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La rumba catalana
En una de estas tardes calurosas de agosto, convertimos una conversación en debate, y el debate, a su vez, se pretendió cátedra. Irene, que es muy osada, preguntó en voz alta qué música serviría como banda sonora para los tiempos que suceden. Inmensidad de interrogantes: qué tiempo, en dónde, para qué una música, pero no están en funciones… Irene no se arrugó, insistió por elevación: “una sintonía que englobe y a la vez borre, alegre, disperse casi todo lo que nos está pasando” “Una sintonía así, como la que tú pretendes” dijo Pablo “tendría que ser muy flexible en sus valores, de un pérfido eclecticismo y de una bondad extrema e ingenua.” Alguien dijo que hablábamos de música, pero a él le dio igual. Como estábamos en su casa, se acercó a sus viejos cds y empezaron a sonar “Los Manolos” en la canícula madrileña. “Proponen a la rumba catalana como patrimonio inmaterial de la humanidad, aunque hay cierta polémica por saber quién fue el padre y la madre de la criatura.” Lo leyó Marisa en El País del día, en papel, claro, el cual yacía al lado de la tortilla de papas y las anchoas restantes. Que si Peret que si Antonio González “el Pescaílla”. “Me acuerdo mucho de Gato Pérez” empezó a balbucear Chema, “estábamos en una fiesta al aire libre en la Floresta, ¿o era en Mirasol? Quizás en Valldoreix. Bueno, da igual, en Barcelona. Estábamos con una periodista uruguaya huida de las dictaduras mientras sonaba ”El ventilador“: ese es el auténtico inventor de la rumba catalana, el ventilador.” Asentimos convencidos de que era apropiado cambiar la cerveza por un cava catalán “Mestres”, más acorde con la conversación. “Después nos fuimos todos a San Cugat, donde ella regentaba una pizzería que abrió sin miedo de los municipales. Se unió Gato Pérez y estuvimos hasta muy tarde con aquellas masas increíbles que ella preparaba y al son del ventilador del Gato.” Se oyó decir que era matemático y amigo de Juan Carandell. “Y argentino” se gritó.
Se acabó la discusión: la rumba catalana quedaba instaurada como la sintonía de los tiempos, de las funciones, de las vergüenzas, y también de las mínimas alegrías. “Y después la Vuelta a España, que la sintonía es de ”Estopa“, recalcó Marisa. También, ”Estopa“, tiernos herederos y continuadores en el XXI de la rumba catalana.
Si uno de los momentos más ecuánimes que ha vivido este país se produjo en la Barcelona olímpica de 1992, en la que sonaron “Los Manolos” de principio a fin, ¿por qué no la rumba catalana? En la televisión jugaban al baloncesto unos señores con la palabra España en la camiseta. “Ese es el espíritu de la rumba en general, y de la catalana en particular, el tempo del baloncesto, la miríada de segundos que te conducen del éxito al fracaso, y viceversa.” Pablo estaba sembrado, muy en la reflexión, y en la pitanza, y en el bebercio.
“Me gusta el acuerdo al que hemos llegado” me confesó Irene más tarde. “¿Hemos llegado a algún acuerdo?” le respondí. “Sí, hombre, en tiempos de tribulación, de repetición incesante de ruidos, de personas malencaradas y maleducadas, de tantos hombres y mujeres en funciones, nada mejor que bailar al son de la rumba catalana.” “Estoy de acuerdo” le dije “pero nos falta una pizzería regentada por una periodista uruguaya en San Cugat.” “No se puede tener todo y al mismo tiempo” sentenció Irene, “¿no crees?”.
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