Espacio de opinión de Canarias Ahora
De pensiones, pirámides y sabios
Nos lo vienen repitiendo con el ritmo cansino de las salmodias primitivas. Una y mil veces, con chácaras y sin chácaras: “El sistema de pensiones es insostenible”. Por eso mismo y, para que los chiquillos que nazcan hoy puedan disfrutar, a finales de siglo, de unas pensiones aceptables “hay que modificar el sistema”.
Y no es que nadie quiera ponerse a mortificarnos más ¡bonito fuera! Es que se trata de una evidencia demográfica, ¡científica!
Cómo sabemos, el sistema español de pensiones (y en la práctica el de todos los países de la UE) es del tipo de Reparto. Se trata de un sistema de solidaridad intergeneracional. De forma que los que hoy trabajan aportan recursos a los que ya están jubilados. Por supuesto, con la garantía y total seguridad que, cuando ellos cumplan la edad y pasen a jubilarse, quienes vengan detrás y estén trabajando les paguen a ellos. Y así hasta siempre.
Desde que se consolidó la Demografía, durante más de un siglo y hasta hace unas décadas, la estructura demográfica de los países “desarrollados” era Piramidal. Y esta caracterización era consecuencia de lo que aparecía cuando se quería reflejar la situación gráficamente en dos dimensiones. En efecto, si en la horizontal y a partir del punto medio, se colocaba a la izquierda los hombres y a la derecha, las mujeres y, en la vertical, en la base se colocaba a los recién nacidos y se iba subiendo a medida que avanzaba la edad de las personas, lo que aparecía era una pirámide perfecta.
Así se representaba la vieja estructura demográfica de esos países, antes de la transición a la situación actual. Así representábamos la situación en Canarias hasta casi la década de los ochenta del siglo pasado.
En esta situación, con generaciones de niños cada vez más numerosas, el sistema de reparto de las pensiones funcionaba a la perfección. Hasta cinco trabajadores (activos y pagando sus cuotas a la Seguridad Social) estaban aportando recursos para pagar la pensión a cada trabajador ya jubilado. Y así, la cadena de solidaridad intergeneracional, iba enlazando con seguridad a todas las personas a lo largo del tiempo.
Pero la demografía cambió. Las familias en vez de echárselas de tener doce hijos, pasaron con inimaginable rapidez a contentarse resignadamente con la parejita y, a veces, con el hijo único. Y ya no aparecían las pirámides demográficas cuando representábamos gráficamente la situación. Empezaron a aparecer nuevas formas que, al principio, comenzaron a tener aspecto de rombos. Y acabaron con forma de gruesas columnas, que se elevaban hasta más allá de los ochenta años, con la esperanza de vida en progreso deslumbrante.
Pero ahora, en vez de haber cinco trabajadores activos para mantener a cada pensionista, la cifra comenzó a reducirse. Hoy, en nuestro país solo hay 2,3 trabajadores en activo por cada pensionista; 1,9 si descontamos a los trabajadores parados.
Así, el sistema se vuelve “Insostenible”. Y no es que nadie lo quiera, porque nadie tiene la culpa. Sencillamente, no se puede.
Vistas así las cosas, esta argumentación parece razonable y rebosa gran credibilidad.
Quienes apuestan con todo por esta argumentación, con el fin de darle más peso y consagrarla definitivamente, acaban de nombrar a un “comité de expertos” que subiendo la apuesta con descaro, acaba llamándose “comité de sabios”. Por supuesto, con el obscuro objetivo pontificio que se crea en su infalibilidad.
Se acabó la discusión. Ni es política, ni ideología, ni forma de entender el mundo acoplándose a los que mandan. ¡No! ¡es Ciencia! Y para darle mayor empaque, por primera vez y que yo recuerde, entronizan y nos apabullan con una fórmula matemática (¡ay, las matemáticas!) que difunden profusamente. La propuesta no hace otra cosa que reflejar el automatismo de las ciencias. Lo ineluctable.
Y, los muy sabios, elaboran un “Factor de Sostenibilidad” (¡ay, las palabras!) que propone los recortes más drásticos a las pensiones de toda la UE. En dos aspectos. 1). Como la esperanza de vida aumenta y los jubilados viven más y sobre todo mejores años, esto nos descuadra las cuentas. Por eso, a medida que vayan viviendo más no hay más remedio que penalizarlos por la vía de disminuir sus pensiones. [Se trata de una versión más correcta y académica de aquella salvajada japonesa, de que los viejos son los culpables de que no funcione el sistema de pensiones y que lo más higiénico, en todos los sentidos, es que vayan desapareciendo. Eso sí, rapidito] 2). De acuerdo con la elegancia y asepsia de la fórmula matemática propuesta, de ahora en adelante, las pensiones se van a “desindexar” (¡ay, otra vez , las palabras!) del coste de la vida. Es decir que no se van a actualizar automáticamente, como hasta aquí de acuerdo a cómo suba el coste de la vida. Ahora se van a tener en cuenta el estado de las finanzas públicas y el impacto total del sistema de pensiones en relación con el Déficit Público. En román paladino, los tijeretazos y recortes a las pensiones están garantizados. De por vida.
