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Es la hora de los rotuladores

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Sin embargo, uno es un nostálgico en cuanto a pensar que lo mejor, en determinados casos, es hacer las cosas uno mismo, sin necesidad de implicar a terceros.

La razón de mi propuesta tiene que ver con los, cada vez, más esperpénticos nombramientos ?por favor, que me perdone Don Ramón María del Valle Inclán- que se suceden en nuestra comunidad.

Visto lo visto, lo único que ahora mismo hace falta para lograr un cargo de responsabilidad es estar afiliado a un partido ?en Canarias, preferiblemente a uno de ideología conservadora- y ser sumiso con el preboste que te ha nombrado. Lo que pase después? ¿A quién le importa? Atrás quedan los tiempos en donde se solicitaba cierta cualificación y/ o referencias. Bobadas, lo que importa es asegurar una cuota de poder dentro de un organigrama y evitar perder las áreas de influencias más significativas en un gobierno. El bien común, los electores anónimos ?no los que pagan las campañas electorales- y la sociedad en general siempre quedan relegados a un segundo plano.

Por todo ello, y dado que ya estamos en plena precampaña electoral, de tontos sería no poner un poco de nuestra parte y postular por cualquier puesto en la administración pública que nos solucione el futuro.

Y es ahí donde entran a formar parte de la ecuación los rotuladores. Bien, lo primero que hay que hacer es darse un paseo por una librería, especializada en la venta de material escolar, y surtirse bien de rotuladores, cartulinas, cinta adhesiva y chinchetas. De regreso a casa, y tras buscar una mesa cómoda y bien iluminada, el siguiente paso es ponerse a pensar qué hacer con todo este material, pero no demasiado que tampoco merece la pena.

Se trata de confeccionar una pancarta y/ o anuncio personal que pueda resultar seductor. Lo primero es escoger un fondo adecuado. Por favor, abstenerse de colores muy chillones o de la gama de los carmesíes. A pesar de que el rojo es uno de los colores predominantes en nuestra bandera nacional, a muchos líderes políticos les recuerda al bloque soviético, el complot judeo-masónico y el oro de Moscú, razón por la cual no es muy recomendable.

Sobre las dimensiones de la pancarta, es eso cuestión de cada uno y si se trata de una pancarta individual, doble o multitudinaria. Mi recomendación es que, mejor solo o en compañía de una pareja que en mogollón.

Las pancartas multitudinarias recuerdan a las protestas sindicales y eso tampoco gusta a muchos líderes políticos. Cierto es que los actos políticos-religiosos tan del gusto del Madrid “de los Austrias”, son otra cosa, sobre todo, porque cuando se trata de ganarse la entrada en el cielo, todo el mundo está dispuesto a manifestarse, vaya que sí.

No obstante, lo mejor es acudir solo y con la cabeza muy alta, para así evitar malentendidos.

Dejo para el final el texto a incluir, una vez escogidas las dimensiones de la pancarta. En cuanto a este tema se me ocurren algunas ideas, aunque cada cual debería saber venderse de una forma más o menos convincente. Sin darle muchas vueltas a la cabeza se me ocurre lo siguiente:

JOVEN ESPABILADO/ A (según el sexo del portador) PERO NO DEMASIADO (a los líderes no le gustan los sabiondos, ni aquellos “sobradamente preparados”. Para sabiondos ya están ellos); SERVICIAL, APAÑADO/ A Y DISPUESTO/A PARA HACER LO QUE HAGA FALTA (marcar esta frase en un color bien llamativo y, si es posible, rotularla con un tamaño mayor que el resto de las palabras de la pancarta) SE PRESENTA VOLUNTARIO/ A PARA AYUDAR A LA EXPASIÓN DE? (añadir las siglas del partido en cuestión) HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ.

POR FAVOR, POR FAVOR, POR FAVOR (y así hasta que se quiera) APUNTE MI TELÉFONO Y/ O E-MAIL. PROMETO NO VER NADA, OIR NADA, NI DECIR NADA Y ESTÉ SEGURO QUE NUNCA HA CONOCIDO UN CORRE-VE-Y-DILE TAN PERFECTO/ A COMO YO.

Tal y como he dicho, esto es solamente una idea previa, un bosquejo de lo que se podría escribir en una o varias pancartas ?es bueno cambiar de modelo, según la ocasión y el momento- para luego enseñarla frente a las conserjerías, campos de deportes, algún que otro restaurante de lujo y, cómo no, durante los actos de la campaña electoral. Al igual que cualquier otra modalidad de publicidad, el éxito no está asegurado, pero si no te ven, terminarán por no hablar de ti.

Lo peor que te puede pasar es que te quedes, “compuesto, con pancarta y sin cargo”. Bueno, por lo menos, los rotuladores y resto del material sobrante te podrán servir para las siguientes elecciones, las cuales, como el turrón navideño, regresan a nuestra sociedad, de tanto en tanto.

¿Ven cómo los rotuladores no estaban tan pasados de moda?

Eduardo Serradilla Sanchis

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