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Mujer maltratada, ¿algo habrá hecho?
Recientemente un reo de la justicia amenazó fríamente a su esposa con dispararle y además con la cortesía debida de preguntar si prefería el balazo en la cabeza o en el tórax, todo un detalle de caballero.
Cabe siempre la pregunta acerca de cómo fue posible que una señora de elevada capacidad intelectual, de poder discriminatorio y acreditada profesionalidad cayera en las redes de este perfilado animal cuyo alias le viene al pelo.
Las cosas son más sencillas de lo que pudiera parecer, y es que el arte del juego floral, la etiqueta, el llanto parvulario del nene que ha perdido sus quereres, abandonado de su familia y tirado al desaliño y a la mala vida por culpa de otra mujer o por la muerte física o sentimental de la misma, es el conjunto “de facto”, que adorna a estos individuos.
La enorme capacidad para falsear, engañar, usurpar, cometer delitos, bordear la ley y de aparecer en escena como el pobre Leoncio terminan cautivando a las mujeres que, emocionalmente han pasado por puentes de tristeza y de soledades previas. Les puede la piedad hacia el lloriqueante baboso.
Curiosamente estas damas suelen ser inteligentes, desafiantes empresarias, profesionales liberales, grandes emprendedoras, que suelen tener un valioso y cuantioso patrimonio adquirido con gran esfuerzo y dedicación. Toda una presa, y de golpe “la primitiva”.
La soledad es otro factor clave, la de la almohada. Los hijos se van de casa, aparece de vez en cuando un nieto, la sensación de que siendo jóvenes aún y elegantemente bellas se les acaba la vida, les hace rebelarse contra lo que consideran su infortunio y entran en guatepeor; se ven atrapadas en el canto de la perdiz y entran en la jaula quedando a merced del engañador.
Cuando se dan cuenta de la situación, casadas, porque en pareja no le interesa al farsante, y descuidando muchas veces la elección fría y previa del tipo de sociedad conyugal, “el que dirán”, la sociedad cómplice que calla a sabiendas la canallada a la que se somete a una mujer de esta manera, la huída es muchas veces hacia la inescapabilidad. Comienzan a manifestarse síntomas ansioso depresivos subclínicos.
Se puede negociar e incluso mandarse mudar. Sutilmente piden ayuda, en frases entrecortadas y no consiguen que su voz se haga audible, parece que todo va muy bien. Las dos familias son felices, y él sobre todo, actúa como el gran padrino. La peste bubónica es nada comparada con el hedor de las tripas de estos personajes, mayormente autoproclamados viriles y rompe hímenes.
Cuando pasa apenas un tiempo y ella cae en cuenta del engaño, su inteligencia vapuleada y desacreditada ante los suyos, no suelen tener el coraje de dar una patada en las nobiliarias partes del experto engañador; se entregan unas, huyen hacia adelante otras, y si tienen respaldo, negocian. Unas veces negocian con su honor y dignidad, otras con su patrimonio y setenta veces al año con su vida misma.
En contados casos ella hace frente a la situación, trata de pactar pero el zorro está herido y no tolera que la presa huya. Aquí queda relatado el caso, uno de miles, que es el básico conductual para entender que las segundas partes nunca fueron buenas. Y de las terceras ni te digo.
Hay quienes denuncian pero siempre está la amenaza del maltratador, con pulsera o sin ella intentará hacerse con el botín. Ella no puede ser ni más inteligente ni aportar más a la sociedad convivencial, pues no faltaba más; la esencia del machismo y la peste a carnero que desprende comienza a expresarse en desavenencias que, caritativamente se perdonan, entre ellas la actitud amenazante del dedo o de la mirada por encima de las gafas que suelen manejar con destreza.
La conducta humana es compleja, multifactorial, pero la locura es locura y la maldad es la maldad. El engañador es astuto pero a base de lanzar cuerda termina atrapado en su propio nudo.
Hay miles de mujeres sentenciadas por los engañadores y hay quienes teniendo el deber de actuar conforme a derecho, ejercientes de la abogacía, dan tráfico legal a tan embaucadores justiciables. Lo mismo que hay reyes republicanos, que de todo hay en este mundanal planeta. Cada santo tiene su octava por no decir que cada cerdo tiene su sanmartín.
No tenía ninguna necesidad de relacionarse con cantamañanas pero todos hemos comprado más de una prenda que no necesitamos. Haya compasión para el sufriente ser humano y no tratemos de culpabilizar a la víctima, una cosa muy propia de esta sociedad. ¿Algo habrá hecho, verdad?
* Médico Neurólogo. Profesor de Fundamentos Biológicos de la Conducta
Carlos Juma*
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