Pero, repiten con impudicia, que “todo esto se hace con el (beatífico) deseo de que el sistema sea sostenible y que nadie, nunca, deje de tener una pensión digna” Porque ¡no hay otra! La culpa es de la demografía y nuestra alma la queremos para dios.
Y así vienen diseñando esta inmensa puesta en escena perfectamente concebida y puesta en práctica. Porque el lavado de cerebro está siendo de tal magnitud que el fatalismo se viene adueñando de las conciencias y muchos ya piensan que la mejor forma de mantener el sistema de pensiones sea el reducirlo a su mínima expresión. ¡Qué le vamos a hacer!
Pero no es cierto que el sistema de pensiones sea insostenible. Sí es cierto que el actual sistema de Reparto sí lo es. Pero el que una forma como la del reparto no sea posible, no quiere decir, ni de lejos, que no haya otras formas posibles para mantener un sistema público de pensiones digno y sostenible
Y aquí tengo que hacer un pequeño excurso. ¿Nunca se han preguntado ustedes por qué razón el sistema de la Seguridad Social está aparte y desconectado de los Presupuestos Generales del Estado? ¿Nunca se han interrogado por qué la Seguridad Social tiene un sistema de financiación propio que se nutre por las cotizaciones de trabajadores y empresarios?
A mi modo de ver esta tajante separación refleja las condiciones en que nació el actual sistema de Reparto. En su día se trató de una de las mayores conquistas de los movimientos obreros, especialmente europeos. Fue una conquista durísima y las patronales tuvieron que aceptarla, pero consiguieron marginarla y que no se incorporara al “núcleo duro” de las finanzas públicas: los Presupuestos Generales de cada Estado.
Esta realidad y la existencia de las pirámides demográficas originaron el nacimiento del Sistema de Reparto. Pero esas circunstancias desaparecieron. Acaba el excurso.
Por eso, muchos defendemos que el Sistema Público de Pensiones tiene que estar incorporado de pleno a los Presupuestos Generales del Estado. Con una financiación homogénea, por ejemplo con la de la Sanidad, la Educación o las Infraestructuras Públicas. De tal forma que deje de depender de la relación activos/pensionistas y, a su vez, deje de presionar sobre los costes directos de la actividad productiva, como ocurre en la actualidad con las cotizaciones a la Seguridad Social.
Y nadie podrá decir que esta propuesta sea insostenible, y menos en nuestro país. Primero, porque en la actualidad el monto total de las pensiones en los Presupuestos Generales Consolidados del Estado para 2013, asciende a 121.556 millones de ?, el 10,25 % del PIB español, mientras que la media de los países de la zona euro se eleva al 13,5% de su correspondiente PIB. Segundo. Según Eurostat, la presión fiscal en nuestro país hoy se sitúa en el 31,4% del PIB, mientras que la media de la UE se eleva hasta el 38,8%.
Es decir, (y sin contar con lo que se debería obtener del ingente fraude fiscal), es perfectamente posible sostener un sistema público de pensiones justo y digno. Todavía más potente que el actual.
Ahora bien, como todo el mundo sabe, el que sea posible no quiere decir que esté al alcance de la mano. La dirigencia política europea, española y canaria están empecinadas de manera furibunda en la disminución de todo lo que sea público y exprese opciones de fraternidad. Y lo hacen sin distingo alguno, como se percibe claramente con sus propuestas sobre el sistema público de pensiones. Y, por supuesto, este desguace viene concebido desde la estrategia de privatizar al máximo el ingente volumen de negocio que representan las pensiones. La banca, después de haberse tragado las Cajas de Ahorro, está frotándose las manos ante tamaño pastel. Y no van a parar en barras.
Una última cuestión. Hace dos veranos, el entonces presidente del gobierno, Sr. Rodríguez Zapatero, y el actual. Sr. Rajoy, apenas en un espacio de horas (¡!) sin ningún debate, sin ninguna participación y sin ningún miramiento hacia los ciudadanos, decidieron incorporar a la Constitución Española (siempre habían remarcado su inalterabilidad¡¡), el trato privilegiado a los tenedores de deuda pública española. Y esto se hizo para dar garantías a quienes compraran esos títulos, con la finalidad de sacar este asunto del debate político normal y garantizar así ese trato privilegiado. Muchos nunca entendimos tamaña trapisonda.
Pero nos dieron pistas. No para maltratar la Constitución, sino para que, en la Reforma Constitucional que está en puertas, incorporemos el sistema público de pensiones (en mi opinión, en la línea que aquí se ha expuesto) dentro del nuevo Texto Constitucional. Para evitar que una mayoría simple coyuntural, pueda intentar desmantelar algo que es consustancial con una sociedad civilizada. Y que tantísimo costó poner en pie.
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