Clark dispone de una trayectoria muy bien considerada en los círculos militares estadounidenses, especialmente por su éxito en la cacería de los Balcanes, donde los suyos disparaban misiles desde el aire y los enemigos morían sin posibilidad de defensa. Escribe uno de sus biógrafos: “El general Clark dirigió las fuerzas de la OTAN durante la guerra de Kosovo y la ganó de una manera que pocos creían posible, valiéndose exclusivamente del poder aéreo, sin sufrir una sola baja en el combate”. Excelente.Pues bien, este ex jefe de la Alianza Atlántica valora así las relaciones de fuerza en tierras de Mesopotamia: “No hemos tenido nunca suficientes tropas en Irak. En Kosovo teníamos 40.000 soldados para una población de dos millones, lo que equivaldría a un mínimo de 500.000 (“sólo” hay 145.000) en Irak. Mandar 20.000 parece demasiado poco y demasiado tarde incluso para (el control de) Bagdad”. Desconfía del ejército iraquí porque “la lealtad de esas fuerzas ha demostrado ser problemática”. También dice que el envío de más soldados restará fuerzas y tiempo a una salida política del pantano.Este artículo del general, publicado en un dominical británico, habla de lo mal que lo llevan los soldados gringos. Clark habla desde el punto de vista militar estadounidense. Nada nuevo bajo el sol. Entonces, ¿por qué empeñarse en maniobras dilatorias para quedarse allí, prestigio de Bush y grandes razones estratégicas aparte? La misma publicación lo explica. Empresas de Estados Unidos y Gran Bretaña se llevarán la parte del león de la riqueza petrolera, según una nueva ley que se presentará pronto al Parlamento iraquí y en cuya redacción “ha participado directamente” Washington. La nueva norma, puro latrocinio, concederá a grupos petroleros como la British Petroleum, Shell y Exxon contratos de 30 años de vigencia para extraer el crudo y permitirá la primera gran operación de intereses occidentales desde que se nacionalizó esta industria en 1972. Las multinacionales obtendrán hasta un 75% de beneficios de un sector del que depende la economía iraquí en un 70%. ¡Y todavía hay quien diga majaderías sobre la soberanía de este país, las virtudes democráticas y el progreso económico! Veamos algunas sorpresas. The New York Times anuncia parte de la nueva estrategia que Bush nos contará esta semana. Una mayor inclusión de los suníes en el proceso político, distribución de los ingresos petroleros y flexibilización del Gobierno de Bagdad hacia los miembros de partido Baas, además del envío de otros 20.000 soldados. ¿En serio? ¿Va a pacificar Irak entregándole la riqueza petrolera a la Exxon, persiguiendo como ratas a los líderes del Baas o ahorcándolos, lanzando al ejército norteamericano sobre Bagdad en el papel de fuerzas de policías que a ciegas disparan primero contra hombres, mujeres y niños, y averiguan después? Habrá que esperar al discurso presidencial, pero carezco del menor motivo para aguardar buenas nuevas. Rafael Morales