Espacio de opinión de Canarias Ahora
Pakistán lejano
La importancia estratégica de Afganistán, que posee su arsenal nuclear, está fuera de toda duda. Comparte frontera con India, Irán, Afganistán y China. El general Pervez Musharraf llegó al poder por medio de un golpe de Estado en 1999, declarándose a sí mismo jefe del estado dos años después. Y ahí sigue. Estados Unidos, su principal aliado, preferiría que Musharraf firmara algún pacto con la oposición semi legalizada, incluso que postulara a otro candidato a la presidencia y dejar en sus manos el control del ejército. O que siga de presidente y abandone las Fuerzas Armadas, a pesar de su caída en los índices de popularidad.Esta opción estadounidense apunta a conseguir estabilidad política y, además, porque cree que Musharraf no ha sido suficientemente duro con los islamistas en la frontera afgana. Sin embargo, el problema consiste en el apoyo que la resistencia talibán encuentra entre la población paquistaní, en todo caso mayoritariamente suní, a lo largo de esa región fronteriza. Una cobertura popular que viene desde los tiempos de la invasión soviética, cuando Osama Bin Laden ejercía como aliado de Washington y tan eficazmente colaboró para la derrota de aquel ejército.Las manifestaciones recientes surgieron porque Musharraf suspendió de su función al presidente del Tribunal Supremo Federal, el magistrado Ifthikar Chaudry, acusado de abuso de poder en sus funciones. La pelea viene de lejos. Chaudry investigaba la desaparición de activistas de oposición desaparecidos a manos de los servicios de seguridad, denunció la privatización de algunas industrias públicas relevantes y, finalmente, emplazó al presidente a optar entre los dos cargos que ocupa antes de las elecciones legislativas previstas para junio de 2008. De esta forma, el magistrado pasó a convertirse en el desafío político más fuerte del cuestionado Musharraf desde que asumió el poder. El Tribunal Supremo será pronto convocado para su pronunciamiento sobre la legitimidad del doble papel de Musharraf y su intención de ser reelegido por el Parlamento para otro mandato antes de las próximas elecciones legislativas, al tiempo que Washington insiste en algún acuerdo del presidente, al menos con la exiliada Benazir Bhutto, aunque ese pacto no agrada a su partido.Pakistán posee una amplia historia de dictaduras militares durante la década de los 60 y de los 80, con períodos más o menos democráticos. El papel del ejército siempre fue importante como árbitro de la sociedad, de los conflictos políticos y como casta privilegiada del orden establecido, con influencia en todos los ámbitos de la vida nacional. Su actitud ante esta crisis parece decisiva. Por ahora responde a las órdenes de Pervez Musharraf, pero habrá que esperar y ver.
Rafael Morales
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