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Repensar la democracia

Antonio Morales / Antonio Morales

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Del aumento de la intención de votos hacia el PP, que conduce de hecho a una alternancia vacua, continuista y devaluadora del sistema democrático quiero hablarles hoy precisamente en este texto. Me resulta especialmente frustrante que un partido envuelto en casos de corrupción ? nadie duda de que Gürtel no es sino la punta del iceberg de su financiación irregular?, con un líder pusilánime, sin una propuesta ante la crisis más allá del “no a todo” y del enfrentamiento sin límites, con un pasado de praxis de gestión ultraliberal que facilitó, para hacer caja y cumplir con su doctrina, la privatización de importantes recursos del Estado como la banca pública, las eléctricas, telefónicas, etc, poniendo después al frente de ellas a correligionarios, y que arropó la burbuja inmobiliaria creando un gigante con pies de barro causante del mayor número de parados en estos momentos, que aplica allí donde gobierna las tesis de que lo público está devaluado y que por tanto hay que seguir privatizando la sanidad, la educación y otros servicios públicos, que sólo ha cimentado su crecimiento en el descrédito del adversario?, sea el llamado a suceder al PSOE en la intención de votos de los españoles.

No cabe la menor duda de que la izquierda representada por el Partido Socialista ha claudicado. Como ha escrito Paolo Flores d'Arcais, “una izquierda que hace política de derechas sólo sirve para preparar el regreso del original”, y la socialdemocracia se ha “doblegado ante esta mundialización”. Para Jacques Delors la derecha “no olvida jamás quiénes son sus electores (?) y cuando le conviene utiliza los conceptos de la izquierda. De manera que la izquierda ya no es dueña siquiera de su propio vocabulario. Debe esforzarse en recuperarlo” ¿No les suena todo esto a cuando hace poco escuchábamos a Cospedal diciendo que el PP era el partido de los trabajadores? Puro populismo de lo más barato.

Pero más allá de todo esto, sin ningún tipo de dudas estamos ante la constatación de que un sistema bipartidista, auspiciado por estos dos grandes partidos, con el apoyo de los más importantes medios de comunicación a su servicio, se ha arraigado profundamente en la sociedad española en general, confirmando una partitocracia a dos manos, dueña de un poder sin límites, que tiene secuestrada a una claque que les vota y les sigue de manera incondicional, sin capacidad crítica, fanatizada en ocasiones, aunque sólo representen entre los dos a un 50% de la ciudadanía. Como ha dicho Rosa Díez “PP y PSOE no tienen ambición de país, tienen ambición de poder; no piensan en las próximas generaciones, sino en las próximas elecciones”.

Enrique Larroque, presidente del Partido Liberal ya barruntaba en 1978 una operación de los centristas de UCD y los socialistas para alcanzar un bipartismo de hecho marginando a las otras opciones políticas más minoritarias y escribió un texto titulado 'Bipartidismo y democracia' en el que decía que esta situación que ahora padecemos “facilita la polarización del pueblo en dos bloques contrapuestos, cuya radicalización es inevitable, siendo la antesala de una dictadura; aún más, puede decirse que el bipartidismo puro implica en sí una predictadura, en el sentido de que, indefectiblemente, hace predominar en la política nacional, por amable que sea su comienzo, el dogmatismo y no la flexibilidad, la dureza y no la conveniencia, la radicalización y no la negociación, el encastillamiento en las posiciones y no la dinámica de cambio”. Como si lo hubiese escrito hoy mismo. Son los partidos-máquinas que diría Flores d'Arcais. El politólogo Iván Krastov también afirmaba recientemente que las elecciones están perdiendo su significado de opción entre alternativas y se transforman en procesos a las élites. Así, la democracia ya no es cuestión de confianza sino más bien de gestión de la desconfianza“.

He escrito durante los últimos meses distintos artículos hablando sobre la necesidad de repensar esta democracia que se devalúa cada día convirtiéndose en una pura caricatura de si misma, pero al hilo de lo que les he comentado en este texto, me gustaría citar de pasada, porque me queda poco espacio, dos libros de referencia que hablan sobre todo esto y a los que en otro momento me referiré con más detalle. Se trata del trabajo póstumo de José Vidal-Beneyto: La corrupción de la democracia (Catarata) y de El invierno de la democracia. Auge y decadencia del gobierno del pueblo del politólogo francés Guy Hermet (Los libros del lince). Para el autor valenciano “la democracia se nos ha muerto de frustración, de apatía, de hipermediatización publicitaria, de adicción al poder. Lo que ahora tenemos ante nosotros es su cadáver y todos sabemos que lo único que cabe hacer con los cadáveres es enterrarlos o resucitarlos”. Hermet por su parte nos dice que “la democracia está llegando a su invierno, aunque no hay por qué temer un infarto inminente. Estamos entrando en la estación invernal de la democracia tardía, en la estación de la vejez. (?) El pueblo apenas simpatiza ya con la ficción del gobierno de todos y para todos en la que se apoya cada vez más débilmente nuestra democracia. Aunque todavía no tiene etiqueta, la posdemocracia ya está aquí, de incógnito. Estamos entrando en otra era política”.

Para Ignacio Sotelo, “seguirá creciendo el distanciamiento de la población ante los políticos, mientras la participación no baje de un 50% y se mantenga una polarización visceral entre las sedicentes izquierda y derecha que refuerzan la cohesión interna; mientras que la política social, gobierne el que gobierne, descienda a un ritmo tolerable y se perfeccionen los canales por los que transcurre la corrupción, de modo que los escándalos se dosifiquen en el tiempo, y sobre todo sigamos con una Ley Electoral tan injusta como poco apropiada para restablecer el prestigio de los políticos y me temo que los partidos esperarán a que pase el chaparrón y se apacigüen los ánimos, sin emprender nada que pueda disminuir el poder acumulado”.

Pero claro, la transformación de todo esto no será posible sin formación, sin información, sin implicación, sin una voluntad real de invertir la realidad, a menos que aceptemos como dice Hermet “un sistema en el que tal vez ya no esté presente el principio ”romántico“ del pueblo soberano”.

*Es alcalde de Agüimes

Antonio Morales*

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