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El peor año de nuestra democracia por Jean Valjean

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Un año desde aquel 20-N, en que parte de la izquierda dudaba entre la regeneración y la degeneración, para quedarse irremediablemente enmarañada en la segunda. Aquel veinte de noviembre constatábamos que muchos millones de españoles estaban regañados, por desesperanza, con eso de llevar un papel a las urnas. Ahora ya sabemos lo que pensaba hacer derecha del Estado del Bienestar: tirar de la cadena.

El Gobierno de Rajoy ha incumplido la práctica totalidad de sus promesas públicas, las que iban en su programa electoral, ese que entregan a los pardillos, a los fieles, a los crédulos y a otras víctimas propiciatorias. Queda por ver si el PP, finalmente, ha subestimado a los españoles. Eso dependerá de la hora a la que suene el despertador. Lo que pocos pueden discutir a estas alturas es que Rajoy tenía un programa oculto. El disco marianista puesto al revés escupe un mensaje distinto, cuasi satánico, exclusivo para aquellos a quienes Rajoy debe rendir cuentas. Reconfortados en el calor de la especulación, los mandamases exprimen la simpleza y docilidad del político gallego. Mariano se ha sumergido en la bañera de la disyuntiva. Detrás de esa apariencia de hombre sin luces, perdido, se esconde un político obstinado, ejecutor y fiel cumplidor. ¿Es el actual presidente del Gobierno algo más que un copista de la doctrina que impone la FAES? Quizá. Tardaremos en averiguarlo. El gobierno del PP no ha hecho sino repartir la tristeza con latigazos de sectarismo, dejando cenizas y lodo en la clase obrera y mimando a los defraudadores, a las grandes empresas, a la banca, a las eléctricas y otros sostenedores y familiares del engranaje que constituye las tripas de nuestra democracia contable.

Diferentes sectores del pueblo español comienzan ahora a huir de la pereza reivindicativa. Pero la solidaridad no resultado tradicionalmente tan apabullante. Los que protestaban al inicio eran tachados de inconformistas, pesimistas y críticos, siempre señalados por dedos acusadores. Muchos ciudadanos han salido a las calles solo cuando han limado con saña su bolsillo. “Su” bolsillo. No hicieron caso previamente a la sabiduría del refranero español, que lo advertía clara y gratuitamente: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar?”. No bastó la Reforma laboral más traicionera y brutal de nuestra democracia para alertar a todos los sectores. Era el prólogo de una acción despiadada, los primeros compases de una partitura de horror, tragedia y menosprecio por los logros obtenidos sobre la sangre y las vidas de los viejos libertarios. Otro gallo hubiera cantado si la sociedad española hubiese sido más contestataria con un retroceso salvaje que ponía en bandeja los despidos a los empresarios empeñados en mantener sus beneficios a cualquier precio. La España reivindicativa sigue resultando escasa si tenemos en cuenta el tamaño de la afectación, el grosor de la cicatriz que ahora diferentes ministros arrancan a mordiscos de un enfermo quejicoso. Y ahora, se les ha ido de las manos el asunto, y el cinturón no es que apriete, es que ahoga puesto sobre el cuello de los más pobres. Y la pobreza es hoy un precipicio que te visita.

Esta España es hoy más triste, más depresiva, más apagada y vulnerable. Fueron mayoría los que decidieron sumarse a un cambio. Hoy, siguen siendo mayoría los que creen que el daño es irremediable, y mayoría los que volverían a confiar en estos cirujanos de hojalata. En el otro extremo, pero en las mismas arenas movedizas, en la misma trampa, millones de españoles salieron a la calle hace unos días para decirle a Rajoy que son necesarias otras medidas. Es inútil. El presidente sabe bien que no puede defraudar a quienes sostienen los pilares de su éxito.

Durante los doce últimos meses este Gobierno ha manoseado vil y despiadadamente las garantías de protección a los más necesitados, ha desplomado las opciones de los dependientes y rebanado el futuro de cientos de miles de estudiantes. Rajoy se ha ocultado en las sombras, enviando a sus ministros predadores a masacrar las esperanzas de los investigadores, a poner la zancadilla a los pequeños comerciantes, a minar la Justicia con tasas inquisitoriales del todo mezquinas, a sumergir en la ruina a la industria cultural. Los marianistas, envalentonados por el aliento de la FAES han enseñado sus colmillos sin complejos. Los parados cobran menos, los salarios continúan a la baja. Y han jaleado y auspiciado los desahucios, porque donde hay patrón, no manda marinero? ni Rajoy.

España ha vivido el peor año de su democracia. Falta por ver si el año que viene repetiremos esta frase amarga y dolorosa. Pero en este feroz aniversario no todo iban a ser malas noticias. Familiares de María Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre, Soraya Sáenz de Santamaría y Luis de Guindos, por citar solo unos casos, han encontrado trabajos excelentemente remunerados. Ellos sí que han sabido sumarse al cambio.

Jean Valjean

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