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No hay que pedir perdón por posar en bikini… y mucho menos por existir

La directora del Instituto Canario de Igualdad (ICI) corta una cinta métrica como símbolo de ruptura de la gordofobia.

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Los problemas de salud mental y los trastornos alimenticios han golpeado aún más a la sociedad desde la pandemia. Horas y horas en casa, sin relacionarnos y con la única compañía del mundo virtual: fue el panorama que nos acompañó durante los últimos dos años. Las redes sociales nos han dado mucho, pero cuando abrimos su lupa, al igual que en la publicidad, tendemos a idealizar lo que vemos y compartimos en ella. Si eres mujer, el algoritmo se empeña en que veas cuerpos esbeltos, cinturas estrechas, dietas, más dietas, abdominales, consejos para estar “guapa”, más dietas, ejercicios, bikinis, más dietas …. y violencia, mucha violencia en los comentarios a las fotografías, mucha violencia en que se imponga un único canon y en que se señale a quien no encaje en él. Los hater (odiadores) nunca están conformes con el físico de nadie y se empeñan en buscar fallos constantemente. Pero hacer frente o evitar que afecten sus quejas y burlas se hace más complejo cuando toda una sociedad se vuelve cómplice y ampara el señalamiento en nombre de la “salud”. 

Cuando se acerca el verano la violencia estética que golpea en especial a las mujeres (sustentada en un estereotipo que se fomenta desde todos los ángulos y desde la infancia) va en aumento y esta semana ha vuelto a centrar la polémica tras el comentario de una conocida presentadora de televisión al cuestionarse si una marca de bikinis debería utilizar la imagen de una persona con “obesidad” para sus anuncios. Una publicación tras la que ha recibido numerosas críticas y por la que se le ha recordado que las personas simplemente existen, no hacen apología de nada. 

Magdalena Piñeyro, cofundadora de la plataforma Stop Gordofobia y que ha elaborado una guía para el Instituto Canario de Igualdad en materia de prevención nos comentaba el año pasado que la gordofobia se sufre desde la infancia en forma de bullying y también por parte de la familia y en otros entornos como el laboral o incluso la consulta médica. Ayunos interminables, dietas dañinas, ser objeto de burlas, de chistes, de discriminación… es parte del día a día.  La activista nos recordó que el ideal de belleza persistente en la sociedad considera que las mujeres no deben salir de la talla 90-60-90, ser pequeñas y frágiles, mientras que los hombres deben ser “grandes y fuertes”, por lo que tienen más margen de kilos para ser considerados gordos.

Es cierto que la Organización Mundial de La Salud ha alertado de la preocupación sobre el aumento de la obesidad, en especial de la infantil, en los últimos años. También lo es que necesitamos mucha más prevención en materia sanitaria en cuanto a hábitos de vida saludable, como comer sano o hacer ejercicio físico. Pero no es menos importante que hablamos también de salud mental mientras señalamos el cuerpo de las mujeres y cuestionamos a quienes no cumplen un canon (o se pasan por los pelos) únicamente en nombre de la salud, ¿de qué salud hablamos entonces? En nombre de la salud, no vemos por ejemplo la misma oleada de comentarios y vejaciones hacia quienes fuman, pese a que tampoco es saludable (y con esto no digo que haya que señalar a nadie). 

En nombre de la salud normalizamos pesarse ocho veces al día, en nombre de la salud, normalizamos que alguien se sienta culpable por saltarse el gimnasio; en nombre de la salud, normalizamos que personas que se hacen llamar influencer den consejos sobre dietas sin tener formación en medicina o conozcan las patologías o el estado de salud del resto de personas. En nombre de la salud, normalizamos que nos vendan quemagrasas y productos para bajar de peso y en nombre de la salud normalizamos que estén en auge las clínicas de estética (que da para una tesis aparte).

Cuidar nuestra salud y prevenir enfermedades por supuesto que debe ser una prioridad. Pero vivimos en una sociedad que en muchas ocasiones esconde su gordofobia, su machismo y su falta de empatía disfrazándola con frases como “es que no es saludable” o “es que menudo ejemplo”. Educar sin señalar, prevenir sin cuestionar, respetar, visibilizar y normalizar la diversidad de cuerpos no es hacer apología de nada. ¿Qué se necesita para tener un cuerpo de playa? se cuestionaba en una campaña el pasado año el Instituto Canario de Igualdad, a lo que respondía con un sencillo: un cuerpo y una playa. 

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