacen llamarlos “los mercados”) en el mundo financiero han conseguido, en la práctica y con el engodo de la Globalización, una desregulación absoluta. La prueba del algodón está en lo que nos hacen llamar los “Paraísos Fiscales”. Debemos recordar que hace ahora tres años, al inicio de la terrible crisis que aún atravesamos, la dirigencia política mundial habló de prohibirlos. Hoy los “Estados Corsarios” se ufanan con su indecente presencia. Y, teniendo la misma catadura de quienes se dedican a la trata de blancas o trafican con drogas y armas, se sienten ofendidos y se escandalizan cuando se les califica como bárbaros de la misma calaña. Ya lo dejó dicho Don Francisco de Quevedo y Villegas.
Estas empresas oligopolistas, especializadas en la especulación financiera, están rebañando todas sus posibilidades, en la práctica ilimitadas, para desestabilizar, explotar y empobrecer a todos los ciudadanos de todos los países.
Es tal la evidencia de los daños que acarrean que, hoy mismo, los Gobiernos de España, Italia, Bélgica y Francia (los más castigados en sus bonos públicos) han decidido prohibir durante quince días que se contraten posiciones “cortas” sobre el sector financiero. Porque éste ha sido el instrumento más tramposo y esquilmador que están usando estos días contra los bancos y las cajas.
Esta decisión va en la misma línea de lo que aquí se viene defendiendo aunque, por lo limitado, sea absolutamente coyuntural y marginal. Lo que aquí se propone es que el sector financiero tenga un trato igual y no discriminatorio con el resto de las actividades sociales. Y que los parlamentos legislen sobre él y lo regulen para transformarlo en un sector económico que, como el resto, ayude al progreso y al desarrollo y deje de vapulear al mundo entero, que esa no es su función.
Por eso hay que domar a los especuladores, meterlos en collera y prohibirles las trampas, los engaños y el desquiciamiento social. Y esto se puede hacer de muchas formas. Muchos defendemos como objetivo la banca pública, por supuesto reconociendo el carácter estratégico del sector financiero y colocándolo en las antípodas del desastre de hoy. La posible burocratización que pudiera producirse se combatiría con una transparencia total. Y sus operaciones deberían colgarse en la red para la libre información de los ciudadanos. Otra forma menos drástica consiste en mantener a la banca como un instrumento de estricta intermediación. Recogería los ahorros de la ciudadanía y concedería créditos a los sectores productivos. Teniendo prohibido inmiscuirse en cualquier otro tipo de actividades.
Fórmulas hay un montón. Habría que analizarlas, discutirlas y elegir una.
No podemos permitir que la civilización que, con todas sus deficiencias, hemos construido la arruine un centenar de personas que ha conseguido colocarse en el mundo de hoy en las posiciones de poder omnímodo que todos conocemos. Y que aspiran a mercantilizar todos los aspectos de nuestra vida y, mediante el control de los medios de comunicación de masas, se afanan por convencernos que no hay alternativa. ¡Es lo que hay! ¡O sí, o sí
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