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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
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Cuanto más lejos, mejor

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Los mogollones del carnaval son como los centros de rehabilitación de drogadictos o las casas de citas: nadie está en contra de ellos pero tampoco los quiere al lado de su casa.

Primero fueron los vecinos de los alrededores de Santa Catalina los que los denunciaron en los tribunales y ahora son los empresarios del centro comercial Las Arenas los que se blindan ante las noches del carnaval capitalino.

Hay gente a la que no le gusta el carnaval y que incluso abomina de él, pero a la que nunca se le ocurriría prohibirlo ni satanizarlo. Sin embargo, lo quiere cuanto más lejos mejor.

La gente espera ávidamente durante todo el año el inicio del carnaval, aunque por motivos opuestos. Unos, para vivirlo intensamente durante varias semanas. Otros, para alejarse de las zonas donde se celebran los actos más multitudinarios. Para gustos, colores.

Es difícil conciliar los derechos de los que les gusta el lío con los que prefieren la calma chicha. A un lado los del barullo, al otro los del silencio. En medio, el ayuntamiento ejerce como árbitro al que los jugadores y seguidores de los dos equipos van siempre a cuestionar.

Si ya Santa Catalina era un sitio malo para aparcar, El Rincón no va a ser mejor después de que la dirección de Las Arenas anunciara que cerrará sus dos aparcamientos durante las noches de la fiesta de los botellones.

Cardona y Sabroso serán los árbitros (este último no solo en sentido figurado) que tendrán que buscar una alternativa a 3.000 plazas de aparcamiento perdidas. El alcalde y el concejal, partidarios de lo privado como buenos militantes del PP, tendrán que defender sus guaguas municipales, aunque resulte extraño ver a políticos de derecha reivindicando el transporte público.

Quizá ambos aprovechen el contratiempo de la pérdida de aparcamientos para inventarse más zona azul en la ciudad, como si no estuviéramos ya hartos de tanto parquímetro asfixiante. Nos cobran por aparcar, por mirar y hasta por respirar.

Mientras a todos nos quitan por existir, el último tesorero del PP se ha llevado crudos 22 millones de euros a Suiza, aunque la secretaria general se haya adelantado a decir que ya no está en el partido, como si los supuestos delitos no los hubiera cometido mientras estuvo en él.

Cospedal dice que el caso Bárcenas no afecta al partido, sino que es algo muy particular. Como el patio de mi casa, que cuando llueve no se moja como los demás. Como los políticos cobardes, trincones y bocazas que padecemos. Cuanto más lejos, mejor

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